Tardaron unas elecciones, un recuento de votos y unas rúbricas en conceder un Premio Nobel de La Paz a Barack Obama.
No se sabe si por ser negro y presidente, no se sabe si por prometer que iba a acabar con Guantánamo y no cumplirlo, no se sabe si por firmar un tratado de no proliferación de armas nucleares que solamente suponía deshacerse de lo inútil y anticuado, pero se lo dieron.
No se sabe si por ser negro y presidente, no se sabe si por prometer que iba a acabar con Guantánamo y no cumplirlo, no se sabe si por firmar un tratado de no proliferación de armas nucleares que solamente suponía deshacerse de lo inútil y anticuado, pero se lo dieron.
Hoy hay otras gentes, otros hombres y mujeres, nominados a ese premio y ya hay gente que empieza a protestar, a quejarse, a torcer el gesto porque no les parece bien.
No lo ven bien porque esos nominados cada día se levantan, buscan una dirección y clavan la cabeza en el suelo para orar a su dios. No es útil, es anacrónico y probablemente sea muy cansado. Pero no hace daño a nadie.
Protestan porque todos los días alzan su voz contra Francia, contra Rusia, contra Estados Unidos, contra el régimen títere y marioneta de El Asad y, claro, para aquellos del evangélico "el que no está conmigo está contra mi" son enemigos. Como todo vasco que quiera ser independendiente es un terrorista etarra, como todo musulman que hable de justicia es un yihadista, como toda mujer que no se conforme es feminista radical y todo hombre que no de la razón en todo a las mujeres es machista.
Y aquellos que no lo ven bien y que protestan no saben o se niegan a saber que esas personas han sido bombardeadas por todos los que arrojan sus cargamentos de furia, venganza y muerte sobre Alepo; que esas gentes han sido ametralladas por todas las facciones imaginables de todos los que en su locura, su ira vengativa y su crueldad comabten en Alepo, Palmira y todas las ciudades que ya casi ni existen del antiguo y verdadero califato.
Son la Defensa Civil Siria.
Cada mañana se levantan, se arrodillan y rezan a su dios porque algo tienen que hacer para mantener la esperanza. Y salen a las calles de las ciudades sirias a quitarles la razón a aquellos que dicen que su religión es guerra, sangre y muerte.
Buscan en los escombros, rescantan combatientes heridos de uno y otro bando, evacuán civiles. Hombres, sean musulmanes o no; mujeres, lleven velo o no. E insultan y llaman asesinos a gritos a los que han acabado con la vida de los niños cuyos cadáveres se ven obligados a transportar. No importa que el asesino sea Al Qaeda, Rusia, Isis, Francia, Estados Unidos o El Asad.
Reclutados por un gobierno que ahora les da la espalda, adiestrados por unos servicios secretos que ahora les dan caza cada vez que protestan por la muerte indiscriminada, las matatanzas o las limpiezas étnicas que se ocultan tras supuestas ofensivas contra Isis, estas gentes de paz solo tienen un amigo, su pueblo, y muchos enemigos. Lo mismo que su gente, lo mismo que su país.
Cada mañana se levantan, se ponen un casco en la cabeza y un chaleco antibalas alrededor del pecho y salen a las destruidas calles a quitarnos a todos los occidentales átlanticos la razón.
Por que ellos no creen que "no haya otra forma de luchar contra el terrorismo", porque ellos no creen que el sufrimiento civil, la muerte por hambre del asedio o las bajas colaterales de un bombardeo sean necesarias, sean imprescindibles.
Porque en una guerra que iniciamos hace siglos y que ahora nos estalla en nuestros parques y nuestras casas, en una guerra que cuenta sus bajas por millares, por millones, ellos se esfuerzan por cada vida.
No piensan que una sea despreciable, que una sola bomba no importe, que un bombardeo "accidental" a un hospital o un cuartel de la Defensa Civil pueda quedar impune. Porque ellos no suben una foto de un niño muerto a Twitter mientras otros miles mueren de hambre y de enfermedades y luego pasan la página del periódico para ver porqué se han divorciado Angelina Jolie y Brad Pitt o qué le ha pasado al Real Madrid en Las Palmas donde solo ha podido empatar.
No piensan que una sea despreciable, que una sola bomba no importe, que un bombardeo "accidental" a un hospital o un cuartel de la Defensa Civil pueda quedar impune. Porque ellos no suben una foto de un niño muerto a Twitter mientras otros miles mueren de hambre y de enfermedades y luego pasan la página del periódico para ver porqué se han divorciado Angelina Jolie y Brad Pitt o qué le ha pasado al Real Madrid en Las Palmas donde solo ha podido empatar.
Así que todo aquel que crea que defender la guerra es defender los principos occidentales de libertad; todo aquel que cree que cerrar mezquitas, amedrentar a mujeres musulmanas por llevar velo o mirar a otro lado mientras millones de personas son masacradas por nosotros y nuestros enemigos en Irak, Siria, el kurdistán turco, Yemen... que se plante a una de las devastadas sedes de la Defensa Civil Siria.
Que se ponga un casco en la cabeza y un chaleco en el pecho y mientras les ayuda a rescatar a moribundos de entre los escombros y llevar cadáveres de niños a las morques también bombardeadas les diga que "ese es el camino para acabar con el terrorismo yihadista", que "es la unica manera de evitar la islamización de Europa" o que "la culpa es de los yihadistas que nos han obligado a eso".
Que se ponga un casco en la cabeza y un chaleco en el pecho y mientras les ayuda a rescatar a moribundos de entre los escombros y llevar cadáveres de niños a las morques también bombardeadas les diga que "ese es el camino para acabar con el terrorismo yihadista", que "es la unica manera de evitar la islamización de Europa" o que "la culpa es de los yihadistas que nos han obligado a eso".
Por suerte para la falsa conciencia colectiva occidental y por desgracia para la Defensa Civil Siria el jurado del Premio Nobel de La Paz no está fomado por Montesquieu, Joshua ben Jusseff, Quincy Adams, Diderot, Juasn Bautista, DÁlambert, Muhamad, Thomas Paine y Ṣalāḥ ad-Dīn. Porque si asi fuera desde los padres del estado de derecho hasta el mesias cristiano, desde los padres del estado liberal hasta el profeta del desierto les darían el Premio Nobel de La Paz o lo declararía desierto porque nadie salvo ellos está luchando por la paz, no por la victoria, en Siria.
Y que se lo demos nosotros no vale. Nosotros somos unos de los que les están matando.
Y que se lo demos nosotros no vale. Nosotros somos unos de los que les están matando.
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