lunes, agosto 08, 2016

El nulo impulso de la inercia en las huidas.



Esto de levantarse con el mar a los pies y el descanso en el cuerpo da para escribir más de lo importante que de lo relevante, del pensamiento que de la actualidad, de la filosofía que de la política.
Así que seguimos con eso de nuestra anomalía sistemica y nuestro reseteo. De eso que hacemos cuando descubrimos que arreglar lo que nuestra incapacidad para mirar más allá de nuestro ombligo ha originado.
Hablemos de la huida

La inercia del nulo impulso de la huida.
Si hay algo que hemos aprendido en este occidente atlántico nuestro es a generar expresiones que nos permitan resumir falsamente aquello que hacemos. La mayoría de ellas son perversiones manipuladas de las que se dijeron en contextos que  desconocemos o que ignoramos voluntariamente para que el significado nos cuadre.
"Ni un paso atrás, ni para coger impulso". 
Ahí está el resumen de nuestra absurda reacción a las anomalías y la quiebra general de nuestros sistemas vitales. La explicación de nuestras huidas.
Es lo único que nos hemos preparado para hacer cuando las cosas fallan porque desde nuestra más tierna infancia, que en ocasiones se extiende hasta el medio siglo de vida, hemos decidido que tenemos el derecho inalienable de no esforzarnos en nada, de no asumir los sufrimientos, de buscar una felicidad sin mácula y sin cansancio que nos ha de ser otorgada por esa fatalidad que ha sustituido al dios ex machina que antaño inventáramos y luego rechazáramos cuando no se sintió obligado a concedernos  deforma automática todos nuestros deseos.
Tenemos que huir porque no hacerlo supondría renunciar a nuestro condicionamiento de receptores de la felicidad, porque no huir supondría arremangarse y ponerse a trabajar en arreglar ese sistema que hace aguas, ese universo que de repente no nos vale. No podemos enfrentarnos al esfuerzo que eso supone, no podemos enfrentarnos al sufrimiento que supondría que al final no fuéramos capaces de hacer que funcionara de nuevo y sobre todo porque no podemos enfrentarnos a la posibilidad de descubrir con un mínimo de análisis introspectivo que el colapso del sistema ha sido provocado por nosotros y no por esos "otros" a los que tendemos a responsabilizar de cualquier acaso negativo en nuestras existencias.
Y esa escapada tiene que ser hacia adelante.
Tiene que ser una carrera alocada hacia un futuro ignoto que no puede suponer ni un leve giro de cuello hacia atrás, ni un atisbo hacia lo ocurrido antes porque idéntico motivo. Porque huir hacia atrás sería volver, sería recapitular, sería volver a atisbar esas sombras de las que ya hemos huido antes, todos lo cíclicos fallos que no arreglamos, que no asumimos, de los que huimos con anterioridad y que nos envían un mensaje que nos negamos a ver, del que, una vez más, no queremos hacernos responsables, que en cada ciclo en el que se hace presente la anomalía, en cada colapso sistémico solamente hay un factor común siempre presente: nosotros.
Lo sabemos pero no queremos asumirlo así que creamos una nueva cortina de humo, una nueva explicación que, aunque en apariencia, nos hace protagonistas de esas hecatombes vitales no nos hace ni mucho menos responsables.
Así si es en lo personal tenemos "mala suerte al elegir a los hombres", "poco ojo con las mujeres", "tendencia a enamorarnos de los raritos", "una atracción fatal por las mujeres complicadas"... y un torrente inagotable de expresiones que significan lo mismo; si es en otros ámbitos generamos variaciones sobre el mismo tema: "mala suerte con los jefes", "cosas de familia", "demasiada confianza en los compañeros"...
Lo que sea con tal de poder percibir interiormente que nuestros actos son perfectos, incuestionables, que no hay porque abordar dinámica alguna de cambio porque nosotros seguimos siendo siempre las eternas víctimas de los otros y de la mala suerte, porque nuestro único problema es rodearnos de satélites que no cumplen nuestras expectativas como deberían hacer. La responsabilidad es del azar, de la fatalidad y de los otros. Nosotros podemos seguir lanzando eternamente piedras sobre ellos porque estamos completamente libres de toda culpa.
Por eso, por esa negación completa del pasado y de nuestra responsabilidad en él, tenemos que huir hacia adelante y hacerlo con nuestro maravilloso lema por bandera, sin dar un paso atrás ni para tomar impulso.
Ignorando que en realidad si se marcha hacia adelante sin impulso no se avanza, simplemente se continúa por inercia. Ignorando que es preciso asentar bien los pies en el suelo que se va a dejar atrás para poder empezar una carrera que nos proporcione la velocidad terminal suficiente para que sirva para algo.
Preferimos aprovechar el impulso baldío de la inercia que nos impide cambiar de velocidad, y de dirección con tal de no asentarnos ni un instante, de no retroceder un solo momento para descubrir que la huida puede no ser la mejor forma de forzar el apagado de nuestro sistema vital para luego reiniciarlo porque en ea huida, en esa marcha de nuevo pasiva que solamente está dirigida por la inercia de nuestras necesidades vitales hay algo que no podemos dejar atrás porque no hemos cogido impulso para ello: a nosotros mismos y nuestra impermeabilidad a la posibilidad de cambio.

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