Los hay que dicen que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Es muy occidental, muy atlántico, muy nuestro eso de no meterse en jaranas por aquello de que no nos va el riesgo y que parece que polemizar nos hace desagradables, no malos ni perversos, pero desagradables. Y no vaya ser que esa condición de desagradables nos prive de nuestras posibilidades de juerga de viernes por la noche o de polvo de fin de semana.
Pero como no siempre esos van a ser los intereses y desde luego no lo son en este caso, hay veces que el mejor desprecio es precisamente hacer desprecio. Y más cuando la persona despreciada está mostrando una y otra vez el desprecio por todos y por todo.
La Santa Cospedal, que a ella va referida toda esta diatriba inicial -salvo en lo de los polvos de fin de semana, claro está- se descuelga despreciando los escarches tildándolos de totalitarios y nazis. Y eso es un desprecio mayúsculo que exige uno similar.
Porque es un desprecio utilizar el aparato público para los beneficios privados y propios. Y que los servicios legales de la Junta de Castilla La Mancha se encarguen de defender el honor de su marido es un ejemplo muy claro, como lo es otorgar concesiones millonarias al que duerme con ella desde su posición de gobierno o desde de la de sus compañeros de partido. Es un desprecio fascista y totalitario. No lo digo yo. Está en los libros. En los de historia, no en los catecismos.
Porque es un desprecio defender una política sanitaria que pretende privar de la atención sanitaria - y la educación, y sino al tiempo- a "todo aquel que no acredite su condición de español sin lugar a ninguna duda y desde un tiempo que garantice su contribución a la nación y su progreso" .
Y la patrona del recorte dirá que esas palabras no son suyas y tendrá razón. Es el prefacio de la Ley de Voluntad y Atención Públicas, promulgada en 1933 por Goering si se sustituye el español por ario alemán. Pero la similitud, la absoluta concomitancia de esas frases con la política sanitaria que defiende su partido, es un absoluto desprecio. Este ya ni siquiera es fascista. Es directamente nazi.
Y También es un desprecio mantenerse en la defensa de una ley que los jueces -últimos responsables de su aplicación y depositarios de la soberanía popular en cuestiones legales- consideran arcaica y abusiva. Despreciando los constantes requerimientos de los tribunales internacionales, permitiendo desahucios que luego son contravenidos por esas instancias judiciales. Es un desprecio tan totalitario que atenta directamente contra la división de poderes, pilar de la democracia más básica. Vamos, digno de aquel que dijo que "ningún juez está capacitado para frenar u obstaculizar el avance de la nación y la visión que para ella tienen sus líderes ungidos" que, por si el breviario de cabecera de la ínclita María Dolores no recoge la cita, fue un momento más que celebrado del discurso de graduación de la primera promoción de la Gestapo a cargo de un individuo de nombre Adolfo y de apellido aciago para la historia.
Pero el mayor desprecio es permitirse el lujo de acusar a otros -cuyas actividades pueden ser cuestionables legalmente, no lo niego- de nazis cuando mantiene la aplicación de una ley hipotecaria novecentista que curiosamente solo ha sido remodelada una vez, en 1941, para incluir unos curiosos artículos que permitían desahuciar a aquellos "que hubieran actuado en perjuicio de España o alentado, ocultado o ayudado a sus enemigos", Algo calcado de otra ley, la alemana De Empréstitos, que permitió al gobierno nazi dejar sin casa a todos los los judíos. Una reforma que posibilitó a falangistas, requetés y nacional católicos en general hacerse con las propiedades de los que habían luchado o simplemente simpatizado con el bando republicano tras la Guerra Civil Española.
Cuando desprecia la sociedad, la realidad, la democracia y la justicia para mantener una ley que, ahora mismo, permite desahuciar a los ciudadanos en beneficio del Estado porque, la intervención financiera y el rescate bancario han convertido a Bankia, el principal desahuciador de este país, en parte del aparato del Estado, que solamente ejecuta hipotecas para cuadrar sus cuentas. El mismo desprecio por la justicia que mostraran Juan Sin Tierra de Inglaterra, Stalin o Hitler. En eso la Santa Cospedal puede elegir ejemplo a seguir. Totalitarismo a la carta.
Los escarches están hechos como ultimo recurso para evitar que un Gobierno, que utiliza al Estado de la forma más totalitaria y fascista que se recuerda, deje a los ciudadanos sin vivienda para defender los intereses financieros de la élite que han decidido proteger. Las marcas de viviendas judías en la Alemania nazi buscaban lo contrario. Fueron los nazis los que dejaron sin casa a los judíos, santa Dolores, fueron los nazis.
Así que dime, santa patrona del recorte, ¿quién se parece más a quien? Y si tienes problemas para responder a esa pregunta contempla la imagen. Recurre a la memoria visual.
Y el desprecio no viene motivado por lo que dices viene motivado por lo que haces, por lo que defiendes y por lo que ocultas. No te desprecio por ser María Dolores de Cospedal sino por ser una de las últimas esperanzas del nazismo ideológico en Europa.
Nuestros actos y objetivos nos definen, María Dolores, nuestros actos y objetivos nos definen. Por mucho que te intentes llenar la boca diciendo lo contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario