Las historias que más no llegan, que más nos asaltan desde los periódicos o los informativos de la hora de comer, suelen estar coloreadas a grandes brochazos de los colores que en cada momento quieren destacar aquellos que las cuentan. La vida es color, eso no podemos negarlo. Verde, ese color atribuido a la esperanza -aunque sea baldía e inmovilizadora- en las llamadas historias humanas, como si todas las historias que tienen que ver con humanos no lo fueran; rojo -el intenso carmín de la sangre- en los sucesos y blanco, el blanco inmaculado e incólume de todo aquello que habla de inocencia honor y bondad.
Como yo soy más de expresionismo que de impresionismo, más de tenebrismo que de colorismo, me he decidido a poner algunas sombras en las luces de la última gran historia de rojos y blancos que nos han contado estos días. Me he decidido por dar unos breves y matizados trazos negros entre tanto blanco y tanto rojo con el que se ha pintado el fulgurante y enloquecido ascenso criminal y la caza, asedio y derribo de Mohamed Merah, el ya bautizado como el asesino de Toulouse.
Serán dos breves pinceladas.
Sarkozy, el presidente que quiere seguir siéndolo hace lo que todo político en estas situaciones. Intenta capitalizar el éxito -que otra cosa sería si siguiera el loco dando tiros por ahí- y llevarlo a su trinchera personal. Y habla de haber logrado que La República no se ponga de rodillas ante un asesino -como si el asesino en su locura hubiera pedido algo, que no lo hizo-, de evitar y anticipar este tipo de actos, etc, etc. Y bueno, no es muy ético, pero tampoco se espera mucho más de la política.
Pero entre todas esas arengas como si hubieran ganado la Guerra de Los 30 Años o hubieran recuperado el Canadá, se le cuela una de apoyo incondicional a sus fuerzas del orden, a los hombres que persiguieron cercaron y abatieron a Merah.
Dice el cada cuatro años republicano Sarkozy y el resto del tiempo parte del indivisible simbionte Merkozy en lo económico y en lo europeo, que no va a permitir que se dude del honor de estos agentes.
Y aquí está mi pincelada, mi tenue pincelada de negro que sirve para enmarcar el blanco.
Da igual lo que quiera o no quiera consentir Sarkozy, da igual lo que aél le guste o no le guste. El honor de la policía francesa no es un escudo insalvable tras el que se pueda esconder en caso de necesitarlo.
Mohamed Merah murió de veintidós disparos -bueno en realidad murió de dos- y no voy a cuestionar ni en un sintagma que hubiera que abatirle, que hubiera que responder con fuego al fuego que la locura yihadista de este joven desató.
Pero un hombre con dos disparos mortales en la cabeza no salta por la ventana y se suicida, un hombre con más de una veintena de impactos de bala en el cuerpo no se arroja por una cristalera y muere en su trayectoria mortal hacia la nada por un disparo en el cráneo recibido antes.
Si hay que dispararle y el retroceso físico que generan esos disparos le arroja por la ventana pues se dice y ya está. No se inventan tres versiones diferentes -todas ellas que parten de portavoces policiales- para disimular el hecho probablemente necesario de que fue acribillado.
Que Merah acabaría muerto era un hecho desde que él dijo que no se rendiría y Sarkozy afirmo que se le quería vivo. Los locos siempre suelen cumplir sus absurdas promesas y los políticos nunca suelen cumplir las suyas por razonables que parezcan. Era una conjunción demasiado fuerte para evitar el desastre. Así que se le mató porque hubo que matarle y la mancha en el honor de la policía francesa fue no asumir ese hecho desde el principio e intentar decorarlo para evitar una investigación que con toda seguridad les exonerará -porque es lógico que así sea- pero que es necesaria.
Que ya pasaron los tiempos en los que el honor se les presupone a ciertas gentes como en la mili. También se le presuponía a los tercios y la liaron parda en media Europa, también se le presuponía a la Legión Extranjera y pusieron el Sahel patas arriba, también se le presuponía al ejército colonial inglés y desbarató el resto de África y La India.
