Se dice que un signo evidente, un síntoma incontestable, de esa enfermedad que te hace disociarte de la realidad, crear tu propio mundo de ficción y habitar en él, es el rito del mantra, repetir como una letanía continua e incontrolada la frase o el concepto que confiere estabilidad a esa realidad inventada como si así, por puro efecto acumulativo, esa visión fuera a cobrar sustancia material y a convertirse en real.
Pareciera que eso es lo que les sucede a nuestros actuales gobernantes con todo lo que les rodea. Creen que repetir doquiera que sea posible que han cumplido con su deber convertirá la realidad de su falsedad electoral, de su perdida legitimidad democrática -recordemos que esa legitimidad no solamente la confieren los votos, la confiere el cumplir aquello para lo que se te votó- en su fantasía de honor y honra satisfecha; creen que repetir hasta la saciedad que no había otra manera de "salvar España" que rescatar a los bancos y aplicar su tijera desmedida a todo lo público transformará su cerrazón ideológica y su búsqueda del beneficio propio en la realidad de la necesidad de esos recortes.
Pero hay otro mantra, otra letanía, que se está haciendo más presente, más patéticamente continua. Aquella que pretende convertir a todos los que se les oponen, a todos los que no piensan como ellos, a todos los que les llevan la contraria en seres malvados y retorcidos. Ese delirio continuo y constante que es el síntoma más relevante de su creciente paranoia.
No es nuevo. No es de ahora. Una enfermedad mental tarda mucho tiempo en desarrollarse.
Otrora fue pretender que todo nacionalista era terrorista, que todo republicano era anti español que todo vasco era etarra, que todo opositor era dirigido en la sombra por el PSOE. El monstruo de su delirio ha tomado múltiples rostros y siempre se ha repetido una y otra vez en un intento de hacerlo real.
Pero quizás sea porque el PSOE ahora está de capa caída y no da miedo, porque ETA está extinta y no produce terror o porque el egregio habitante de la Zarzuela y su regia familia viven las horas más bajas de su popularidad desde la carga de los mamelucos de 1808, ahora han encontrado un nuevo rostro que ponerle a su paranoia a ese intento de generar el más profundo terror en la población. En su continuo y constante intento de introducir en la mente de la población del terror a un monstruo inexistente que mantenga alejados sus pensamientos de sus acciones de gobierno. Es decir, en su intento de gobernar y controlar mediante el terror, de ser terroristas.
Ahora el monstruo es el nazismo. No hay otra cara. No hay otra palabra, no hay otra comparación que salga de las gargantas y de las declaraciones de los políticos del Partido Popular y de los inquilinos de Moncloa.
Y no han encontrado mejor forma de hacerlo que a través de los medios de comunicación que en otro tiempo eran públicos y que ahora ellos consideran propios. Como los jueces les niegan una y otra vez la posibilidad de convertirlos en herramientas propias, como el sistema judicial les impide destruirlos, limpiarlos de todo aquel que no comulga con las ruedas de molino de su ideología, ellos deciden utilizarlos para llamar nazis a todos aquellos que se les oponen
Televisión Española compara a ETA -eta es un valor seguro- y al nazismo con los escarches en el reportaje más ideológicamente sesgado que se recuerda desde el Caso Dreyfus; aquellos que se han quedado en Telemadrid para ser voceros de la ideología gobernante acusan de nazis a los manifestantes delante del Congreso de los diputados y, en la última vuelta de tuerca se inventan un reportaje sesudo sobre como el repentino soberanismo de Artur Mas le hace entroncar en el lenguaje con Stalin y su agitpro y sobre todo con Hitler y el nazismo -sin desmerecer a ETA-.
Y ahora se supone que habría que empezar a hablar de Artur Mas y su soberanismo, ahora se supone que habría que desmontar esa comparación, que habría que discutir si es procedente, si es excluyente o si es tan arcaico y retrógrado como el soberanismo y el nacionalismo españolista que esgrime el PP, basado en la bandera y la gloria deportiva.
O se supone que, pese a que miembros del Tribunal Supremo y del Tribunal constitucional y jueces de varias salas de la Audiencia Nacional y de diferentes audiencias provinciales, han afirmado que los escarches no violentos son permisibles, habría que desentrañar y desmentir ese paralelismo inventado del escarche con las marcas de judíos en la locura nazi de la Alemania de los años treinta del pasado siglo.
