jueves, febrero 19, 2015

Dios y "el diablo" reducen nuestra política a la nada

Me encanta cuando la gente se indigna porque alguien la deja completamente en fuera de juego. Así que llevo unos cuantos meses de carcajada en carcajada, aunque uno se ríe por no llorar.
El conservadurismo español más tradicional y la progresía patria más rancia ya no saben donde mirar para encontrar el norte, para evitar quedarse boquiabiertos cada mañana en el desayuno.
Yültimamente lo que más les ha molestado a ambos es de nuevo el coletudo ese que tiene un partido que se ha descolgado diciendo que "El Papa y él luchan en la misma trinchera".
Los progresistas de pastel españoles se rasgan las vestiduras por el laicismo -uy, perdón anticlericalismo, el aborto, la religión en los colegios, el concordato y todas esas cosas que en realidad no articulan una sociedad ni un país. Y los conservadores por lo mismo pero a la inversa. Pero en realidad lo que les molesta ambos es otra cosa, algo mucho más insufrible para ellos.
A los de la izquierda -¿con respecto a quién?- les molesta que haya individuos como él en todos los países de la UE que les arrojen a la cara el recuerdo de lo que significa ser socialista, laborista, progresista y todos esos nombres que ellos utilizan como etiquetas vacías en sus discursos y mítines: A los conservadores -qué a estas alturas tampoco se sabe muy bien qué quieren conservar salvo sus fortunas-  un tipo argentino de avanzada edad que se empeña en vestirse de blanco y hacerse llamar Francisco les pone la cara colorada día sí y día también.
Tsipras, Iglesias, Miliband sacuden cada mañana a la anquilosada progresía europea.
Les recuerdan todos esos elementos de su ideología a los que renunciaron en un lento goteo de incoherencia para asegurarse medrar y el acceso y la permanencia en el poder. Desde la república hasta la justa distribución de la riqueza; desde la igualdad social -real, esto es decir de oportunidades económicas-, hasta la tributación justa; desde la capacidad de decisión popular, hasta los mecanismos de representación social abiertos; desde la independencia judicial hasta el gobierno honesto.
Desde Grecia, España e incluso la Pérfida Albión no hacen otra cosa que hacer temblar con el ariete de eso que era la izquierda y que dejo de ser la muralla de en lo que se han convertido los que se llaman progresistas, mientras ellos en su cada vez más inestable bastión solamente pueden arrojar pequeñas pierdas en forma de currículos falsos y fortunas personales como forma de defender su sitiada fortaleza.
Y los conservadores. Bueno de lo de esos ya es de traca. 
Su máximo dirigente espiritual, el cargo al que se volvían cada vez que querían justificar su intransigencia ideológica y su falsa moral, no pasa un día sin que les corra a collejas por los pasillos del Vaticano.
Que si Dios no es de derechas, que si ser cristiano no es tener hijos como conejos, que si la doctrina social de la iglesia debería acercarse mucho más a la izquierda que a la derecha, que si el celibato no es un dogma de fe, que si los transexuales tienen sitio en la iglesia, que si la especulación es incompatible con la fe, que si la acumulación fraudulenta de riqueza es una práctica aberrante...
Va y vuelve su mano abierta repartiendo guantazos a diestra y siniestra en el rostro de todo ese conservadurismo patrio de misa de domingo y vidas dobles, tiples y mafiosas. Desde el Opus Dei a los Neocatecumenales, pasando por los legionarios de Cristo; desde la Conferencia Episcopal al gobierno del PP de Mantilla en el Corpus de Toledo y terno negro bajo el botafumeiro de la Catedral de Santiago de Compostela.
Así que de repente miran a un lado y a otro y se dan cuenta que ya nadie les cree, de que ni los que se dicen de izquierda son izquierda para la izquierda ni los que se dicen conservadores y demócratas cristianos lo son para la más alta instancia del cristianismo.
O sea que va a ser que sí, que el coletudo Pablo tiene razón y al final miran al lado que mire todo el mundo niega con la cabeza y les vuelve la espalda por décadas de egoísmo social, corrupción e incoherencia ideológica y vital.
En fin, que ya no les cree a ninguno de los dos ni Dios ni el Diablo. O sea que no son nada.
Que mal rollo, ¿no?


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