Cuando nos sale la vena, nos sale la vena. Se nos hincha, nos palpita, se nos pone gruesa -que si digo gorda parece otra cosa- y volvemos a lo que siempre hemos sido, a lo que siempre hemos querido ser, al lugar en el que nos encontramos más cómodos.
Y eso parece que es lo que le ha ocurrido al modélicamente casado Sarkozy en su campaña electoral por la reelección presidencial. La locura de Merah en Toulouse le ha hecho que la vena se le agrande y la bombee a su riego cerebral ideas e iniciativas que vuelven a ponerle en el sitio del que nunca quiso salir, del que solamente se movió para conseguir sufragios y al que vuelve a todo correr en cuanto la cosecha de votos se lo permite.
Más allá de la ética escasa y difusa que supone aprovechar un atentado para hacer política -algo que el conservadurismo europeo hace una y otra vez siempre que puede pero que luego critica cuando hacen otros. A las pruebas hispanas me remito-, Sarkozy ha sacado la vena del pensamiento más restrictivo, ese que le hizo famoso cuando era ministro de Interior con el moderado -y corrupto a la sazón, según dicen los tribunales franceses- Jacques Chirac.
Se le ocurre ni más ni menos que proponer -aprovechando el tirón de la exitosa caza del asesino de Toulouse- penar a todos aquellos que consulten páginas que hagan apología del extremismo islamista y a quienes viajen al extranjero para recibir doctrina y entrenamiento terrorista.
Y claro las huestes del librepensamiento occidental le aplauden, las mesnadas del conservadurismo basado en la seguridad y los valores judeocristianos de la sociedad occidental atlántica asienten sin pudor lo sabio de la medida.
Sarkozy y sus adláteres olvidan un pequeño detalle, un ínfimo y minúsculo punto que es el sustento básico del sistema legal occidental -mucho más allá de los diez mandamientos y el Levítico- el concepto de universalidad de la ley.
No es de extrañar, pues ya ha cometido ese error con el laicismo -donde ha convertido en delito -administrativo, pero delito- llevar un hiyab pero no un velo de novia en una boda católica o un velo de monja o un alzacuellos, lo ha reiterado con las ideologías -donde ha prohibido revisar - a la baja, se presupone- el holocausto nazi pero no revisar a la baja las masacres coloniales francesas, por poner un ejemplo, y lo ha terminado rematando con la historia donde ha promovido una ley que declara delito negar un exterminio pero consiente negar todos los demás -salvo el nazi, se entiende-.
Tres delitos de opinión en un solo mandato. Es para hacérselo mirar. Para hacérselo mirar en serio y por especialistas.
Y ahora va con el cuarto obviando la normal legal más básica.
No crea un delito de opinión universal. Es decir algo como penar a todos los que consulten páginas que promuevan el extremismo o incluso acotando el extremismo religioso.
No lo hace porque eso supondría encarcelar a todos los que consultan enlaces relacionados con Monseñor Lefevbre -que también son negacionistas, por cierto-, con los Legionarios de Cristo, con algunos -cada vez más- clérigos y pastores evangélicos que se dedican al nombre arte de la quema de coranes e incluso de algún que otro obispo de la jerarquía oficial católica que llama a la reconquista espiritual de Europa.
Por no hablar de todos los enlaces relacionados con el Frente nacional y la familia Le Penn, que se llenan la boca y las urls de mensajes xenófobos y descalificativos del islam y todo lo que le rodea.
Y ya puestos daría con los huesos en la trena de un buen puñado de rabinos franceses -algunos de los cuales enseñan en el tristemente famoso colegio de Toulouse- que se han declarado abiertamente sionistas y han defendido posiciones bastante insultantes para con el islam y difundido mensajes bastante extremistas, a los que se añadirían los integrantes de la sección francesa del partido Likud, tampoco conocidos por su ponderada neutralidad y mesura, y los visitantes regulares de las páginas de alguna que otra comunidad ultra ortodoxa radicada en suelo y éter de dominio galo.
Así que el bueno de Sarkozy no tendía suficientes celdas ni reconstruyendo La Bastilla para encarcelar a todos los que cometieran el delito de asomarse a las páginas de la intransigencia religiosa francesa.
Y ahora habrá algunos que estarán tomando aire para decir que no es lo mismo, que esas ideas no promueven el odio y la venganza: no matan.
Pero me temo que, con todo el respeto del mundo -es casi una ironía- debo disentir.
