viernes, agosto 05, 2016

Cuando los otros nos hacen estar vivos


Una vez más estaba yo en esto de sistematizar mi pensamiento sobre el entorno cuando la realidad ha encontrado una mejor manera de decir lo quiero decir. Sé que no es muy sistemático pero es que la digresión viene al pelo.
De nuevo es la ficción, ese extraño universo credo por historias que inventamos, la que viene a rescatar a la definición, a la palabra, a la filosofía.
Un individuo llega cabreado y herido a la puerta de su casa, sangra, suda y resopla como todo buen actor debe hacer cuando está cabreado y herido y ¿qué se encuentra?
Aparte de la inmensa música de Max Ritcher decorando el silencio de la escena, halla una colección de seres y de estares que no deberían estar allí. Encuentra su vida, encuentra sus elecciones.
Encuentra una hija adolescentemente tocapelotas, una ex mujer egoísta, fanatizada y vuelta una y otra vez del derecho y del revés, un hijo de además de pródigo le ha vuelto con una nieta que en su momento -por mor de los giros de la serie- él decidió criar como su hija, una pareja amorosa pero bastante poco comprensiva en ocasiones, un cuñado clérigo que le ha metido en mil líos y su mujer -son protestantes, no escandalizarse-. Todos allí, en una casa en la que debería estar solo, en la que mejor sería que estuviera solo, que muriera solo de su herida sangrante.
"You're at home" le dice alguien con acento tejano. Y eso es lo que pasa. Está en casa, está en su vida.
Y ¿qué hace? lo que no hacemos nosotros, lo que no somos capaces de asumir encerrados en nuestros universos individuales, unívocos y egoístas. Sonríe y llora al mismo tiempo y lo acepta. Se responsabiliza de sus elecciones.
Porque su vida son sus elecciones y no busca una excusa para volver atrás y cambiarlas aunque le hayan llevado a tener una herida sangrante en el abdomen. Porque sabe que esas elecciones conforman parte de su existencia y no puede desandar el camino para tomar la opción que abandonó en su momento.
Porque no piensa que su hija tocapelotas le estropea la vida, sino que es su vida; porque no cree que la ex mujer que le abandonó por una sexta milenarista le enturbia la vida sino que es su vida, porque no cree que su cuñado y su mujer ocupan una parte de su vida que podría dedicar a otra cosa, saben que son su vida; porque no cree que su hijo y su nieta le van a obligar a vivir una vida que no quiere, sabe que son su vida.
Son sus elecciones y por tanto son su vida.
Así de sencillo, así de complejo, así de doloroso, así de humano.
A diferencia de nosotros, de muchos de nosotros, de los que conforman la mayoría de esta sociedad occidental atlántica del individualismo mal entendido y el egoísmo disfrazado de necesidad, ha integrado a los demás en su universo y se ha integrado en el universo de todos y cada uno de ellos, se reconoce como un ser que ocupa diferentes posiciones en infinidad de partidas.
No pretende ser el rey o la reina de una única partida de ajedrez, el personaje principal del largometraje de su vida. Al menos no solo eso. Sabe que es peón, torre, alfil y caballo en otras múltiples partidas; sabe que es personaje secundario, partenaire y personaje de reparto en otras muchas secuencias de las películas de las vidas de otras gentes.
Sabe que sus elecciones le han llevado a esas personas, a esos "otros" que ahora le esperan, que ahora son su vida, no parte de su vida, no satélites de su vida, no elementos secundarios, convenientes y desechables de su vida, sino su vida.
Sonríe y llora porque sabe que todo lo que ha elegido darles y les dio le mantiene vivo, lo quisieran o no, lo entendieran o no, lo aceptaran o no, lo devolvieran o no. Porque sabe que, como diría otro mítico personaje maestro de asesinos en una novela también mítica, "no hemos de volver a los lugares, hemos de volver a las personas".
Kevin, el personaje, después de dos años de vicisitudes literalmente de ciencia ficción no vuelve a casa porque vuelva a sus cuatro paredes, vuelve a casa porque vuelve a todos aquellos a los que para bien o para mal eligió y por eso vuelve a sí mismo. Porque son los otros los que nos hacen estar vivos, porque son nuestros sentimientos por los otros los que nos hacen humanos.
Aunque el guionista probablemente no vea así la escena está es una digresión en la sistematización de mi pensamiento y yo lo veo así, elijo verlo así. 
Así que Kevin sonríe y llora porque está vivo, aunque sufra está vivo, aunque no triunfe está vivo. Aunque muera está vivo, los otros y sus sentimientos le hacen estar vivo.



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