Así que el honor no es aplicable en estos casos. La necesidad y la verdad sí, pero el honor para las condecoraciones.
Y el segundo esbozo de contención, el segundo trazo que dibujo para perfilar este acaso que se convertirá probablemente en mítica de los medios va destinado a la contención del rojo.
Es un poco más grueso, más estable, más visible y es la foto que sirve de ilustración a este post -a este grafiti con signos de puntuación que dijeran en un filme reciente-
Desde que Merah disparara en las puertas del colegio judío de Toulouse se han sucedido los alegatos, panfletos, denuncias y llamamientos contra el irrefrenable odio antisemita que puebla Europa, las quejas sobre su persecución, las desgarradas preguntas de por qué les golpean una y otra vez, de por qué reaparece el odio contra el pueblo judío.
Pues esta fotografía es un brochazo enorme que paga todas esas pinceladas con las que se pretende decorar todo este asunto. El que está siendo enterrado es un paracaidista francés, miembro del ejército francés, su madre lleva un hiyab, todos los presentes en el entierro son de ascendencia magrebí y -esto es una suposición por afectación- la inmensa mayoría musulmanes.
Y ellos fueron los primeros en caer, los primeros para un loco asesino siempre son los que más odia, los que componen la parte esencial de su patrón. Y ellos murieron porque habían ido con su ejército a Afganistán, a Irak, porque Merah los consideraba traidores y asesinos de niños musulmanes.
Así que todos aquellos que gritan: ¡Antisemita, antisemita! mejor harían en tragar saliva y darse cuenta que ningún representante del gobierno de Israel, tan furioso con los atentados de Merah, está en estos funerales, ninguno ha presentado sus respetos a tres familias francesas que perdieron a uno de sus miembros. A ellos no les importan esas muertes de musulmanes, no les importan que sean el meollo de la explicación de las enloquecidas motivaciones del asesino. No quieren que nada ni nadie pueda sacarles de su discurso en el que el antisemitismo es la única explicación de todo lo que se hace contra los judíos.
Porque no quieren estar ahí, porque saben que no podrían seguir gritando antisemitismo, utilizando de parapeto el odio contra los judíos si se percibiera la relación entre las muertes de estos militares y el tiroteo y los cuatro muertos en el colegio judío. Porque entonces se vería claro que lo que quiso asesinar Merah en su locura yihadista era a responsables y defensores de una política militar que había matado a niños musulmanes. Y eso no tiene nada que ver con el antisemitismo.
Y para terminar el trabajo con este perfilador de los colores de los que nos han pintado la realidad en Toulouse sólo basta otra pincelada.
Los militares franceses son enterrados en Francia por su familia francesa, no son trasladados a La Meca en un vuelo especial fletado por el gobierno Saudí para ser enterrados junto a los restos del profeta o en un cementerio aledaño. Como son franceses son enterrados en Francia, como son militares se las da una medalla a sus viudas y sus deudos. Y todo el mundo sabe así que han muerto dos militares franceses, independientemente de su religión o de su raza.
Si la diáspora no quiere que se la identifique con los vicios y los actos del estado militarista de Israel resulta más que simple mandar ese mensaje. No entierres a tus muertos en Jerusalén tras ser "repatriados" en un vuelo especial fletado por el gobierno de ese país y luego grites que los han matado por ser judíos. Si han muerto en Francia que Francia les acoja.
Los han matado porque alguien en su locura furiosa los considera lo mismo que el estado sionista que asesina sin cuento a civiles musulmanes en todos los territorios ocupados. Y eso no tiene nada que ver con su piel y con su credo. Tiene que ver con aquello que apoyan y que aún no se han dado cuenta de que es indefendible.
Tan indefendible como disparar a tres niños, un rabino y tres ex militares en las calles de Toulouse. No solamente a un rabino y a tres niños.
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