En esta parte del mundo nuestra hay toda una corriente de pensamiento, de reflexión o de falta de ella, que defiende que somos inocentes. Está formada desde por cínicos hasta por personas bienintencionadas que no saben, no quieren o no pueden enfrentarse a sus propias conciencias por temor a encontrar una culpabilidad que les fuerce a eso que nos cuesta tanto asumir y ejecutar: el cambio. Para todos ellos escribo este breve post.
Seiscientos setenta y seis casos mortales de cólera en Yemen y 86.000 casos sospechosos que amenazan ser la plaga más mortal de los últimos dos siglos.
Para esos millones de españoles, estadounidenses, europeos y occidentales en general inconscientes bienintencionados o cínicos perversos, esto no tiene demasiado que ver con nosotros.
Hay guerra en Yemen. Se han destruido doce hospitales, cortado las lineas de suministro médico, imposibilitado el acceso al agua potable y a los alimentos. Pero no tiene nada que ver con nosotros.
Arabia Saudí bombardea Yemen para acabar -en teoría- con los locos furiosos de ISIS que comandan la rebelión contra un régimen militar brutal y tiránico tan medieval como aquellos que se le oponen.
Un conflicto regional, que diría el pentágono.
Pero Arabia Saudí bombardea hospitales con las bombas que les vende Alemania, los aviones que les vende Francia; con el apoyo táctico de la Sexta Flota estadounidense destacada en el Golfo Pérsico, con los sistemas de radar y las baterías terrestres, las armas automáticas y las granadas vendidas por España.
Así que cada víctima del cólera que esa guerra desata y propaga es una víctima nuestra. Cada tumba, cada epitafio, es una hoja de reclutamiento cumplimentada para el falso califato porque para los habitantes de Yemen los yihadistas luchan contra un régimen dictatorial y perverso mientras que nosotros somos esas gentes que están lejos y ponen al frente de sus países a los que deciden vender el armamento que les mata y les conduce a morir de una plaga salvaje.
Así que ningún yemení nos considerará nunca inocentes. No porque estén fanatizados o ciegos, no porque les engañen los manipuladores del falso Estado Islámico, no porque sean perversos musulmanes cuya religión les llama ala yihad.
Sino, simple y llanamente, porque no somos inocentes.
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