Después de muchos dimes y diretes, tras titulares que anunciaban el apocalipsis europeo por el nuevo gobierno griego y las constantes referencias al "izquierdismo" de su primer ministro como si fuera una enfermedad o un comportamiento antisocial y peligroso, Grecia y el Europa se han dado cuatro meses más para seguir igual. Es decir, seguirán cuatro meses buscando una solución. Al menos eso parece.
Y todo el mundo analiza quien ha ganado y quien ha perdido esta batalla, aunque en la prensa política española se empeñan desde la falsa izquierda a la anquilosada derecha en presentar este acuerdo -que es más bien un armisticio- como una derrota de esos radicales, populista que nada saben de política y van a llevar a Grecia al desastre.
Pero, más allá de quien ha ganado y quien ha perdido, está otra cosa, algo de lo que no suele hablarse, las motivaciones. La vida es la ciencia de los porqués más allá de los cómos y los cúandos. Y la política otro tanto.
Alemania, que no quería prorroga alguna, que intentaba imponer una vez más su criterio de Austeridad a cualquier precio -mientras el precio es la miseria más allá de sus fronteras, claro- se ha comido el sapo de esta extensión de cuatro meses por un solo motivo; La Europa de la Troika y el Eurogrupo, que durante los comicios griegos sacó pecho e hizo campaña por Samaras, exigiendo pagos, compromisos y recortes imposibles, se ha moderado por idéntico motivo.
Los mercados financieros. Calmar, apaciguar y tranquilizar a los mercados.
Vamos, como siempre. Ni por los ciudadanos, ni por sus principios políticos, ni por sus convicciones económicas. Solo por los mercados.
Porque el gobierno griego de Tsipras puede jugar una carta que ellos ni siquiera han visto en el tarot en el que han convertido la política económica europea.
Grecia ya está hundida, los mercados ya no confían en ella, las agencias de evaluación han tenido que añadir letras al final del alfabeto para calificar su deuda y el riesgo de inversión especulativa en el país.
Así que ya no tienen porque pensar en los mercados, no tienen porque inmolar a su población y su futuro en el altar de los mercados financieros. No van a confiar más en ellos porque renuncien a su intento de cambiar las cosas y si lo consiguen volverán a confiar en ellos.
Pero Alemania, el Eurogrupo y la Europa que ha basado su unidad y su progreso en un sistema económico que ya huele a podrido en su catafalco, aún los necesita, aún trabaja para ellos, aún necesita que los bancos, los especuladores financieros, los fondos buitre -que eso son los mercados, no nos confundamos- confíen en ellos para seguir inyectando fondos en sus deudas nacionales que crecen cada día y casi cada hora.
Así que ha demorado el problema, han firmado el armisticio provisional para que el euro no sufra más, para que sus dueños y señores no pierdan dividendos ni intereses.
Mientras todo el mundo duda de los actos del gobierno griego, nadie cuestiona las motivaciones de la Europa de las finanzas unidas.
Equivocado o no, Tsipras piensa en sus ciudadanos; equivocados o no el Eurogrupo solo piensa en sus amos, en los mercados, o sea en el dinero.
Yo sé que es lo que me inspira más confianza, ¿nos hemos parado a verlo así?
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