El lefevbrerismo entre otra suerte de tendencias extremistas del catolicismo romano han llegado a calificar de "engendros perniciosos" a los homosexuales y en Francia se han producido más de dos centenares de ataques homófobos con un saldo de ocho muertes en los últimos dos años; los seguidores de Le Penn que clama abiertamente allá donde la dejen, incluido el mundo virtual de Internet, contra los extranjeros que están, literalmente, "pudriendo Francia" han protagonizado palizas a jóvenes magrebíes con un saldo de muchos heridos y varias muertes, ataques sexuales a jóvenes de creencias musulmanas por usar el hiyab y toda suerte de desmanes violentos que, a lo mejor el bueno de Sarkozy no tiene en cuenta, pero que hieren y matan.
Por no hablar de los pastores y su quema de coranes que claman por la quema de mezquitas y la erradicación de la "endemoniada creencia" del islam en un país en el que ya han sido quemadas cuatro mezquitas en los últimos tiempos.
Y si alguien tiene alguna duda de lo que origina en el mundo el sionismo radical que vuelva los ojos a Israel y sobre todo a Palestina.
A ese sí que no se le puede acusar de no matar gente. Lo hace cada día, abiertamente y de forma institucionalizada.
Es de suponer para nuestra desgracia que Sarkozy ha sacado su vena palpitante de conservador de derecha católica y omite todo lo que es obvio de la religión que más le agrada, lo que es evidente de la que no le interesa remover, lo que es palpable de una ideología que comparte en muchos puntos y posiciones viscerales y se limita a cargar contra aquello que ya odia de antemano, que le quitaría el sueño aunque no hubiera pasado lo que ha pasado en Toulouse.
Puede que la locura asesina de Merah le haya dado la oportunidad pero, por lo que se ve, la vena la tenía desde hace mucho tiempo.
Y si lo de la consulta de páginas es fascismo en estado puro no por el control de la navegación virtual -eso es simplemente estupidez- sino por el sesgo que adopta ese control, lo de convertir en delito viajar a otros países a recibir adoctrinamiento terrorista ya es de traca.
¿Y cómo va a saber el Estado Francés que ha recibido adoctrinamiento? ¿haciendo que un agente de la resucitada repentinamente SEDECE acompañe a cada uno de sus ciudadanos en sus viajes a Irak, a Afganistán o a Irán?, ¿incumpliendo al menos media docena de leyes francesas e internacionales y espiando a todo viajero que vaya a determinados destinos como hacen precisamente los gobiernos nada democráticos de algunos países?, ¿conculcando sus derechos pinchando sus comunicaciones, removiendo sus maletas y atisbando tras alas esquinas sus movimientos como en una buena novela de John Le Carré?
¿Incluirá Sarkozy en esa lista de destinos peligrosos las sedes lefevbrerianas, El Palmar de Troya, Roma por si resulta que los que allí viajan reciben peligroso adoctrinamiento homófobo que luego les hace perseguir apalear y matar homosexuales?, ¿completará la lista con Israel y los territorios ocupados para evitar que los franceses sean adoctrinados en el sionismo radical que mata árabes sin cuenta?, ¿prohibirá a los musulmanes franceses viajar a La Meca?
La vena que empezó a latir, constante y ridículamente, en la garganta de Sarkozy con su versallesca lucha contra el hiyab, que siguió palpitando con su cerrazón y su consentimiento a las actitudes y los mensajes islamofóbicos, hasta el punto de prohibirles rezar públicamente cuando les había quitado sus mezquitas, y que continuó enviando sangre envenenada de racismo, falso miedo y xenofobia a sus neuronas hasta que se le ocurrió el invento del castigo diferencial por el mismo delito para extranjeros y franceses ha estallado ahora en una suerte de hecatombe vascular que solamente palpita odio por muchas cosas que diga para disimular ese hecho y muchas excusas que ponga para hacerlo digerible.
Y esa vena solamente tiene un nombre: totalitarismo ideológico. O piensas y crees lo que yo o, con toda la democracia occidental atlántica que quieras, estás jodido.
Hay algunos en Francia que quieren iniciar la sexta república para cambiar las cosas de arriba abajo. Hay otros como Sarkozy que se limitan a intentar que todo vuelva a ser como antes. Quizás por eso su solución sea volver al pasado y limitarse a reponer la ideología y las prácticas del Gobierno de Vichy.
Al fin y al cabo ese gobierno también se llevaba bien con Alemania.
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