jueves, marzo 01, 2012

Corea del Norte nos destroza el espejito mágico


Hay situaciones que llegan en el momento justo, que se plantean como el espejo de otras y con las que siempre corremos el riesgo de caer en el error de no darnos cuenta de que un espejo nos devuelve las imágenes vistas del revés.
Este es el caso de Corea del Norte y su supuesta moratoria nuclear anunciada, sin bombo y sin platillo, -lo que ya es decir mucho del megalómano régimen de Pyongyang. Parece que el hijo del muerto dictador convertido él a su vez en un dictador con una letra cambada ha decidido posponer sus ensayos nucleares, su carrera hacia la bomba. Y claro, eso es bueno.
Que nadie tenga armas nucleares es bueno. Que las tenga medio mundo -al que creemos aliado- también. Pero que la tenga Pyongyang no.
No vaya a ser que entonces, si queremos que no se usen armas nucleares, tengamos nosotros que destruir las nuestras.
No es que los norcoreanos se hayan visto nunca aquejados del virus de la sinceridad de forma incontenible. Los hombres del régimen han mentido al mundo casi tanto como a sus propios pobladores.
Han cambiado dicho por diego en tantas ocasiones que casi parecen un gobierno occidental democrático -¡Uy, perdón!, se me escapó-,  pero esta vez el espejo de nuestra necesidad, de nuestro deseo, nos convierte en una Blancanieves crédula que cree que lo que oye porque escucha lo que quiere oír. 
Pero lo que resulta más dudoso de la moratoria nuclear norcoreana son los motivos.
Si hubiera doce divisiones acorazadas chinas rodeando la capital del país sería comprobable, si hubiera una revuelta interna por tan plausible motivo que hiciera temar los cimientos del reciente dictador norcoreano, sería creíble. Pero dicen que el nada famélico Kim Jong Un ha decidido suspender sus experimentos nucleares a cambio de alimentos.
Y eso resulta tan increíble y físicamente imposible como la transustanciación, el reflotamiento del Titanic y la restitución del virgo de La Pantoja.
 Kim Jong Un sólo se ha preocupado por su pueblo para alimentar su propia autoestima de dictador. Solamente le usa de elemento decorativo en sus fastos y de extras en sus discursos ¿por qué se preocupa ahora de repente de él?
La ayuda china le garantiza alimentar a su ejército sine die y ese es el único pueblo y el único hambre que le importa al tirano. Ese es el único sustento por el que, en realidad, se preocupa cualquier tirano.
Si Kim Jong Un se preocupara por los norcoreanos no los encarcelaría por no llorar la muerte de su padre convenientemente, no los forraría a mamporros en cuanto ponen un pero a sus decisiones, no les arrastraría a una carrera armamentística sin sentido, no les mantendría aislados de sus familias en la corea más meridional.
No sería un dictador, vamos.
Pero nosotros le creemos, nosotros respiramos tranquilos porque es lo que queremos hacer. Preferimos creer en la transfiguración del dictador en alma benéfica que se preocupa por el alimento de su pueblo y nos pide ayuda que pararnos a discernir los motivos que pueden haber llevado realmente a Pyongyang a anunciar que ha levantado el pie del acelerador nuclear.
Lo hacemos porque miramos al espejo y ya podemos sonreír. Lo hacemos porque hasta ahora cuando mirábamos a Corea del Norte y a su cada vez más macilento y exánime nos veíamos a nosotros mismos.
Puede que sea el dictador, hijo de dictador y temiblemente padre de dictador aquel que mantiene esclavizado a los norcoreanos pero eremos y somos nosotros los que les matamos de hambre.
Los bloqueos son nuestros, los embargos son nuestros y el hambre es toda suya. Pero si el loco megalómano renuncia al camino nuclear ya podemos levantar el asedio sobre una población que no enriquece uranio, que no fabrica misiles de largo alcance, que no realiza pruebas nucleares. Podemos volver a mirarnos al espejo sabiendo que la crueldad de una medida que castiga a todos por la locura de uno, que ese tipo de actuación tan párvula y occidental, ha funcionado.
Y así ignoramos que resulta imposible creer que un dictador asiático comunista haga algo para llevarse bien con Estados Unidos -como anuncia pomposamente el comunicado-, ignoramos que resulta improbable que el nuevo dictador dé un giro tan radical en su política que le lleve a la democracia o ni siquiera a la más mínima apertura, ignoramos que los cambios de humor -siempre hacia el mal humor- del régimen coreano tardan en llegar lo mismo que tarda Kim Jong Un en no encontrar su canción favorita en su Iphone.
