Pedro Sánchez echa del partido a Tomás Gómez por sus supuestos manejos y corruptelas en Parla. Está bien, nada que decir en contra.
Es lo mínimo que se espera de alguien que ha basado en los últimos tiempos su enfrentamiento electoral con Podemos en le hecho de que Monedero debería ser apartado de ese partido por las supuestas irregularidades que muestran sus finanzas. Una muestra de coherencia inusual, gratificante y digna de aplauso.
Pero esta decisión deja dos consecuencias que dicen mucho más del sistema político que rige nuestro Occidente Atlántico y de la sociedad que hemos construido con nuestras actitudes que la sabia medida tomada por el Secretario General del PSOE.
A ver si me explico.
Los dos grandes partidos, los que han manejado con nuestros sufragios una alternancia política en el mismo sistema político económico, se han quedado, no tienen o no encuentran candidatos en las elecciones regionales en Madrid, en la autonomía que alberga la capital del Estado, ¿qué dice eso de ellos?
Dice que han construido un sistema de gobierno en el que da igual el partido al que se pertenezca porque todos terminan metiendo la mano en la caja pública, beneficiando a sus amigos, socios o familiares, aprovechando el poder no como servicio público sino como herramienta de beneficio personal.
Dice de ellos que tienen dificultades extremas en lograr una regeneración en la que en realidad los partidos y sus cuadros no creen porque entienden la política como un modo de ganarse la vida y de medrar en la fortuna. Si no hay una mayoría de políticos que no se vean salpicados por estos asuntos cuando llegan a posiciones de poder es fácil colegir que el problema no está en las personas, está en los modos y maneras de hacer política. Es decir en lo que se resume en el sintagma "el sistema político".
Y la otra consecuencia es que, siempre según los sondeos de los medios afines, el 46% de los votantes socialistas aprueban la medida. Y aunque lo vendan como un triunfo, el titular debería ser "solamente un 46% de los votantes socialistas aprueban la medida".
¿Qué dice eso de nosotros?. Por resumir. Dice que seguimos viendo hace un para siglos, como mínimo hace medio siglo.
Porque seguimos definiéndonos por aquello a lo que votamos, por el bando ideológico al que pertenecemos. Más de la mitad de los votantes socialistas no aprueban la destitución porque eso supone un problema para ganar las elecciones, porque supone reconocer una mácula en su currículo de votante, porque prefieren ganar y estar con los ganadores que la justicia.
Porque, según yo lo veo, no son capaces de aplicarse a sí mismos y a su partido, los mismos criterios de integridad y honestidad que exigen cuando los acusados de corrupción son cuadros o cargos pertenecientes a otras formaciones políticas.
Y no empecemos con que eso lo hacen los socialistas. Porque el 23% de los españoles y el 17% de los madrileños aún están dispuestos la PP pese a Bárcenas, el caso Gürtel, Jaume Matas y todo el compendio de corrupciones y corruptelas de su partido, porque un porcentaje aún más amplio de andaluces está dispuesto a votar al a los Ere sindicales. Y lo mismo pasa con Convergencia y los Pujol, con IU y Mercasevilla, ete, etc, etc.
Así que somos así. Somos de Cánovas o Sagasta, De Negrín o Largo Caballero, De Mola o Queipo de Llano, Nacionales o Republicanos, del PP o del PSOE... Elegimos un bando ideológico y le damos nuestra lealtad ciega, la cubrimos las espaldas, le justificamos los errores y nos mantenemos a su lado en la esperanza de que su victoria nos beneficie personalmente o al menos de la razón.
¿Cómo vamos a reconocer nuestros errores ideológicos y solucionarlos sino somos capaces de hacerlo con nuestros errores personales, afectivos o profesionales?
De manera que no sé si Pedro Sánchez es un hombre honesto que quiere hacer las cosas bien o un político inteligente que ha sabido sacrificar a otro para conseguir unos réditos electorales en el momento adecuado.
Si es lo primero va a tener más que crudo conseguir lo que quiere sin cambiar radicalmente el sistema político -es decir, hacer lo mismo que critica que las nuevas formaciones políticas quieren hacer-, si es lo segundo será solamente un político más que se comporta como lo hacemos nosotros pero durante un tiempo, justo antes de las elecciones logra engañarnos.