Pero aunque eso sea lo que pretende el partido popular para que la imagen del escarche y de Artur Mas se ligue en el inconsciente colectivo al único monstruo que les queda por utilizar, no hay que hablar de eso.
Hay que hablar de Martin Ebon y del últimamente omnipresente Joseph Goebbels.
El segundo ya nos suena y nos lo vemos venir pero ¿Quién diantres es Martin Ebon?
Pues es un alemán de Hamburgo que emigró a Estados Unidos en 1938, antes de la Segunda Guerra Mundial, después de poner en marcha cierto sistema de información y comunicación en su país natal y que luego fue oficial de información y propaganda del estado Mayor Estadounidense durante esa guerra y máximo responsable de contra información del Telón de Acero -o el bloque del Este, como se le llamaba eufemísticamente al imperio soviético- hasta que se jubiló con la caída del Muro de Berlín.
Y ¿por qué hay que citar a este individuo? Por esto
"La principal herramienta de la agitpro soviética era el uso interno de los medios de comunicación masivos para mantener a su población en un constante estado de miedo y enfrentamiento contra todo aquello que se opusiera a la visión que se pretendía difundir desde el apartado del Estado Comunista controlado por el partido (...) Desde los años cincuenta la televisión fue la herramienta fundamental utilizada para esa función, sustituyendo plenamente a la cartelería y las publicaciones y relegando a un segundo nivel a la prensa escrita y las emisoras radiofónicas (...) Se basaba en la manipulación de citas e imágenes para hacer ver que toda los problemas de la sociedad occidental partían del capitalismo y de su injusto reparto de la riqueza entre las clases sociales"
Y, por si no hemos tenido bastante:
"Asimismo, se buscaba comparar la supuesta decadencia del sistema occidental con periodos pasados y temidos de la historia de Rusia como el reinado zarista, la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial para hacer temer a la población de forma subconsciente que el triunfo del capitalismo sería un retorno a esas formas de sociedad servil, cruel e injusta". The Soviet Propaganda Machine ("La maquinaria de
propaganda soviética"), Martin Ebon, McGraw-Hill, 1987
Pero quizás sea mejor acudir a las fuentes, al bueno de Joseph.
Pero quizás sea mejor acudir a las fuentes, al bueno de Joseph.
"Es por tanto función de esa nueva y técnicamente milagrosa visión de la imagen grabada ponerse al servicio de la Nación y engrandecer sus valores ante los ojos de los admirados ciudadanos. (...) Debe también servir para mostrar ante todos la perversidad de aquellos que se oponen a la grandeza y la visión de un futuro glorioso para la nación alemana ya que puede mostrar como concomitancias intrínsecas a su naturaleza perversa y depravada similitudes que esos enemigos de Alemania y su grandeza hasta ahora presentaron como similitudes casuales (...) Mostrarle al alemán ario en toda su crudeza como el judío, el comunista o cualquiera de las otras alimañas de las que debe liberarse la nación entroncan con aquellos que a lo largo de la historia han participado en todas las conjuras que han pretendido privar al Reich de su destino de grandeza".Die Reichbild Komunikation ("La imagen comunicada
alemana"), Joseph Goebbles, 1937
Y ahora se podrían decir muchas cosas sobre quien es realmente un nazi, quién utiliza las dinámicas comunicativas de los totalitarismos más destructivos y férreos de la historia contemporánea, sobre quién pretende alterar el lenguaje, el inconsciente colectivo y la imagen de la realidad para gobernar por el miedo y el control.
Y ahora se podrían decir muchas cosas sobre quien es realmente un nazi, quién utiliza las dinámicas comunicativas de los totalitarismos más destructivos y férreos de la historia contemporánea, sobre quién pretende alterar el lenguaje, el inconsciente colectivo y la imagen de la realidad para gobernar por el miedo y el control.
Ahora se podría hablar de los escarches, de Artur Más, de "rodeemos el Congreso", del PP, de Telemadrid o de TVE.
Pero Joseph y Martin ya han dicho todo lo que había que decir.
Esperemos que el Partido Popular y el Gobierno utilicen esos fantasmas que pretenden inculcarnos y rescatarnos por pura paranoia. Porque si no es por eso ya tenemos respuesta a la pregunta de quién es heredero directo del estalinismo y de los nazis en sus actos y sus dinámicas comunicativas.
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