La Guardia Civil reparte bocadillos entre los inmigrantes encaramados en la verja de Melilla.
Y hay gentes que se indignan porque no sale esta acción a toda plana en portada como otros hechos que han protagonizado los miembros de las fuerzas orden en la tenue frontera que separa en las plazas africanas la miseria de la decadencia, es decir, África de Europa.
Pues hacen un flaco favor, según yo lo veo, a la Benemérita, a su país y a sí mismos con esa petición.
A la Guardia Civil no la ayudan porque están considerando algo reseñable, digno de titular, que hagan aquello para lo que supuestamente se les paga que, como dirían los yanquis en ese afán suyo por el lema corto y contundente, protejan y sirvan.
Así que, esas gentes que creen defender el honor del Benemérito Instituto, en realidad les están escupiendo en la cara, les están faltando al respeto. Porque vienen a decir que algo que tendría que ser cotidiano, natural y lógico no lo es y por eso merece ser resaltado en la portada de un periódico, en los hashtag de Twitter o en los sumarios de los informativos televisivos.
Tampoco le hacen un favor porque ellos, que quieren que se valore el trabajo de las fuerzas del orden tendrían que ser los que más protestaran por sus excesos, los primeros que les echaran en cara sus excesos, los que más les recordaran una y otra vez cuando sacan los pies del tiesto.
Tener amigos, conocidos o tradición familiar de pertenencia a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado no supone tener que cerrar filas en torno a sus insignias y santos patrones y defender a ultranza toda actuación de sus miembros. Eso no es lealtad, como mucho es "buenrrollismo". Igual que un padre no quiere más a sus hijos por decirles que todo lo hacen bien o una amiga no es más amiga por aplaudir y apoyar cualquier acto de su amiga.
La lealtad es otra cosa.
La lealtad es tener la fuerza y la presencia de ánimo para decirle a quien que se equivoca, es arriesgarte a su enfado e incluso a perderle por decirle que está haciendo algo que no debe hacer, que le perjudica a él y a todos los que le rodean.
Si estas gentes que piden que se resalten los buenos hechos de la Guardia Civil en Melilla fueran los primeros en saltar a la palestra cuando se exceden en sus funciones, caen en la corrupción o sacan los pies del tiesto en actos represivos de fuerza excesiva, yo no diría ni coma. Pero no, cuando eso ocurre, permanecen callados en las conversaciones, miran a otro lado, tiran de patria y de bandera para justificarlo y lo único que consiguen en generar un entorno de protección donde los policías, guardias civiles o miembros de cualquier otro cuerpo que participan en actos reprochables -sean muchos o pocos, que afortunadamente son pocos- se sienten permanentemente justificados por el mero hecho de llevar placa y uniforme.
Si tu entorno, los que te quieren, los que te respetan, te dicen que algo es reprochable, excesivo o ilegal ¿no te resultará más fácil darte cuenta de ello que cuando te lo gritan aquellos a los que tú has convertido en tus enemigos cuando en realidad son parte de aquellos a los que debería proteger y servir aunque no piensen como tú?
Así que no le están haciendo ningún favor a la Guardia Civil en Melilla, a los antidisturbios en Madrid o Barcelona o cualquier otro cuerpo cuando callan y justifican los actos desmedidos y piden a gritos que se resalten sus comportamientos adecuados.
Tal como yo lo veo, eso no es lealtad, es cobardía. Para con su país y para con el cuerpo que quieren o dicen defender. Si tu amigo, tu hermano, tu hijo, tu padre o cualquier persona cercana es policía no tiene que molestarte que se hable mal del cuerpo cuando participa en acciones reprochables, te tiene que parecer mal que participe en acciones reprochables.
Matar a pelotazos a un inmigrante que desembarca, golpear, humillar o maltratar a los ilegales en los centros de internamiento, saltar el ojo a una mujer que baja a por el pan de un pelotazo, golpear a una pareja en un portal durante una manifestación, calentar infiltrados las manifestaciones para justificar las cargas policiales o cualquiera de los incidentes deplorables que han protagonizado miembros de las fuerzas del orden no es lo habitual y no es el trabajo de la Guardia Civil, de la Policía Nacional ni de nadie. No es para lo que les pagan los ciudadanos de su país, no es su función y por eso conviene resaltar e incidir en ellos cuando ocurren.
No es odio ni es manía al las fuerzas del orden, no es radicalismo anarquista en la permanente búsqueda del caos. Es pura lógica y una necesidad social.
Lo otro, que hagan aquello que es su obligación hacer, no, no es reseñable. Que alguien haga su trabajo todos los días es lo que se espera de todo aquel que recibe un sueldo por hacerlo.
Y quien mantenga lo contrario creo que ni sabe de periodismo, ni sabe de lo que es un país y mucho menos lo que es la lealtad.
Y luego, claro, están los que consideran que todos esos hechos reprochables son en realidad la función de las fuerzas del orden. Pero a esos no les digo nada. Habrán dejado de leer este post en la segunda linea.
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