¿Cuantas veces ha pasado ya eso?
Es lo mínimo que se espera de alguien que ha basado en los últimos tiempos su enfrentamiento electoral con Podemos en le hecho de que Monedero debería ser apartado de ese partido por las supuestas irregularidades que muestran sus finanzas. Una muestra de coherencia inusual, gratificante y digna de aplauso.
Pero esta decisión deja dos consecuencias que dicen mucho más del sistema político que rige nuestro Occidente Atlántico y de la sociedad que hemos construido con nuestras actitudes que la sabia medida tomada por el Secretario General del PSOE.
A ver si me explico.
Los dos grandes partidos, los que han manejado con nuestros sufragios una alternancia política en el mismo sistema político económico, se han quedado, no tienen o no encuentran candidatos en las elecciones regionales en Madrid, en la autonomía que alberga la capital del Estado, ¿qué dice eso de ellos?
Dice que han construido un sistema de gobierno en el que da igual el partido al que se pertenezca porque todos terminan metiendo la mano en la caja pública, beneficiando a sus amigos, socios o familiares, aprovechando el poder no como servicio público sino como herramienta de beneficio personal.
Dice de ellos que tienen dificultades extremas en lograr una regeneración en la que en realidad los partidos y sus cuadros no creen porque entienden la política como un modo de ganarse la vida y de medrar en la fortuna. Si no hay una mayoría de políticos que no se vean salpicados por estos asuntos cuando llegan a posiciones de poder es fácil colegir que el problema no está en las personas, está en los modos y maneras de hacer política. Es decir en lo que se resume en el sintagma "el sistema político".
Y la otra consecuencia es que, siempre según los sondeos de los medios afines, el 46% de los votantes socialistas aprueban la medida. Y aunque lo vendan como un triunfo, el titular debería ser "solamente un 46% de los votantes socialistas aprueban la medida".
¿Qué dice eso de nosotros?. Por resumir. Dice que seguimos viendo hace un para siglos, como mínimo hace medio siglo.
Porque seguimos definiéndonos por aquello a lo que votamos, por el bando ideológico al que pertenecemos. Más de la mitad de los votantes socialistas no aprueban la destitución porque eso supone un problema para ganar las elecciones, porque supone reconocer una mácula en su currículo de votante, porque prefieren ganar y estar con los ganadores que la justicia.
Porque, según yo lo veo, no son capaces de aplicarse a sí mismos y a su partido, los mismos criterios de integridad y honestidad que exigen cuando los acusados de corrupción son cuadros o cargos pertenecientes a otras formaciones políticas.
Y no empecemos con que eso lo hacen los socialistas. Porque el 23% de los españoles y el 17% de los madrileños aún están dispuestos la PP pese a Bárcenas, el caso Gürtel, Jaume Matas y todo el compendio de corrupciones y corruptelas de su partido, porque un porcentaje aún más amplio de andaluces está dispuesto a votar al a los Ere sindicales. Y lo mismo pasa con Convergencia y los Pujol, con IU y Mercasevilla, ete, etc, etc.
Así que somos así. Somos de Cánovas o Sagasta, De Negrín o Largo Caballero, De Mola o Queipo de Llano, Nacionales o Republicanos, del PP o del PSOE... Elegimos un bando ideológico y le damos nuestra lealtad ciega, la cubrimos las espaldas, le justificamos los errores y nos mantenemos a su lado en la esperanza de que su victoria nos beneficie personalmente o al menos de la razón.
¿Cómo vamos a reconocer nuestros errores ideológicos y solucionarlos sino somos capaces de hacerlo con nuestros errores personales, afectivos o profesionales?
De manera que no sé si Pedro Sánchez es un hombre honesto que quiere hacer las cosas bien o un político inteligente que ha sabido sacrificar a otro para conseguir unos réditos electorales en el momento adecuado.
Si es lo primero va a tener más que crudo conseguir lo que quiere sin cambiar radicalmente el sistema político -es decir, hacer lo mismo que critica que las nuevas formaciones políticas quieren hacer-, si es lo segundo será solamente un político más que se comporta como lo hacemos nosotros pero durante un tiempo, justo antes de las elecciones logra engañarnos.
¿Cuantas veces ha pasado ya eso?
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