Una de las formas de pensamiento más recurrentes en este Occidente Atlántico nuestro es la que se empeña en compartimentarlo todo. Los problemas se abordan, se expresan y se afrontan -cuando no se huye de ellos, que es casi siempre- de forma individual, por separado, sin intentar integrarlos en una visión de conjunto de nuestra existencia. Quizás sea fruto de nuestro endémico individualismo o simplemente sea un mecanismo de defensa que intenta impedirnos descubrir de forma inconsciente que el único factor común de nuestros problemas somos nosotros mismos y que es una opción más que plausible que, por ese simple hecho, tengamos una parte de responsabilidad en ellos.
Y en esta crisis nuestra que no es crisis hay muchos que se empeñan en hacer lo mismo. "Vayamos por partes, dicen". Se empeñan en considerar la tragedia de los desahucios como algo separado de la venta de lo sanitario a lo privado y está aparte de la Reforma Laboral, que a su vez se afronta como si no tuviera nada que ver con los recortes educativos o la Reforma de las Pensiones o con la sacralización de los mercados o con la corrupción política.
Y claro, como en otras muchas cosas que se relacionan con lo que es y debería ser nuestra sociedad, nos equivocamos de medio a medio porque, como diría Charlie Crews, el personaje central de la serie Life, interpretado por el ahora archiconocido actor protagonista de Homeland: "No puedes vivir pensando las cosas por separado. Todo está relacionado".
En esta batalla que nos han obligado a emprender por la supervivencia de lo nuestro contra aquellos a los que nuestros sufragios colocaron en Moncloa la prueba de la incontestable veracidad de esa afirmación no es un documento, no es una complicada explicación filosófica, no es una cadena de relaciones imposible de seguir y de probar. Es algo tan simple, mundano y escatológico como un vómito.
Un vomito cae en un Centro de Salud de un pueblo madrileño y no hay nadie para recogerlo. Al menos no hay nadie para recogerlo hasta el día siguiente.
No hay nadie porque los recortes en sanidad han quitado recursos económicos al centro y han hecho que haya menos turnos de limpieza en un espacio sanitario donde la limpieza no es otra cosa que una absoluta necesidad.
Y esa es la explicación individual, la que aborda un solo problema, pero solamente es la punta del iceberg. Porque el recorte en limpieza supone que el Gobierno de la Comunidad de Madrid ha decidido gastar 35 millones de euros en la limpieza de los centros de atención primaria y ahorrarse 18 de los que gastaba hasta ahora.
Pero ha decidido conceder el contrato a una sola empresa Ferroser, filial de Ferrovial. Unos recortes que también incluyen otro de esos factores aparentemente no relacionados -o que algunos pretenden separar- como es la privatización de la gestión. Porque la gestión de la limpieza es privada, es una concesión.
Pero ha decidido conceder el contrato a una sola empresa Ferroser, filial de Ferrovial. Unos recortes que también incluyen otro de esos factores aparentemente no relacionados -o que algunos pretenden separar- como es la privatización de la gestión. Porque la gestión de la limpieza es privada, es una concesión.
Y aquí es donde empiezan a entrar otros factores.
Porque Ferrovial es una de esas empresas que se han acogido a la amnistía fiscal, porque su propietario ha pagado de tapadillo 200 millones a Hacienda para evitar males mayores, porque Ferrovial es de los que pagaron comisiones a Convergencia y Unió, porque el PP andaluz defiende a la empresa a capa y espada en sus problemas cordobeses y porque en algunas partes del sumario de Bárcenas, los sobres y las comisiones aparece el logo de esta empresa en letras de neón.
Así que ya no hablamos solo de recortes, hablamos de corrupción política, de nepotismo. De repente un problema se transforma en dos que ya no pueden verse por separado.
Pero, aún así, pese a los recortes y el nepotismo, nuestro vomito ambulatorio, que ya empieza a convertirse en un surrealista monumento a la destrucción social, no tendría porque seguir en el suelo. No tendría porque si no fuera por la intervención de otro factor de esos que parece que no tienen nada que ver entre sí.
Si seguimos con la mirada la linea de cinta aislante negra que en la pared de la casa de Charlie Crews lo relaciona todo, nuestros ojos acaban posándose en ni más ni menos que un ERE presentado por la empresa unos días después de recibir el contrato. Señoras y señores, con ustedes la Reforma Laboral.
Y ese ERE supone prejubilaciones, reducción de jornadas y de sueldos. Una empresa que acaba de recibir un contrato de 35 millones de euros reduce plantilla y eso sí comienza a ser el motivo de que nuestro vómito siga en un suelo en el que no debió de mantenerse más de unos pocos minutos, eso ya empieza a hacer plausible que el recorte y la corrupción sean factores que originen esa dantesca situación.
Y el motivo de que el ERE progrese no es otro que el hecho de que la empresa y su matriz han descendido en sus beneficios. Y por eso hay que hacer todo lo posible para que no sigan por esa vía porque entonces la cotización temblará, descenderá y los mercados reaccionarán negativamente.
¡Vaya hombre!, los mercados, esa tiranía absurda e invisible que parecía que en teoría no tenía nada que ver con todo esto. Por si no tuviéramos bastante para fijar nuestra regurgitación al suelo con los recortes, la gestión privada, la corrupción y la Reforma Laboral ahora se nos une el sacrosanto miedo a los mercados para hacer fuerza.
Así que si nada de eso es suficiente para aplacar a la bestia mercantil compuesta por las fauces de los inversores especulativos, el ERE se transformará en despidos y estos en paro, en hipotecas impagadas, en desahucios, etc.
Así que parece que un sólo vómito es consecuencia de muchas cosas y causa posible de otras tantas. Un solo vómito en el suelo de un centro de salud.
De modo que la próxima vez que creamos que porque el Gobierno nos promete recuperar la paga extra nuestra lucha ha terminado, recordemos el vómito.
Cuando los gobernantes nos aseguren que no nos tocarán la pensión porque el cambio empezará dentro de diez años y creamos que nuestras protestas tienen que acabar, fijemos nuestra mirada en el suelo de un centro rural de Atención primaria madrileño.
Cuando tengamos la tentación de dar nuestra lucha por terminada porque los jueces nos digan que no nos van a embargar quizás deberíamos pensar en la nausea y el pavimento.
La próxima vez que creamos que si nos dan la beca no nos afecta la reducción de profesores interinos o la eliminación de los desdobles, que si nos dicen que se ampliarán los criterios para el tramo mínimo de pago de las medicinas recetadas ya no tiene nada que ver con nosotros que jubilen obligatoriamente a cientos de profesionales médicos o privaticen la gestión de hospitales, que si meten en la cárcel a un par de políticos la corrupción y el nepotismo ya están vindicados, tal vez deberíamos pensar en Charlie Crews.
"Todo está relacionado"
Y nosotros tenemos que batallar en todos los frentes al tiempo y por igual. Es más cansado, menos individualista, menos nuestro. Pero es lo único que podemos y debemos hacer.
Y nosotros tenemos que batallar en todos los frentes al tiempo y por igual. Es más cansado, menos individualista, menos nuestro. Pero es lo único que podemos y debemos hacer.
Eso, o dejar para siempre el vómito en el suelo del centro de salud hasta que se convierta en una reliquia arqueológica de una sociedad que desapareció víctima de su propio egoísmo.
Y no, no me he olvidado de relacionar la Reforma Educativa con todo esto. Esa solamente pretende lograr que no sepamos quejarnos ni enfrentarnos a todo lo demás.
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