Lo ignoramos todo porque queremos anunciar al mundo que nuestro asedio por hambre ha funcionado, que el dictador se ha rendido -al menos en lo de la bomba-. Porque si no es así, si el asedio no rinde al tirano, si el hambre de los norcoreanos no mata la bomba nuclear de su tirano, nosotros pasamos de ser garantes de la libertad a ser impostores, a ser perpetradores de una cruel política de asfixia de una población que además resulta inútil. Dejamos de ser defensores para ser perpetradores.
Y entonces el espejo, ese espejo mágico en el que nos miramos una y otra vez para comprobar la belleza y bondad de nuestras acciones, dejará de decirnos que somos los más bellos y buenos del reino para decirnos que somos la madrastra mala que castiga sin cuento y sin obtener resultado ninguno.
Y además, si Corea del Norte renuncia a la bomba que el Occidente Atlántico -o sea nosotros- ya tiene  cambio de la comida que le quitamos podemos volver nuestro espejo hacia otros lares intentando que de soslayo, casi de través, la imagen de Corea se refleje en el Golfo de Omán, en el Estrecho de Ormuz. En Irán.
Entonces quizás, si ha funcionado en el país del Lejano Oriente pueda funcionar con Teherán, que no se despega del cromo nuclear ni con agua caliente.
Sabemos que no funcionará porque China y Rusia no le deben nada a Corea pero jamás renunciarán al petróleo iraní, sabemos que los cercos serán saltados, los bloqueos eludidos y los embargos anticipados por los propios ayatolas y su gobierno que se permiten el desafío de ser ellos los que dejen de vender petróleo a Occidente antes de que Occidente se niegue a comprárselo.
Sabemos todo eso pero podemos ignorarlo porque nuestro espejito mágico de la bondad occidental nos devuelve la imagen de lo bien que funciona la política de asfixia y de imposición del hambre a la población de un país para obtener un beneficio al que, objetivamente, no tenemos derecho.
Porque, lamento tener que recordar que mientras nosotros, nuestros países y nuestros aliados tengan armamento atómico no tenemos derecho ético alguno a exigirle a ningún país que no lo desarrolle. Eso también debería reflejarlo el espejo mágico de nuestras bellezas y bondades pero la parte destinada a esos reflejos esta misteriosamente oculta a nuestras miradas.
Así que nuestra fatua necesidad occidental de tener razón, de justificar nuestra real crueldad con nuestra falsa justicia, nos lleva a ver en un triunfo en el anuncio del dictador norcoreano y creer, aunque con reticencias, que hemos triunfado en el asedio nuclear de Corea del Norte.
No vaya a ser que si miramos de frente al espejo este, además de devolvernos la imagen de madrastra buenorra, que no buena, del reino -que nunca sabré porque se considera a Blancanieves más bella que a la madrastra- nos trasmita con su voz tenebrosa y profunda una respuesta que nuestros oídos no se encuentran preparados para oír.
No vaya ser que le oigamos decir que los asiáticos suelen ser maestros en las dobles y triples verdades que se transforman en medias mentiras y medias verdades.
No vaya a ser que nos diga que el principal motivo por el que una persona -y más un dictador- deja de insistir en una cosa es porque ya no le hace falta insistir en ella. Porque ya no la necesita o ya la ha conseguido.
Y a buen entendedor pocas palabras bastan. Aunque nos hagan tener que romper el espejo por lo inútil de nuestros actos.

1 comentario:

Tu economista de cabecera dijo...

A mi me alegraría que lo preservaran (el programa nuclear) , no por el DIcatador ni por ideología sino porque creo que se ha demostrado que es lo únnico que le para los pies a USA y está bien que hay apruebas vivientes de ello. Otros países renunciaron a intentarlo y fueron aniquilados, empobrecidos, invadidos, si no podían ser comprados como Pakistán.

Los rebeldes Iran y Corea del Norte son los que han resistido, demostrando al mundo que existe una forma de enfrentarse al acusador-juez-jurado que es USA, que decide quien es malo y quien es bueno de acuerdo con los criterios de sus jefes (las corporaciones yankis) y extermina, empobrece, sojuzga, y hace de ellas provincias a la manera de ROma.

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