No pocos fanáticos de rado y sacristía, que diría el poeta, llevan ya unos años susurrando o gritando a quien quiera escucharles que es el anticristo y ahora estarán seguros de que tienen razón.
Porque así, como quien en la cosa nada tiene que perder, el Papa Bergoglio se ha cargado en dos patadas la democracia cristiana tradicional europea. Bueno más bien la católica, que al cristianismo alemán -demócrata o no- lo que digan o dejen de decir el bueno de Francisco y sus antecesores se la trae al pairo desde que Martín Lutero clavara sus tesis en las puertas de Wittenberg.
Para ser exactos, el pontífice argentino no se ha cargado la democracia cristiana. Se ha cargado sus excusas y lo ha hecho como suele hacerlo la iglesia romana, con toda pompa y circunstancia: ha decidido que será bueno excomulgar a los corruptos.
Y así, de pronto, la democracia cristiana de toda Europa -pero sobre todo de España y de Italia- se queda sin parapeto, sin escudo tras el que refugiarse. No porque todos los demócrata cristianos sean corruptos ni porque todos los votantes demócrata cristianos les apoyen, sino simplemente porque ya no les sirve la excusa de que eso no tiene que ver con su cristianismo.
Desde que la democracia cristiana es democracia cristiana, allá por los años 30 del pasado siglo, sus dirigentes, sus partidos y sus votantes han vinculado toda la acción política que deriva de su ideario cristiano a lo de siempre: todo aquello que ocurre debajo del ombligo y sobre las rodillas.
Se han metido en la tendencia sexual de los ciudadanos, en cómo deben tener y no tener los hijos, en qué familias deben ser protegidas o no, dependiendo siempre, eso sí, de cómo y con quien practican sexo los adultos que forman esas familias... Como mucho han hecho incursiones en materia y política educativa para garantizarse una base estatal de proselitismo a sus ideas.
Desde los púlpitos y los atriles de los mítines electorales, los líderes religiosos y políticos les decían que esto lo debían hacer porque desde su condición de cristianos habían de defender los valores que la Iglesia Romana propagaba.
Y hacían ver que todo lo demás no tenía que ver con Dios ni con el irreverente galileo que se atrevió a llamarse hijo suyo. Por eso y solamente por eso se movilizaban, se manifestaban y se enfrentaban al voto cuando llegaba el momento de las urnas.
Ahora, de repente, si, amparado en tus creencias cristianas, sales a la calle para solicitar que el Estado pague la educación religiosa en los colegios, si te manifiestas contra el aborto o si haces misas multitudinarias para defender un concepto concreto de familia porque quieres que sea el protegido y el imperante en tu sociedad, vas a tener que condenar públicamente a los corrupción y no apoyarla.
Ahora Bergoglio cambia el paso de ese vals bailado desde siempre entre la creencia y la ideología política y dice que ser cristiano es estar en contra de la corrupción política. Es más, dice que si eres corrupto no puedes ser cristiano.
Han tenido que pasar casi 1000 años y 110 papas, desde que el bueno de Gregorio VII, allá por el 1076, acabara con la Guerra de las Investiduras prohibiendo las simonías, para que alguien les recuerde a los cristianos que la corrupción, que beneficiarse del poder, es un pecado.
Lo cual es curioso, porque en los cuatro evangelios no hay una sola referencia del bueno de Joshua a las tendencias sexuales, ni a práctica íntima ninguna -salvo algo que solamente puede interpretarse como un sucinto "no os vayáis de putas"-, ni a la procreación masiva, ni a la enseñanza de la religión en los colegios, ni al tipo de familia preferido por su dios.
Pero si hay unas cuantas al mal gobierno, a la separación iglesia estado o directamente al nuevo pecado merecedor de excomunión: la corrupción. Acordémonos de aquello de "Dale al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" o ese épico momento de expulsar a los mercaderes del templo por comerciar, engañar en el peso y el cambio -y eso es bastante corrupto, me temo-.
¡Ah y quien tenga dudas debería acordarse de Zaqueo! Sí, venga tirad de catecismo. Ese recaudador de impuestos del evangelio de Lucas que se había enriquecido defraudando a lo que hoy llamaríamos contribuyentes y la pena que asumió en su arrepentimiento "daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruple".
En fin, que los votantes de la democracia cristiana española -sobre todo los de la española- llevan años, más bien décadas, refugiándose en sus valores cristianos cada vez que alguien les pregunta, entre la sorpresa y la más absoluta incomprensión, cómo pueden seguir dando su voto a un partido lacrado y lastrado por la corrupción en todos los niveles.
Porque claro, sus valores hacen referencia al aborto, a la familia cristiana, a la enseñanza de la religión en los colegios, a las prácticas y tendencias sexuales y no a la corrupción, el nepotismo o el enriquecimiento ilícito.
Ahora Bergoglio les quita esa muleta, esa excusa para mirar a otro lado y seguir apoyando a corruptos, al poner con la excomunión la corrupción a la altura de la herejía, la apostasía, el genocidio o el cisma, algo con lo que desde luego no se castiga ni el aborto, ni el embarazo fuera del matrimonio, ni tendencia sexual alguna, ni, por supuesto, no enseñar religión en los colegios. Y encima lo hace cuando esta excusa había alcanzado ya forma tuitera en la ya repetida hasta la extenuación frase de "prefiero votar a ladrones que a comunistas".
Pues va a ser que Roma, el catolicismo y su pontífice ya no van a tragar con eso.
Es de imaginar que seguirán haciéndolo pero ya no podrán poner a su dios, su religión y sus valores de excusa. Para su dios y su vicario importa más que te apropies del dinero de todos, que te beneficies egoistamente del cargo y del poder que que pases por la vicaria antes de casarte, que utilices condón o que te acuestes con alguien de tu sexo.
Ellos decidían si quieren ser realmente demócratas y cristianos o solamente quieren ser del PP.
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