Los malos tiempos son tiempos de lucha o de rendición, de dignidad o de supervivencia. Y no son los tiempos los que marcan esas actitudes. Los calendarios solamente definen los problemas. Son las personas las que deciden como enfrentarse a esos problemas.
Y todo esto viene al caso porque hay en alguna parte de este pedazo del Occidente Atlántico llamado España una comité de empresa que aún no se ha enterado de qué va el asunto. De qué va la sinfonía de asonancias que está intentando interpretar el sistema empresarial liberal capitalista como melodía de réquiem para su eternamente pospuesto e ineludible funeral.
Porque el comité en cuestión de la empresa en cuestión o no escucha lo que suena en el mundo o ha decido taparse los oídos y ha elaborado un documento con unas propuestas laborales para sus empleadores que no se veían en letra sobre papel, en negro sobre blanco, desde las Capitulaciones de Santa Fe, desde la toma de Breda. Desde la rendición de Japón ante MacArthur en la cubierta del Missouri en plena Bahía de Tokio.
Los chicos, que no deben haberse dado cuenta de que convocada una huelga general, de que ha llegado el tiempo de defenderse y no huir, de resistir y no esconderse, ofrecen la congelación salarial.
Y a priori parece que puede ser un acto de responsabilidad, un acto de compromiso con la situación económica. Una muestra de buena voluntad y de compartir un camino de solución a los problemas económicos de este país que no deberían porque compartir pero que están en su derecho de hacerlo.
Pero es otra cosa. Es algo parecido a esconderse en la copa del árbol esperando a que se disipe el tronar de la caballería de Su Majestad que carga contra la aldea; esperando que ninguno de los armados y acorazados jinetes que planean arrasar hasta los cimientos el lugar se detenga a elevar la vista y nos descubra.
Porque ofrecen congelación salarial a cambio de nada. Por las buenas, sin contraprestación ninguna. Como apertura de la partida.
Es lo mismo que entregar la reina en el primer movimiento. Ta das jaque a ti mismo.
Ellos dicen que no. Que es por la estabilidad laboral. Pero es mentira. Han sacrificado algo para no obtener nada. Porque lo que piden es que a cambio la empresa se comprometa a no hacer un ERE en un año y medio.
¿A eso le llaman estabilidad laboral?
Puede parecer que sí, pero no lo es.
No lo es porque la compañía en cuestión tiene más de 4.500 trabajadores con lo que bien podría despedir a cien, quinientos o mil sin necesidad siquiera de plantear un ERE.
Su estabilidad laboral empieza a temblar como un álamo negro en las tempestuosas riberas del Rin un día de noviembre.
Y por si esto fuera poco la nueva ley, la famosa y "responsable" reforma laboral de este nuevo gobierno, que parece empeñado en actuar siempre como si fuera nuevo, te permite despedir por reducción de beneficios, por motivos de productividad, por que sí. Así que la estabilidad laboral que pretenden conseguir se diluye como el equilibrio de un funambulista ciego sorprendido por un rayo en medio del precipicio que intenta atravesar.
La empresa puede seguir despidiendo y seguir despidiendo sin necesidad de recurrir al ERE y tú, orgulloso miembro del comité de empresa que has elegido la contemporización en lugar de la lucha, la renuncia en lugar de la defensa, has entregado las pocas posibilidades de mantenerse a flote de miles de familias a cambio de nada.
Puedes haber entregado mil peones en la partida antes de que tu antagonista realice siquiera su apertura. Ni Kasparov con Deep Blue analizando sus jugadas en tiempo real, son capaces de ganar una partida.
Si se trata de ofrecer responsabilidad, ofrecedla. Pero obligad a aquellos que se sientan en el otro lado de la mesa a mostrarla también.
Ofrecedla a cambio de la eliminación de los bonos de los ejecutivos, Ofrecedla a cambio de la eliminación de las partes de sueldo que cobran como imagen o como publicidad que nunca realizan las estrellas fichadas -¿empezamos a saber en qué sector opera esta empresa?- Ofrecedla a cambio de la reducción a la mitad de los sueldos que superen los 300.000 euros anuales -por poner un ejemplo-, ofrecedla a cambio de la congelación de los dividendos de los accionistas durante idéntico periodo de tiempo, ofrecedla a cambio del compromiso de no despedir a nadie por otro motivo que no sea uno disciplinario.
Y entonces a lo mejor la responsabilidad que ofrecéis y que queréis mostrar se compensa.
¡Claro que no van a querer!
Y entonces tendréis que elegir entre responsabilidad para con los que os han elegido o aquiescencia para con los que os han contratado y creen que tienen la sartén por el mango. Es complicado, ¿no? No debería serlo.
