lunes, agosto 15, 2016

Niza, EL Burkini, El Génesis y Ṣalāḥ ad-Dīn

Parece que en esto de la guerra contra el Falso Califato no nos cansamos de perder una batalla tras de otra. 
Y sobre todo pareciera que no aprendemos de todas y cada una de esas derrotas y seguimos saliendo escaldados porque no acertamos con las armas que usar en cada refriega, en cada escaramuza, en cada frente, bélico o no, en el que nos enfrentamos a los locos furiosos de la falsa yihad.
Ahora le toca el turno al burkini, nombre ya despectivo de por sí -otra pequeña derrota- que se da al bañador integral que utilizan algunas mujeres musulmanas por ser fieles a los preceptos de su religión. El Alcalde de Niza lo prohíbe y un tribunal de la misma ciudad le da la razón cuando algunos ciudadanos franceses protestan por la norma. Ahí comienza y acaba la escaramuza. 
Ahí empieza y se hace eterna la derrota.
Se dan argumentos que nada tienen que ver en apariencia con la verdadera causa y motivo de la prohibición. También es lo habitual. La intransigencia siempre se disfraza de otra cosa, como la estupidez se disfraza de arrogancia o la mezquindad de cobardía.
Como los fanáticos ayatolas iraníes o los locos sangrientos del falso califato, pretendemos presentar nuestras decisiones más intolerantes como si fueran producto de algo lógico, de algo indiscutible e innegable. 
Y ahí es donde empezamos a perder esta batalla. Justo en ese momento es cuando empezamos a ser lo que ellos quieren que seamos: exactamente igual que ellos.
Porque hablamos de higiene y el reglamento de cualquier piscina municipal cubierta nos desmiente una milésima de segundo después. ¿Cómo puede exigirse por higiene cubrirse totalmente el cabello cuando se nada en una piscina cubierta y exigirse por idéntico motivo no hacerlo cuando la cobertura nos recuerda a un velo islámico? No cuela. 
¿Los bañistas que lo hacen en bañador, bikini, trikini - que también los hay de neopreno, por cierto- o cualquier otra prenda de baño, presentan a la entrada de la zona de baños un certificado de que han lavado su ropa, de que no tiene restos orgánicos, virus o bacterias que pueden contaminar el agua? va a ser que no. Así que sigue sin colar. 
Si nadie prohíbe a los sufistas, submarinistas, nadadores de aguas frías y de largas distancias sus bañadores integrales en las competiciones y las playas por cuestiones de higiene ¿por qué no es higiénico el bañador integral sobre el cuerpo de una mujer musulmana?
Cómo nos quedamos sin higiene tiramos de laicismo. Francia es un estado laico y por eso no acepta símbolos religiosos. Y alguien, sin ninguna lógica ni argumentación, ha decidido que el bañador integral de las mujeres musulmanas lo es.
Aún comiéndonos el argumento de la simbología religiosa sabiendo que es un falso silogismo, el Génesis viene a darnos en los morros tan fuerte que nos hace sangrar por la nariz como un niño que recibiera un sopapo de dios padre.
«Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.
Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh por entre los árboles del jardín.
Yahveh llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?
Este contestó: Te oí andar por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo y eso me avergüenza; por eso me escondí.»

