Superados los fastos paternales y el picajoso sarpullido que parecen ocasionarles a algunas, volvemos a lo importante, al mundo real, a ese espacio que antes era infinito pero que ahora se nos acorta cada día con más prisa y con menos pausa. A lo nuestro.
Y hoy lo nuestro, el mundo, tiene un nombre Toulouse. la policía, la gendarmería, las fuerzas especiales de ejército, la SEDECE, la inteligencia militar y el comando antiterrorista galo tienen cercado a un individuo que parece ser el que disparó contra tres niños judíos y un rabino hace dos días en la ciudad francesa, el que mató a dos ex militares musulmanes en cuatro días.
Más allá de la obvia reflexión que se impone cuando se percibe lo rápido que le han encontrado cuando le han buscado -justo después del ataque a los niños judíos, no justo después del ataque a los musulmanes -no voy a preguntar por qué será porque resulta obvio porque es-, más allá de la sorpresa sociológica que me produce el hecho de que el individuo en cuestión, parapetado contra viento y marea policial operativa, grite a los cuatro vientos que es de Al Qaeda cuando hace dos días se mostraba una fotografía suya rapado con una esvástica en un trapo y levantando la mano a modo de saludo a ver si llueve -obviamente no son el mismo, pero nadie dice al respecto-, más allá de todo eso solamente tengo una cosa clara. Bueno dos.
Que al final detendrán, cazarán o matarán al pistolero y él no ha sido el que ha matado a los niños de Toulouse.
No me malinterpreten es más que probable que el haya apretado el gatillo en todas las ocasiones, que su humeante colt del 45 y su pistola de nueve milímetros sean las armas efectivas de los crímenes, que su dedo sea el ejecutor y que su motocicleta sea el vehículo utilizado en su huida. pero el pistolero de Toulouse no ha matado a los niños judíos y a su rabínico profesor -obsérvese que si fueran los niños musulmanes y el imán que les enseñaba en la madrassa enseguida se nos vendrían a la mente imágenes de yihadismo suicida y pediríamos que lo prohibieran-.
Él les ha dado el tiro de gracia, eso sí pero les ha matado todo un pelotón de fusilamiento.
Un pelotón de fusilamiento además de los clásicos, de los de tropa napoleónica o ejército colonial inglés. De esos de doble fila, una de pie apuntando a la cabeza y otra rodilla en tierra apuntando al corazón. Y ninguno de los que integran ese pelotón, ninguno de los que han formado en doble fila para ejecutar a esos infantes a los que se les enseñaba que eran integrantes del pueblo elegido por su dios llevan caso que oculte sus facciones, huyen en moto o se parapetan esperando un fin que imaginan heroico en su locura en una casa de Toulouse
Todos tienen rostro y nombre.
En la fila de atrás, en pie, con la culata bien apoyada en el hombro está Le Penn -me niego a llamarla madame porque no se lo merece y por supuesto a llamarla mamoiselle porque al parecer no puedo- con sus mensajes de recuperar Francia para los franceses, con su fanático fascismo de Gobierno de Vichi y su constante recurso al odio para lograr aumentar su poder y su posición en un país que olvida pronto lo que tuvo que hacer la última vez que alguien en Europa recurrió a esos mensajes. Y tras ella todos los que desde Hungría hasta España, desde Italia hasta Alemania tiran de ese falso nacionalismo, de ese recurso fácil y agresivo a echarle la culpa de todo al de fuera, de tratar al extranjero como un ladrón, al inmigrante como un criminal cuando lo único que hace la mayoría es recoger las migajas de aquello que nuestro orgullo occidental atlántico nos impide digerir.
Y con ellos los Bossi, Ynestrillas, Orbán, Medvedev y aquellos que tiran de nacionalismo megalómano para cubrir sus vergüenzas, las carencias de sus países y sus incapacidades ideológicas.
