Hay frases que están sometidas a un extraño misterio. Son como partes de un encantamiento o de un ensalmo que parecen imposibles de escuchar, que se antoja que nunca vamos a terminar de oír y de comprender, pero que cuando por fin se observan, se contempla como se forman en negro sobre blanco a través de la caligrafía de lo arcano, parece que siempre han estado allí y ya la lógica no nos alcanza a determinar cómo es posible que alguna vez hayamos dudado de su existencia, hayamos sido incapaces de leerlas o escribirlas.
Y eso pasa con este párrafo que, por obra y gracias de la necesidad judicial, una jueza de Vitoria se ha sentado, ha llamado a su secretaria o secretario y se ha puesto a dictar:
«Es absolutamente legítimo para el padre -que hasta ahora por el acuerdo de las partes ha venido más volcado cuantitativamente hablando en sus quehaceres profesionales, pero del que no ha quedado acreditada tacha alguna en cuanto al cumplimiento de sus obligaciones para con su hija- pretender un total integración en las relaciones con su hija en condiciones iguales a las que ostente la madre. Ambos están capacitados para la crianza y cuidado de la menor en condiciones de igualdad y ello favorecerá su desarrollo».
Un sólo párrafo rompe el hechizo, deshace el malévolo ensalmo, vuelve a trasformar en hombres a los cerdos de Willow, en príncipes a las ranas y en ángeles a los cuervos. Un sólo párrafo nos recuerda todas las verdades y nos desdice todos los arcanos. Un solo párrafo corta en diagonal las venas de todas aquellas que han hecho del afecto una batalla y del hijo un parapeto y cierra las heridas de todos aquellos que han tendió que luchar contra el insondable embrujo de un hechizo que levantaba un muro de hierro y desesperación -y no un techo de cristal, como en otros casos y cosas- entre ellos, sus sentimientos y sus vástagos.
Un sólo párrafo y la realidad vuelve a ser dueña de sí misma.
Porque esas pocas frases de una sentencia judicial compendian y resumen todo lo que se ha querido negar por activa y agresiva -e incluso por pasiva y pasiva refleja- sobra la realidad de lo que es un padre y de lo que es un hombre. Recupera del olvido todo lo que se ha enterrado entre interpretaciones historicistas de un novecentismo congelado en la mente y el tiempo.
Esas frases apartan a empujones los cantos y las piedras del patriarcado, el machismo y todos esos conceptos tremolados con continuo desconocimiento histórico y social, echan a un lado los mitos y los ritos bajos los que estaba escondido, bajo los que se ahogaba y se asfixiaba, un concepto tan viejo y tan antiguo como la vida misma. Esas frases desentierran al padre y le sacan del cúmulo de lodos y de odios en el que, en contra de su alma, le habían sepultado.
Como en Loom, el mítico y olvidado juego de los albores de los ordenadores, cada sintagma de ese párrafo de la sentencia de una magistrada vitoriana para justificar una custodia compartida, deshace un hechizo, desenreda un nudo gordiano atado por la irracionalidad y apretado por el odio y la cerrazón ideológica.
"Es legítimo para el padre". Si fuera Mozart le pondría música, si fuera Cezanne le pondría color, si fuera Miguel Ángel le pondría volumen, si fuera un Cohen le pondría imagen, si fuera Jerry Bruckheimer haría una serie.
Sólo el sintagma inicial ya rompe la héjira de aquellas que han impuesto su visión apriorística del mundo en la que el padre no tiene derecho legítimo a nada porque es hombre y por tanto machista y es padre y por tanto patriarcal. Ya marca el final de la era de la férula de aquellas que creen poder cobrarse en las carnes de los padres de hoy los inventados o al menos exagerados pecados de los tatarabuelos de antaño.
"Hasta ahora, por el acuerdo de las partes...”.
¿Acuerdo entre las partes?, ¿no era un rol machista que imponía a la mujer la servidumbre de los hijos?, ¿no era la irresponsabilidad natural del hombre que en su machismo se inhibe del cuidado de sus vástagos?, ¿no era la caradura del hombre que por mor de unos arquetipos heredados se va de casa a ligar por ahí con las secretarias y a realizarse personalmente en el trabajo mientras la mujer debe cargar con todo el cuidado de los hijos?
El acuerdo entre las partes. Una letanía que nos saca del proceso de oscurantismo viciado en el que nos mantenía la arcana hechicería del discurso postfeminista y nos arroja a una realidad en la que las mujeres nunca -o casi nunca- comparten los permisos de maternidad, en el que voluntariamente son ellas las que solicitan la conciliación laboral porque no quieren que sean sus parejas las que la disfruten porque ellas son las que mejor cuidan a los niños. Una realidad en la que ellas eligen dedicarse más a los niños porque no pueden soportar la idea de no ser las mejores en eso. Aunque no sea cierto.
Una realidad en la que parece que nueve meses de embarazo y unas horas de doloroso parto te colocan en mejor posición de conocimientos e intereses que toda una vida cuidándoles y procurándoles el sustento para hacerte cargo de ellos en caso de divorcio.
"...ha venido más volcado cuantitativamente hablando en sus quehaceres profesionales".
De nuevo una frase que nos recuerda lo que es, no lo que el viejo ensalmo construido a fuerza de repetir las palabras machismo, patriarcado y maltrato ha querido estos últimos años que sea.
La cantidad no es calidad. Lo que se hace y se hace bien no compite ni tiene porque competir con horas en los tiempos gastados en hacerlo. A lo mejor pasar todo el día con los hijos no es precisamente un sinónimo de ocuparse de ellos, a lo mejor las baterías de las PlayStation están agotadas, las ADSL echan humo en las redes sociales y eso no hace que te ocupes más de los vástagos que siguen creciendo como setas. Por fin recordamos, saliendo de la nebulosa sombría en la que las repetidas letanías baldías del feminismo agresivo nos envolvió. Que lo que importa es la calidad no la cantidad. Y también con la educación de los hijos. No solamente para hacerlos.
Y así se van desgranando una tras otras todas las frases de este pequeño párrafo hasta que se llega por fin a la que rompe el embrujo, la que derriba el mito, la que tira por tierra toda la telaraña en la que nos enredaron aquellas que usan su sexo como excusa para reclamar una prevalencia que no van a tener porque simplemente nadie la merece.
"Ambos están capacitados para la crianza y cuidado de la menor en condiciones de igualdad y ello favorecerá su desarrollo".
¡Era tan obvio¡
¿Cómo pudieron olvidarlo?
Lo sé, lo sé. No lo olvidaron, solamente, por rencor y conveniencia, fingieron que lo habían olvidado.
¡Y han creado en balde tanta máquina!
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