De modo que, solo para que les conste a los defensores del enroque laicista contra el bañador integral, todo bikini por minúsculo que sea, todo trikini por sugerente que se antoje, todo turbo ajustado o bañador de flores de media pierna es producto de la evolución del tabú de la desnudez surgido de la moral judeocristiana desde el Génesis 3: 7-10 hasta nuestros días.
Si prohibieran el baño vestido con cualquier prenda sería creíble el momento de la defensa del laicismo, si multarán a cualquiera que llevara ropa como símbolo heredado de una creencia religiosa sería creíble idéntico argumento. Pero como no hacen ni van a hacer ninguna de las dos cosas. De nuevo han tardado un minuto en ver su castillo de naipes argumental desmoronarse.
Y así, cuando ya hemos perdido la primera batalla, cuando ya nos hemos comportado como ayatolas intransigentes o líderes furiosos de Hamas, que intentan sin conseguir ocultar su intolerancia bajo otros argumentos, nos lanzamos a perder la segunda y hacemos de nuevo lo mismo que nuestros enemigos. 
Exhibimos orgullosos nuestra intransigencia.
El alcalde de Niza asegura que es un “símbolo de extremismo religioso” y se queda tan ancho pero lo que es peor, mucho más del Falso Califato, un argumento digno de esos enemigos a los que queremos combatir afirma que "en el contexto de Estado de Excepción y de los recientes atentados islamistas en Francia puede crear o exacerbar las tensiones”.
Resumiendo: te prohíbo llevarlo porque me molesta que lo lleves.
Vamos, el mismo rollo de no te pongas minifalda para no provocar a los violadores de los obispos patrios o el de cúbrete el rostro por completo para no despertar la lascivia de los varones talibanes. El problema no está en lo que tú haces sino en la interpretación que nosotros le damos. Como nosotros no somos capaces de controlar nuestra visceralidad -ya sea nuestra lívido o nuestro miedo- tú no puedes hacer aquello que tienes derecho a hacer.
Como yo no puedo dejar de comportarme como un animal atávico y primitivo -el miedo irracionales tan paleolítico como el impulso sexual incontrolado, no lo olvidemos- tú estas obligada a perder tus derechos.
Y así el Excelentisimo Alcalde de Niza pasa a formar parte del selecto club del que ya son miembros Hasán Rouhaní, Khaled Mashaal, Abu Bakr al-Baghdadi, Benzi Gopstein, Joseph Kony y otros muchos que han decidido hacer ley en sus ámbitos de autoridad o de poder de lo que su moral, sus gustos, sus tendencias y su incapacidad de controlarse marcan para aquellos que no son como ellos.

De modo que, aunque creamos ganar porque no veremos ese molesto símbolo de islamismo radical y yihadismo que es en nuestras mentes el bañador integral, habremos perdido porque habremos convertido Niza en una sucursal de ese Falso Califato de sangre y muerte.
Una vez más habrán logrado que hagamos lo que quieren que hagamos: ser como ellos.
Porque el bikini o la falda corta o los pantalones cortos en los hombres están prohibidos en Teherán porque son "símbolos de la depravación moral que desvía a los creyentes" y el bañador integral está prohibido en Niza porque "es un símbolo de extremismo religioso".
Ninguno de los dos argumentos es cierto pero, si compramos el nuestro automáticamente compramos el suyo.
Porque a la falsa yihad sangrienta le importa bien poco el número de inocentes que mueran en sus ataques a mercados, a plazas públicas a iglesias o a mezquitas y nosotros demostramos lo mismo cuando bombardeamos hospitales, ciudades enteras hasta borrarlas de la faz del planeta o enviamos a las tropas de los kurdos a hacer limpieza étnica con tal de recuperar las posiciones estratégicas de la estructura militar del Falso Califato.
Y no podemos denunciar su crueldad, ni ningún otro rasgo inhumano mientras nosotros hacemos lo mismo.
Nuestra única herramienta para luchar en esta guerra es no ser ellos y ellos lo saben. Por eso nos retan una y otra vez a comportarnos a su imagen y semejanza: Y nosotros caemos cada jodida vez.
Si no nos damos cuenta que nuestra principal arma es no comportarnos como ellos, es no caer en la intransigencia, en la defensa moral de lo nuestro como lo único válido, no podremos siquiera luchar en esta guerra. 
Porque las masas de las que se alimentan como carne de cañón seguirán percibiéndolos como ellos quieren que nos perciban. Seguiremos siendo aquellos que no les dejamos ser como quieren, aquellos que matan inocentes con tal de matar un culpable. 
Y mientras seamos igual que ellos, esas masas, que son su verdadera arma, seguirán sumándose a sus filas porque de entre los dos monstruos, ese parece que está más de su lado.
Nuestra única arma es seguir siendo nosotros y ser coherentes con todo eso que decimos defender de boquilla. Y defenderlo para todos y en todo lugar, no solamente para nosotros y donde nos viene bien
Porque solo así podremos decirles de verdad a todos esos ojos que nos miran desde el oriente árabe lo que su único verdadero califa les dijo a los supervivientes cristianos del sitio de Jerusalem cuando se sorprendieron de que les dejara irse en paz, pese a los desmanes que los cruzados habían cometido contra musulmanes y judíos al tomar la ciudad: " Mi nombre es Ṣalāḥ ad-Dīn y yo no tengo nada que ver con esa gente".
A ver si de verdad empezamos a no tener nada que ver con esa gente.

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