Lo del gobierno que nuestras urnas nos echaron encima ya empieza a ser de eso que las abuelas decían cuando eras demasiado descarado, cuando pretendías disimular pero se te notaba. Al inquilinato de Moncloa comienza -o mejor dicho continua- viéndose el plumero. Pero ya es uno de esos plumeros de avestruz, de los de doncella francesa de fantasía erótica, de los que hacen época.
Ya el rescate bancario mientras se hace naufragar a su costa todo el resto de la sociedad es de una forma de demostrar quienes les importan y quienes no; ya la sistemática venta por partes de la sanidad a sus amistades y parentelas dejan ver para quienes buscan beneficios con su acción de gobierno; ya el camino privatizador de la educación buscando el mejor posicionamiento de la escuela católica en los conciertos manifiesta claramente qué ideologías pretenden defender a costa de la libertad de elección de todos.
Pero ahora con los escarches, con la conciencia ciudadana de sus constantes mentiras y su falta de compromiso con la sociedad que están destruyendo, la pluma que se muestra de su plumero es otra, es la de cual es su verdadero objetivo, cual es su verdadero punto de vista sobre el mundo y sobre la sociedad sobre la que gobiernan.
Para empezar hacen lo de siempre, intentan cambiar las reglas, intentan inventarse normas que les protejan, que eviten que los demás les "violenten" con el recuerdo constante de su conciencia social e íntima está adormecida por el dinero y el interés personal, sino muerta completamente.
Luego pretenden cambiar la realidad modificando arteramente la percepción de los que la viven. Buscan similitudes con los nazis, pero ignoran las que existen con los que persiguieron a los militares represores argentinos hasta que fueron llevados a juicio; quieren hacer ver que los escarches a políticos son un signo totalitario cuando el obviar las recomendaciones de todo el poder judicial sí lo es, cuando el ignorar los requerimientos sociales también lo es, cuando el mantener una ley que tiene párrafos idénticos a la de empréstitos alemana de 1932, promulgada por el régimen nacional socialista para incautarse impunemente de los bienes judíos es una similitud mucho más directa y llamativa de la que nada dicen.
Intentan convertir a los "escarchadores" en terroristas cuando el auténtico terror lo producen ellos y las entidades bancarias por ellos protegidas y salvadas cada vez que obligan a un agente judicial a llamar a una puerta con una orden de desahucio.
No olvidemos que ahora mismo Bankia -la principal ejecutora de hipotecas- es propiedad del Estado, lo que significa que el Gobierno ha desmantelado la sociedad con el conseguir los fondos financieros necesarios para mantener abierta una entidad bancaria que ahora se dedica a ejecutar desahucios y aumentar la miseria de la sociedad que está pagando su rescate. Sería irónico si no fuera trágico.
Pero lo más grave, lo que les deja ver el plumero completo de su objetivo con el gobierno es su primera reacción al escarche y un nombre: Lo primero que hacen es multar a Jorge Vestrynge.
El amigo Vestrynge que ha pasado por el arco ideológico más increíblemente amplio que va desde el progresismo ochentero a la ultraderecha alcalaína de cabezas rapadas y chicos buenos de corbata y pantalones de pinzas, no es santo de la devoción de aquellos que han accedido por desesperación a esta estrategia de presión ni siquiera es su ideólogo ni su impulsor, se ha sumado a ella a última hora, como para sacar tajada -al menos mediática- del asunto, pero ellos se centran en él.
Tienen las identificaciones de cientos de nosotros conseguidas a cambio de su números de placa en cada desahucio paralizada, en cada acción, tienen el nombre y el apellido de todos los que han presentado -incluso en una rueda de prensa- estas iniciativas. Pero ellos van a por Vestrynge.
¿Por qué?
No tiene nada que ver con el escarche, no tiene nada que ver con los desahucios, tiene que ver con el hecho que sacó hace un par de meses al bueno de Jorge del retiro en el que la historia y la falta de apoyos dentro de su propio partido le habían impuesto.
Tiene que ver con que ese señor fue el primero que reconoció públicamente que Génova, 13 era más parecido a una estafeta de correos por donde pululaban sobres en todas direcciones y a un garito del la Ley Seca en los años 20 donde todo se pagaba con fajos enrollados y sujetos con gomitas de dinero manchado y delictivo que a la sede de un partido político honesto y democrático.
Van a por Vestrynge porque el amenaza lo único que les importa, la permanencia en el poder.
Y los escarches son secundarios, como lo es la ideología católica en la educación, como lo es el apoyo a ultranza a una banca negligente, irresponsable y delictiva, como lo es la venta de la sanidad a amigos, maridos y parientes.
Todos ellos son compañeros de viaje, son recursos necesarios y asumidos pero no objetivos. Si hay que vender el alama a la banca para conseguir apoyo financiero, se vende; si hay que alquilar la ideología a un credo para que los jerarcas del mismo vean en ti al nuevo cruzado que les ayudará en su soñada segunda reconquista teocrática de Hispania se hace; si hay que tener contentos a socios y genealogías para que te ayuden de forma vasallática, se les tiene con prebendas nepotistas y concesiones sustanciosas.
Porque él -dentro de su estrategia, que seguro que la tiene y no es por el bien social, es de temer- que es el peón que ha roto el enroque, que decidido una apertura por su cuenta que ha dejado al descubierto la linea de ataque por la cual Génova puede perder el poder pese al apoyo bancario, el soporte ideológico teocrático y los posicionamientos nepotistas.
La linea que deja abierta la diagonal entre el rey que pretende reinar sempiterno en los pasillos, los despachos y los aposentos de Génova, 13 y Moncloa y la reina que desde lejos, amenazada por múltiples piezas encuentra una forma de pergeñar una ataque y poner en jaque a su adversario.
Entre el rey negro -negro como el dinero, como los sobrecogedores genoveses- del poder y la reina blanca -blanca como la marea, como la bandera- de la sociedad a la que ese poder pretende exprimir.
Y una simple multa a Jorge Vestrynge explica todo eso. El plumero ya es demasiado grande y polvoriento como para que puedan impedir que lo veamos.
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