Y por si esto fuera poco, por si no hubieran perdido suficientes piezas en el primer movimiento de la partida, los tipos se acogen al mítico privilegio del rey que pusiera de moda hace tres décadas Mel Brooks y realizan dos movimientos por uno.
Si en la apertura han sacrificado todos los peones, en el segundo movimiento inmolan en el altar del holocausto a su miedo y su cobardía a las torres y los alfiles.
Ofrecen eliminar el concepto de antigüedad y que deje de cobrarse.
No sé si porque los egregios miembros del comité de empresa son tan jóvenes que no tienen antigüedad y no perderían nada o quizás porque en realidad para ellos ese aumento trienal es algo "vegetativo" como dice la empresa -curioso concepto, ¿de dónde proviene?, que diría el mítico extraterrestre Alf- porque por más años que estén en la empresa son incapaces de aprender nada, ni de mejorar, ni de adquirir experiencia.
Pero de nuevo vuelven a ofrecer a cambio de nada algo que no es suyo, que no les pertenece. Algo con lo que no tienen derecho a negociar.
Porque la experiencia que paga la antigüedad es algo que se ha ganado cada uno, es algo que ha demostrado cada uno, es algo que no puede ofrecerse a cambio de una rogativa de vieja con rosario entre las manos los domingos de mañana en la puerta de la iglesia mascullando "madrecita, madrecita, ¡que me quedé como estoy!".
Puede que ellos hayan echado cuentas y el dinero que ganan les siga dando para las copas, para el coche e incluso para el alquiler, pero en un país en el que los sueldos han descendido un 4,5 por ciento en los últimos años, los trienios – o quinquenios, como se contabilicen- son la única manera que muchos padres de familia y muchas madres de familia tienen de seguir pudiendo cubrir los continuos aumentos de gastos de las necesidades de su prole.
Y no tienen derecho a ofrecer eso a cambio del humo de no hacer un ERE que ni siquiera asegura a nadie mantener su puesto de trabajo.
Si sin peones, sin reina y con el rey expuesto la partida era prácticamente imposible, ahora con los alfiles y las torres tumbadas ya se convierte en un elemento de estudio para analistas. Se convierte en el motivo que debió volver loco a Bobby Fisher.
Pero ahí no queda la cosa.
Además ofrecen el cómputo anual de horas. Lo que significa trabajar las horas extras y no cobrarlas porque después de que me ha pasado quince días trabajando doce horas seguidas con el desgaste, el estrés y el cansancio que ello supone luego te van devolviendo una hora el 15 de marzo, otra el 18 de septiembre y dos más el 13 de diciembre.
Y eso ya se parece el famoso parte de guerra del 1 de abril de 1939 -ya saben "cautivo y desarmado el ejército, bla, bla, bla..."-.
Afortunada o desgraciadamente yo no trabajo en esa empresa.
Cuando la empresa realice su apertura y se niegue pese a todas sus ofertas a asegurar esa estabilidad fantasma pese a los cientos de millones de euros que gana cada año no puedo imaginar qué ofrecerán como sacrificio para aplacar a la fiera y poder dormir pensando que tienen sus trabajos seguros.
No quiero imaginármelo porque creo que el derecho sobre las vidas y las haciendas -incluido el de pernada- fue abolido con la Revolución Francesa.
Un comité de empresa debería saber que siempre tiene que elegir entre la responsabilidad y la comodidad, entre la justicia y la tranquilidad, que no le está permitido ir en contra de aquellos que le eligen y a los que tienen que defender. Que la decisión entre esas dicotomías está tomada de antemano por mucho sacrificio que exija.
Hay tiempos en los que los problemas hacen la elección por nosotros porque llegan cuando, después de muchas elusiones y huidas, ya no nos queda ningún lugar donde escondernos. Ni siquiera en la letra y la firma de un convenio colectivo.
Pero al parecer no lo saben.
Todavía no saben que cuando una emisión va a negro ellos pierden un día de sueldo pero la empresa pierde millones. Si lo hacen dos días ellos pierden dos días. La empresa puede aumentar sus pérdidas de forma exponencial -¡Uy, se me escapó lo de ir a negro, lo siento!-.
4 comentarios:
No sé si es para iniciados sólamente pero no adivino a qué Comité de Empresa te refieres.
Es un poco para iniciados. Pero es uno que puede llevar las emisiones a negro (no diré más)
Gracias Devilwriter. Me dan ganas de colgarlo en un tablón.
Pues hazlo. O enviaselo al comité. A lo mejor así reaccionan.
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