Ayer me desayunaba con la noticia de que Comfia, la sección de Banca de CC.OO, había pagado casi cuatro millones de euros en sobresueldos a sus delegados y hoy la historia sigue con que se gastó en cuatro años la friolera de 14 millones de euros en viajes, congresos y opíparas comidas que por su precio parecen bordear lo pantagruélico.
Vayamos por partes. Llamarlos sobresueldos me parece una manipulación del tamaño de un continente pequeño.
Resulta que en realidad se trata de complementos salariales, en nómina, que pagan a Hacienda y que no cotizan a la Seguridad Social -hasta que esta llegó a un acuerdo con los sindicatos-, sencillamente porque no tiene obligación de hacerlo. Lo siento por todos aquellos que intentarán equilibrar los sobresueldos en B que circulaban por Génova, 13 porque no son, ni de lejos, lo mismo.
¿De verdad creemos que la Tesorería General de la Seguridad Social hubiera negociado algo si pudiera exigirlo? Esos complementos salariales no son diferentes de los bonus que cobran los ejecutivos por resultados o los consejeros de administración. A ver si ahora va a resultar que vamos a caer en la vieja trampa que nos han tendido desde siempre los conservadores españoles de mantener que lo que sirve para un rico ejecutivo no sirve para un sindicalista porque ser de izquierdas significa ser pobre mientras que ellos, como son de derechas, sí pueden acumular dinero sin faltar a su ética. Si un bonus de un ejecutivo no merece una portada, un complemento salarial de un sindicalista tampoco.
La única duda que me queda es que esos bonus suelen darse por resultados y, con dos reformas laborales brutales de dos gobiernos diferentes, con EREs a diestro y siniestro y oficinas de todas las entidades bancarias cerrándose en todas las ciudades, no me parece a mi que nadie que trabaje para Comfia merezca un bonus por resultados.
Así que si no les gratifican por hacerlo bien a lo mejor les están gratificando por no hacerlo. Y entonces, claro, ya no es un complemento salarial, es un soborno disfrazado de otra cosa.
Y vamos ahora con los congresos, viajes y comilonas.
De nuevo hay que decir que el despilfarro no es un delito. Pero en este caso es una falla ética de proporciones faraónicas.
Un sindicalista puede comer en Dantxari, Kupela, Cuevas del Duque o la Parrilla De María por muy de izquierdas y sindicalista que sea pero tiene que pagar con su dinero. Mira, un buen uso para los complementos salariales lícitos que les pagaba su sindicato.
Y el resto es un dispendio que no se comprende cuando CC.OO ha tenido que recortar personal por la crisis, el descenso de afiliaciones y la congelación de las ayudas estatales -que, aprovecho para señalarlo, pienso que no deberían existir-. Los viajes y los congresos y los 10 millones gastados en ellos son el producto de una falta de ética galopante y de una traición ideológica brutal.
No porque coman en asadores o viajen en primera clase sino porque se supone que CC.OO es un sindicato de clase y su federación de Banca ha decidido ignorarlo. Ha pensado que como sus afiliados y sus ingresos son numerosos los pueden dilapidar en lugar de utilizar los excedentes en ayudar a la federación minera, la de estibadores portuarios o cualquier otra que por el rango económico de sus afiliados no tenga tantos ingresos.
Así que al final, por muy legal que sea todo, los complementos salariales, y los gastos de representación, congresos y viajes no son muy diferentes de las indemnizaciones a los ejecutivos de Bankia, las tarjetas negras o los gastos y sueldos desorbitados de las entidades bancarias intervenidas por el Estado.
Una muestra de que la banca ha vivido desconectada de la realidad social del país pese a que ha sido precisamente el sector financiero el que más ha contribuido al agujero negro en el que estamos.
Egoísmo y avaricia.
Y para eso da igual que seas sindicalista y de izquierdas o banquero y de derechas.
Así han conseguido que no confiemos ni en los bancos ni en los sindicatos.
Y el resto es un dispendio que no se comprende cuando CC.OO ha tenido que recortar personal por la crisis, el descenso de afiliaciones y la congelación de las ayudas estatales -que, aprovecho para señalarlo, pienso que no deberían existir-. Los viajes y los congresos y los 10 millones gastados en ellos son el producto de una falta de ética galopante y de una traición ideológica brutal.
No porque coman en asadores o viajen en primera clase sino porque se supone que CC.OO es un sindicato de clase y su federación de Banca ha decidido ignorarlo. Ha pensado que como sus afiliados y sus ingresos son numerosos los pueden dilapidar en lugar de utilizar los excedentes en ayudar a la federación minera, la de estibadores portuarios o cualquier otra que por el rango económico de sus afiliados no tenga tantos ingresos.
Así que al final, por muy legal que sea todo, los complementos salariales, y los gastos de representación, congresos y viajes no son muy diferentes de las indemnizaciones a los ejecutivos de Bankia, las tarjetas negras o los gastos y sueldos desorbitados de las entidades bancarias intervenidas por el Estado.
Una muestra de que la banca ha vivido desconectada de la realidad social del país pese a que ha sido precisamente el sector financiero el que más ha contribuido al agujero negro en el que estamos.
Egoísmo y avaricia.
Y para eso da igual que seas sindicalista y de izquierdas o banquero y de derechas.
Así han conseguido que no confiemos ni en los bancos ni en los sindicatos.
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