¿Os acordáis de Milosevic? ¡Como para olvidarse! Ese individuo que hizo de la antigua Yugoslavia un infierno de odio, racismo y limpieza étnica. Ese personaje juzgado durante años por perpetrar, ordenar e idear toda suerte de desmanes, que iban desde los centros de violación masiva de mujeres a los ataques nocturnos con quema de casas y castraciones por doquier entre los gritos y las sombras.
Milosevic fue condenado. Pero eludió su sentencia -como suelen intentar todos aquellos que la merecen- porque fue hallado muerto en su celda el 11 de marzo de 2006, en el centro de detención del Tribunal Penal Internacional en Scheveningen.
Milosevic fue un monstruo, eso es incuestionable y no hay pero que valga. Pero -y siempre hay pero que vale- fue el monstruo que perdió. Eso no lo olvidemos.
Con Slobodan Milosevic no se cometió ningún error, ninguna injusticia. El adalid de la limpieza étnica balcánica no merece ninguna vindicación, ningún revisionismo. Puede que la historia demuestre que hizo lo que hizo, ordeno lo que ordenó y alentó lo que alentó por motivos diferentes a los que ahora se cree. Porque su padre le pegaba de pequeño o porque tenía un gen atrofiado en la parte de la cadena de adn que convierte a los homo sapiens en seres humanos.
Da igual. Eso nos ayudará a entender y a explicar lo que hizo. Pero el mero hecho de que lo hiciera le coloca más allá de toda revisión, de toda redención, de toda comprensíón.
Y os preguntareis por qué hoy, precisamente hoy, que no se cumple aniversario alguno, que no se dicta sentencia alguna contra la maquinaria de represión étnica serbia en esa guerra pretérita, yo me dedico a hablar de Milosevic, a reiterar lo obvio, a revisar lo sabido. A recordar al monstruo.
La respuesta es sencilla. Hoy, precisamente hoy, es obvio y evidente que no cometimos un error con Milosevic pero sí lo cometimos con sus enemigos. Dejad que lo repita, con sus enemigos. No he dicho sus víctimas, he escrito sus enemigos.
Milosevic era un monstruo, pero no era "el monstruo", con mayúsculas y sin competencia. Simplemente era el monstruo que perdió la Guerra de Los Balcanes, simplemente no era nuestro monstruo.
Y eso lo demuestra hoy, precisamente hoy, la noticia más sobrecogedora que puede leerse en un periódico, que puede escucharse en un informativo, que puede encontrarse en el vacío que vincula de Internet.
Hoy, precisamente hoy, sabemos y reconocemos que prisioneros de guerra serbios -pero, ¿hubo de eso?- y habitantes serbios de Kosovo -pero ¿existían esos?- fueron encerrados, engordados y sacrificados para traficar con sus riñones por aquellos que, hasta ayer, sólo eran conocidos por haber sido los enemigos de Milosevic. Por haber sufrido su barbarie y su crueldad.
Por aquellos que, hasta ayer, para nosotros, que vemos las guerras desde la barrera, los desastres desde la televisión y las crueldades desde las ONGs, eran y habían sido simplemente sus víctimas.
A estas alturas del partido resulta tan reiterativo que el Occidente Atlántico está pegado al culto a la víctima que se antoja absurdo e inútil repetirlo. Pero, en este caso, la inutilidad se sustituye por la necesidad.
Cuando estalló el conflicto balcánico todos elegimos bando. A todos nos hicieron elegir bando. Eso es lo que tienen los medios de comunicación. Eso es lo que tiene no participar en los conflictos y contemplarlos desde lejos. Se puede elegir bando. Como en un juego de ordenador. Como en el fútbol.
Pero era evidente que, en plena desintegración del que se dio en llamar el comunismo real, no había más que un bando que elegir.
Los serbios eran aquellos a los que el poder soviético había colocado al mando de una nación que era serbia, sí, pero que también era croata, bosnia, montenegrina e incluso albanesa y kosovar.
Era evidente que alguien, en alguna parte entre el río Potomac y Bruselas había decidido que Slobodan Milosevic era el único Scila, Radovan Karacic era el único Caribdis y los serbios sus únicos mosntruosos hijos. Y así, en virtud de ese reduccionismo victimista que nos aqueja y nos ahoga, convertimos a todo los que se oponían a ellos en víctimas. Sin preguntar, sin mirar, sin entender. Pero, claro, para todo eso hay que estar allí. Y pocos de nosotros hemos estado allí.
Es más fácil reconocer un monstruo y obviar los demás. Así podemos meter en el mismo saco a cincuenta mil mujeres violadas y a Rahim Aedemi, cuya especialidad, como albanés al mando de las fuerzas de choque croata, era matar a los hombres y embarazar a las mujeres -obviamente, en contra de su voluntad, en ambos casos-.
De esa manera, podemos verter en el mismo llanto nuestras lágrimas por los miles de hombres castrados por los comandos del EPK en las plazas públicas de los pueblos bosnios y kosovares y al general Ante Gotovina, cuya forma de acción incluía el asesinato sistemático de serbios, empezando por niños, hombres, ancianos, ancianas y mujeres. Por ese orden. Nunca ha explicado porqué, porque nunca ha comparecido ante un tribunal y permanece protegido en algún lugar de la región de Zadar por antiguos combatientes croatas.
Y hoy nos llega la noticia de que los gobernantes de los otros "pobrecitos", las otras víctimas electas de Milosevic y la serbia post soviética y racista, es decir, los kosovares, se dedicaban a traficar con los órganos de la población serbia de su país, se dedicaban a un negocio ruin, cruel y despiadado a costa de la dignidad y de las vidas de aquellos que eran serbios pero no eran Milosevic, ni Karacic, ni siquiera Bladic.
Ahora, cuando es tarde, cuando no podemos hacer nada, cuando es absurdo acudir a los golpes de pecho y a las disculpas, porque las mujeres serbias, croatas, bosnias, macedonias, montegrinas y kosovares ya han sido violadas, los hombres, balcánicos, en general, ya han sido castrados y asesinados y los riñones, serbios, en particular, ya han sido vendidos, descubrimos que no había un monstruo y miles de víctimas.
Que había miles de monstruos y millones de víctimas. En cada bando, en cada comando. En toda la guerra.
Pero no pasa nada. El Gobierno no dará pábulo a eso porque tendría reconocer que ha arriesgado a nuestros legionarios para defender la libertad de un gobierno que nunca la quiso en Kosovo. La Oposición no dará pábulo a esta historia porque tendría que reconocer que ha pedido y exigido desde la izquierda y la derecha el reconocimiento de un estado que hace de la Alemania Aria del amigo Adolfo el paradigma de un Estado de Derecho.
Así que podemos estar tranquilos, la mala conciencia -si es que aún podemos tener mala conciencia- no estropeará nuestras vacaciones, nuestras navidades.
Milosevic era un monstruo, agarrémonos a eso y sigamos creyendo que hicimos bien. Ocultemos al resto de los monstruos y nosotros podremos seguir creyendo que los balcanes son democráticos y nuestros hijos podrán seguir creyendo que, cuando nazca un monstruo, sus amantísimos padres le identificarán y le destruirán.
Eso hasta que uno de nuestros monstruos domesticados decida dejar de serlo ¿No reconceís el rostro de la foto? Pues deberiaís hacerlo. Es uno de nuestros monstruos.
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