Justo en el puesto de contiguo, con el ojo tan entrecerrado sobre la mira que le impide ver a lo que está apuntando se encuentra Sarkozy, el presidente en campaña que, obviando y olvidando su propio origen y el del país que dirige y quiere seguir dirigiendo, se apoya, se sesga, se arrumba sobre la espalda de aquellos que garantizan sufragios, guiña a algo en lo que no cree para poder obtener el voto de aquellos cuyo voto no debería desear. Tanto le ha guiñado el ojo al extremismo derechista de patria, bandera y xenofobia, tantas leyes ha sacado sabiendo que serían tumbadas para ganarse un puñado de votos que necesita para la reelección que ahora, cuando quiere abrirlo encuentra sangre en las calles de Toulouse.
Y amparando su posición, guardando sus flancos, esperando su turno están todos los Berlusconi, Rajoy, Putin que sin creer en ello, sin estar dispuestos ideológicamente a soportarlo se han dejado querer por esos extremos indeseados e indeseables, por esas legas Norte, por esas Peones Negros, por todos esos Hijos de La Madre Rusia, por todos aquellos que nunca serán de los suyos pero de los que pueden rascar el sufragio como mal menor en cada comicios, en cada cita ante las urnas.
Pero como toda fila tiene un lado derecho, también tiene un lado izquierdo. Y en el centro justo en el centro, válido para unos y para otros con su apostura, su rubia cabellera y su celeste mirada que unas décadas antes le hubiera garantiza infinitos papeles de uniforma pardo y gorra de plato, está Paul Newman.
No por lo que es fue o será el pobre hollywoodiense bello salvaje, sino porque él es para el inconsciente colectivo occidental la formación del Estado de Israel, el mítico y mitológico Exodus.
Porque todo occidental ha apuntado y formado parte del pelotón que ha fusilado a esos pobres infantes a los que remató con su tiro de gracia el loco de Toulouse.
Todos compramos la versión de la esforzada migración, de la arriesgada travesía con los infinitos ojos marinos de Newman en la proa. Todos compramos, sin preguntar, sin ahondar sin investigar y sin estudiar qué es y cómo se formó eso que hoy llamamos Estado de Israel.
Más codo con codo con el bello, están todos los progresismos, los falsos progresismos y los progresismos de pastes, acuciados por la culpa de algo que no hicieron, por los miedos de algo que no realizaron y cargando un y otra vez contra un enemigo que no lo es. Asimilando en sus quejas al estado Sionista con el pueblo judío, hablando de libertades que desconocen y de totalitarismos que desconocen. Están Hollande y todo su partido con las constantes vigilancias contra un antisemitismo que es antisionismo, esa izquierda de pastel y vaselina que no sabe decir algo tan sencillo como Israel se equivoca, que Israel es un estado militarista, absurdo y totalitario en sus planteamientos de política exterior pero que eso no tiene nada que ver con los judíos, con los hebreos ni con nadie nada más que con aquellos halcones sionistas que manejan los hilos del poder en Te Aviv.
Y haciendo guardia con Hollande están todos los Zapatero, Cameron, Prodi y demás que juegan al mismo juego de tibieza y de indefinición sin ser capaces de decidir qué quieren apoyar y por qué quieren apoyarlo.
Y cerrando por la izquierda la fila superior que asienta sus dos pies sobre tierras baldías y con el dedo bien enganchado al percutor están los perro flautas que gritan sin saber, que creen que un palestino de mercadillo es una Kuffijah, ya sea negra, roja o verde para que haga juego con sus converse de 60 pavos.
Los que dibujan estrellas de David en los muros en lugar de banderas de Israel cuando se erigen en defensores no reclamados de gentes que antes de defenderse de Israel tuvieron que hacerlo de nosotros, que gritan contra alguien porque creen que eso es defender derechos, porque creen que eso es lo que hacen los rebeldes. Perro flautas y Okupas que toman una causa como suya cuando nadie les ha dado vela en el entierro eterno que es Oriente Medio desde hace medio siglo y que gritan contra los europeos -los judíos, se entiende- porque no tienen valor ni capacidad para ir a enfrentarse a los sionistas reales. Los que portan armamento pesado y corazas de Kevlar en Gaza, Jericó o los pasos fronterizos de Israel.
