Uno de los recursos continuos del Gobierno con sufrimos por mor de nuestras urnas para justificar todos los excesos contra los derechos laborales que está llevando a cabo es la necesidad de incentivar la creación de empresas que, según ellos, originarán a su vez riqueza y empleo.
No es que la teoría no sea cierta pero el problema es que ese empleo llegará cuando la remuneración por él haya bajado tanto que apenas haya diferencia para el asalariado entre trabajar y no trabajar a la hora de no llegar con su dinero a fin de mes.
Pero, como para justificar esa posición teórica que se les está desmoronando cada vez que asoman la cabeza por las ventanas de Moncloa y se detienen a contar el en continuo ascenso número de parados, las huestes de Rajoy se han lanzado a lo que muy ampulosamente han llamado Ley de Emprendedores. Es decir, la normativa que supuestamente conseguirá que se creen todas esas empresas que contratarán a los seis millones de parados y nos harán vivir plenamente felices y acomodados para siempre. Amen.
Y como suele ocurrir en todo, a la corte genovita se le ve el plumero, se les destapan las vergüenzas. Como cada vez que tiran de pluma o teclado para redactar una ley se les queda la nalga al descubierto.
Comienzan con algo que resulta cuando menos sorprendente: el empresario, en caso de desastre, endeudamiento y ruina, no tendrá que responder con su casa pese a que para su negocio haya pedido un préstamo hipotecario.
¡Vaya hombre! O sea que una avalista privada de 71 años se queda sin casa porque su hijo no puede pagar las mensualidades de un crédito del que le quedan por pagar 11.000 euros y un emprendedor no la pierde aunque se haya metido en un negocio inviable, sin asesoramiento, sin capacidad de gestión y sin valorar si la situación del mercado estaba para ruidos.
Curioso principio para ellos, intransigentes defensores de la familia en otros campos. Ayudar a un hijo tiene funestas consecuencias, cagarla en un negocio no.
Pero la cosa no acaba ahí. Sigue y sigue. Cuando la estupidez ideológica se desata resulta casi imposible contenerla. Ni siquiera con la realidad.
De esta impunidad -responsabilidad limitada, la llaman ellos- quedan excluidos los pagos a la Seguridad Social y a Hacienda. Nada que decir sobre los primeros puesto que repercuten en terceros, en los trabajadores, pero ¿me están diciendo que Hacienda tiene prioridad sobre los acreedores privados?, ¿no eran ellos los liberales económicos?
De modo que todos los otros emprendedores que han abierto empresas que suministran a ese emprendedor arruinado o moroso se quedan sin cobrar porque él solamente puede satisfacer los pagos a Hacienda y a su vez dejan de pagar a sus proveedores. Curiosa hermandad para el desastre.
La Hacienda española, que puede desprenderse con incomprensible magnanimidad de miles de millones defraudados y sacados al extranjero en una amnistía fiscal que incluye al ex tesorero del partido gobernante, que puede demorar y refinanciar hasta la extenuación las aportaciones autonómicas de Valencia y Madrid, entre otras comunidades, que puede prescindir de los impuestos que debería pagar un magnate del juego semi esclavista o renunciar a los ingresos del IBI de la jerarquía católica o a los que debería ingresar de las licencias de obras o adquisiciones de suelo para la edificación de colegios religiosos privados, no puede permitirse el lujo de demorar, renegociar o suspender temporalmente los pagos al erario público de un emprendedor en beneficio de que salde las cuentas con aquellos que necesitan también esos ingresos para mantener su empresa o su sueldo.
O sea que el emprendedor, el supuesto paladín salvador que acudirá a lomos de su caballo blanco a rescatar a los desempleados españoles y a conducirlos hacia un horizonte de riqueza compartida y mejora económica, puede perder su casa por no pagar a Hacienda pero no por no pagar a sus trabajadores, sus proveedores o sus acreedores. Un concepto interesante.
Y luego está el IVA de caja. O sea que no se paga el IVA hasta que no se cobra la factura. Pero claro, como este gobierno nuestro en lo que se refiere al mundo empresarial no puede obligar a nada, -bueno no quiere obligar a nada-, la cosa tiene sus trampa.
Mientras una empresa no pague el IVA de una factura que no ha cobrado la otra no se lo puede deducir de esa misma factura. O sea que todo el que se acoja al IVA de caja perderá clientes que preferirán seguir usando el otro modelo para poder deducirse el IVA cuanto antes.
¿Y a quien beneficia eso? Pues a los de siempre. A las grandes empresas, a aquellos que tienen la capacidad de especular con sus facturas por su volumen, de demorar o anticipar los pagos en función de su conveniencia.
¡Mira tú! una Ley de Emprendedores que acaba beneficiando a las grandes empresas.
Si el IVA de caja fuera el único modelo sería bueno. Las pequeñas empresas lo llevan demandando desde hace años, pero si convive con el actual solamente contribuirá a robarles clientes a manos de empresas más grandes y asentadas que sí podrán mantenerse en el sistema de pagos anticipados.
Por no hablar de las inmensas posibilidades de fraude que abre esa doble contabilidad obligada. Curioso.
Es de suponer que ya habrán previsto una solución para eso dentro de un par de años en forma de amnistía fiscal.
Y para rematar la faena, quizás por aquello de la proverbial religiosidad que ahora impregna los pasillos de Moncloa, esta el Business Angel.
¿Quién es este ángel de los negocios?, se podrían decir muchas cosas, pero en esencia es aquel a quien siempre protege y beneficia este Gobierno, aquel para el que hace todas las leyes y en cuyo altar coloca todos los sacrificios que nos impone: el especulador -¡Uy, perdón, quería decir el inversor!
Una persona que desgravará el 20% del capital en la inversión en una nueva empresa hasta 20.000 euros y que luego podrá vender su participación sin pagar un duro de impuestos por sus beneficios siempre y cuando utilice una parte para repetir la inversión en otra nueva empresa.
Alguien que creará un ciclo sin fin de movimientos financieros en los que abandonará una empresa cuando empieza a decaer para crear otra nueva y embolsarse sus beneficios libres de impuestos, poniendo en marcha una cadena de constantes nuevas empresas que hincharán falsamente la actividad empresarial y que al final, cuando deje de apoyarlas harán lo que están condenadas a hacer, hundirse de nuevo.
¿Nos suena el concepto burbuja de algo? ¿nos suena de algo el término fiasco de las .com en Estados Unidos?
O sea que en realidad el Gobierno y su ley Emprendedores no están ni beneficiando al emprendedor, ni creando un modelo nuevo de economía. Están reiniciando el ciclo del desastre, del milagro convertido en infierno, del crecimiento transformado en hundimiento.
Están volviendo a llenar de aire y humo otra burbuja en la que volverán a ganar los mismos, los inversores y volverán a ser arrasados los mismos, todos los demás. Incluidos los emprendedores. Eso sí, podrán conservar su casa si pagan puntualmente a Hacienda.
Bienvenidos al eterno retorno.
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