Y todos ellos, con más o menos tino, con más o menos tiento, con mayor o menor voluntariedad, han apuntado a la cabeza de tres niños judíos y un rabino en Toulouse y han disparado.
Y luego está la segunda fila del pelotón de fusilamiento que ha compuesto el Occidente Atlántico para ajusticiar sumariamente a esas cuatro personas y permitir que un loco que pasa del nazismo al yihadismo como quien cambia de ropa interior un viernes por la noche para salir limpio de copas, les dé el tiro de gracia.
La fila que, rodilla en tierra y con los ojos cerrados, les ha disparado al corazón.
Formada por Irgun, la organización terrorista que "limpio Sión de gentiles" para asegurar un estado Judío, iniciando un ciclo de violencia y venganza que nadie ha sabido ni podido cerrar todavía. Una línea de ejecución formada por un ejército que sabiéndose poderoso en la zona ejerce una política de fuerza sin darse cuenta de que no puede -y quizás no quiera- defender a los judíos que pueblan la diáspora de la frustración y el odio que sus matanzas y sus ataques generan.
En ella se arrodillan los halcones sionistas que imponen su ley y su poder sobre civiles palestinos, que amenazan con guerras y represalias preventivas a todos los que ellos consideran enemigos ignorando que aquellos que solamente se preocupan por vivir en Europa o en cualquier otro lado más allá del muero de la vergüenza que ha trasformado a Israel en Masada, quedan expuestos a la furia de los locos y de los vengativos con cada crimen de guerra que ellos cometen, con cada defensa preventiva que diseñan, con cada acción encubierta que hacen explotar en Kabul o Teherán.
Y junto a ellos apuntan directamente al corazón de tres infantes de su pueblo todos los ideólogos de sionismo político que recorren Europa, el mundo y las embajadas del estado de Israel identificando cada crítica a su gobierno, cada argumentación anti sionista, bajo el manto del antisemitismo como si criticarles a ellos fuera criticar a todos los judíos, fuera odiarles. Defendiendo con ello que todos los judíos son sionistas, que una raza o una religión te obliga a pensar igual que aquellos que han hecho de la fuerza la única herramienta de negociación y colocándose de parapeto para protegerse a muchos judíos de la diáspora mundial que ni siquiera defienden lo que ellos.
Y Los rabinos tan defensores de la guerra santa como los imanes yihadistas, esos completan la terrible y temible fila de los que hace unos días terminaron de cuadrarse y alinearse para matar a tras pobres criaturas y a un rabino en mitad de las calles de Toulouse.
Y dirigiendo el pelotón, con el brazo alzado y marcando los ritmos de la macabra danza que supone esta ejecución, los ayatolas, los imanes furiosos que llaman a una guerra santaque es no lo que se les dijo hace siglos que fuera, las organizaciones arribistas que encuentran poder en la reivindicación y rédito en el miedo, los estados que fingen que su religión les impide actuar contra ellos cuando es en realidad su gobierno el que les hace fuertes, les da cobijo y les engrandece.
Y dirigiendo el pelotón, con el brazo alzado y marcando los ritmos de la macabra danza que supone esta ejecución, los ayatolas, los imanes furiosos que llaman a una guerra santaque es no lo que se les dijo hace siglos que fuera, las organizaciones arribistas que encuentran poder en la reivindicación y rédito en el miedo, los estados que fingen que su religión les impide actuar contra ellos cuando es en realidad su gobierno el que les hace fuertes, les da cobijo y les engrandece.
Y luego llego un asesino vestido de negro en una moto blanca y les dio el tiro de gracia.
Pero ya estaban muertos. Demasiadas personas, demasiados intereses, incluso de aquellos que deberían haber defendido en el mundo su vida ya les habían marcado como blanco. Ya les habían disparado.
Unos a bocajarro en el cerebro y otros por la espalda en pleno corazón. Si yo hubiera sido ellos no sabría qué disparo me habría dolido más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario