Tiempo ha que el siempre ínclito vicario inquisidor, que sigue deambulando entre la tristeza y el golpe palaciego insinuado en los pasillos vaticanos, no se asomaba a estas páginas demoniacas y endemoniadas.
Hoy está en México -uno de los grandes reductos del catolicismo mundial, dicho esto por estadística, no por ninguna otra cosa- y luego viajará a Cuba.
Y el bueno del Ratzinger, con ese don de la oportunidad que parece heredado directamente del profeta José, y sus vacas gordas y famélicas, se descuelga diciendo, prácticamente en la escalerilla del avión, que está demostrado que "el maxismo ya no sirve".
Y eso, sin dejar de ser parcialmente cierto, no deja de despertar algunas que otras reflexiones.
Para empezar el hombre de la sotana blanca no debería ni opinar sobre el asunto. Y que conste que no lo digo yo, que soy de los de la libertad de opinión practicamente inmanente, lo dice él.
Porque resulta que cada vez que un socialista, marxista, musulmán, lacio, ateo, antiteista, o cualquier otra tendencia política o religiosa opina sobre el catolicismo, su jerarquía, su constructo ideológico o su teoría ética y moral, el inquisidior austriaco zanja el asunto afirmando que eso es asunto de los católicos y que solamente a ellos les compete. Y si no lo hace él, lo hacen sus conferencias episcopales, sus curias cardenalicias, sus mesnadas sacerdotales -dicho esto sin ninguna acritud, más como metáfora que como otra cosa-, o incluso su feligresía y medios de comunicación afines.
Así que, aplicando en buena lid su propia teoría, Joseph Ratzinger debería guardarse sus opiniones para sí puesto que él nunca ha sido marxista, ni ha participado del maxismo ni Cristo que lo fundó -La Iglesia, no el maxismo, no nos confundamos-.
Pero esto es baladí porque en realidad nadie se lo cree. Ni siquiera la jerarquía católica que tanto lo defiende para mantenerse a salvo de las críticas externas.
Así que, el proceloso inquisidor vaticano tiene todo el derecho -no divino, que conste, sino humano- para hablar de lo que quiera. A lo que no tiene tanto derecho es a estar ciego.
Una sexta parte de la población mundial vive en un régimen basado en el marxismo ideológico -evolucionado al maoismo a través de la revolución cultural china-. Y de momento son la segunda economía del mundo. Dentro de un par de días serán la primera.
Una rama de la teología católica -declarada herética y silenciada, pero existente pese a todo- bebe del maxismo y de su concepto de lucha de clases para su Teología de La Liberación, todos los sistemas políticos del occidente atlántico se basan en la teoría social de Clases surgida del marxismo y hasta su discurso en contra de esta teoría política se fundamenta en los principios marxistas de tesis, antítesis y síntesis y no en la evolución escolástica del pensamiento a priorístico que se supone que era la forma de argumentar y de pensar del catolicismo antes de que el barbudo aleman y su amigo inglés definieran algo llamado dialéctica.
Así que al parecer el maxismo sigue sirviendo para muchas cosas. Desde luego para muchas cosas más que la siempre tremolada raiz judeocristiana de la sociedad occidental atlántica.
Pero, pese a todo eso, le doy la razón al bueno de Joseph -aka Benedicto- en que el maxismo ya no sirve como forma de organización de gobierno. No sirvió desde que se transformó en imposición, no sirvió desde que se convirtió en aparato ideológico. Dejó de funcionar con la Agitpro.
Pero si el guardian del dogma que lo fuera y que ahora parece que no puede seguir siéndolo es tan habil a la hora de detectar las cosas que no funcionan, los sistemas ideológicos que fracasan, las estructuras éticas que se desmoronan, bien podría haberse subido a su avión -¿tiene nombre? ¿papaplane?- y haber declarado "el catolicismo ya no sirve".
Parafraseando el dicho del loco nazareno está muy mal eso de "ver la paja en el ojo del maxismo y no la viga en el ojo vaticano".
Porque que el 82 por ciento de los que se declaran católicos incumplan al menos uno de los preceptos de la moral sexual por debajo del ombligo del catolicismo - a saber la castidad prematrimonial, la prohibición de la anticoncepción, el adulterio o el aborto- tiene que significar algo. Algo tan sencillo como que su moral sexual no sirve. Ni siquiera a los católicos.
Porque que el índice de muerte por sida en África sea once veces más alto entre los católicos que entre los protestantes tiene que significar algo. Por ejemplo que su ética reproductiva hace aguas por los cuatro costados y además es peligrosa para la subsistencia humana en ese continente. Incluso para los católicos.
Porque que tenga a silenciar a sus teólogos más importantes -Hans King, por ejemplo- y recordarles constantemente que los obispos y las jerarquías son los que tienen la potestad para dirimir la evolución teológica del catolicismo es síntoma inequívoco de que algo no sirve. Algo que bien podría ser el dogma inventado de la interpretación jerárquica de la palabra de sus profetas y de su dios. Que no sirve incluso para sus teólogos.
Porque el surgimiento de al menos una decena de grupos violentos armados que tienen a la fé católica como motivación entre Egipto y Uganda -¡Ah!, ¿no sabiamos que existían grupos "cruzadistas" violentos y armados en África?, ¿por qué será?- tiene que significar que algo no sirve.
A lo mejor es la política de defensa de la superioridad moral de los valores cristianos sobre el Islam inciada por el inquisidor papal en Ratisbona de la mano de Manuel II Paleólogo, con la excusa del yihadismo, reclamando un humanismo clásico que no le pertenece. ¡Como si el yihadismo, más allá del nombre y de la definición, lo hubiera inventado el Islam!
Porque que hasta en las encuestas de sus propias conferencias epicospales sobre la falta de vocaciones el principal motivo de la carencia de las mismas sea la obligación de abstinencia sexual, que un 30 por ciento de sus sacerdotes critiquen abierta o veladamente el celibato, que la mayor parte de los propios estudiosos de la Iglesia pongan en esa exigencia la raiz de la peculiar tendencia reiterativa -que no tiene ninguna otra entidad en el mundo- hacia los abusos a mujeres y menores y la pedofilia, tiene que significar que algo no sirve.
Algo que quizás sea el mantenimiento de una norma de celibato basada en un peligro histórico que ya no existe y que hoy por hoy no se justifica. Que no sirve ni para sus sacerdotes.
Porque que los crisitianos en zonas de mayoría islámica estén sufriendo una persecución continua, más allá de todos los aspectos sociológicos omitidos -como su coloboráción con los regímenes totalitarios de esos países- tiene que significar que algo no sirve.
Como por ejemplo el proselitismo realizado desde Roma basado en la vinculación y el apoyo al poder de regímenes injustos pero que protegían su estatus. Inservible sobre todo para sus fieles en minoría.
Porque que el laicismo se haga cada vez más agresivo y que la jerarquía católica no sepa o no quiera dar por terminado un periodo de tiempo negándose a denunciar los concordatos y a a fijar su supervivencia económica más alla de los estados y de los gobiernos tiene que demostrar que algo no sirve.
Algo como por ejemplo la obsesión por implicarse en los asuntos de la sociedad y del Estado y de mantener que la moral cristiana debe imponerse como la moral social preponderante,aunque la sociedad no lo quiera y no lo demande. Inutilizable por supuesto para los Estados
Así que le agrademos profundamente al albo inquisidor romano procedente de Austria que nos recuerde que el maxismo no sirve -algo que por otra parte todos los que fueron o fuimos marxistas reconocimos mucho antes de que él nos iluminara con su santo don profético y clarividente- pero le solicitariamos que aplique ese mismo don, proveniente sin duda de su estrecha y continuada relación con la divinidad, en mirarse el ombligo de vez en cuando -no por debajo del ombligo, que ya sabemos que eso es pecado- y se preocupe mucho más de identificar lo que no sirve en el mismo jardín florido de su casa que lo que dejó de servir hace décadas en el patio trasero de la casa de los demás.
Más que nada porque todos sabemos que para Roma, las jerarquías católicas y todas sus santidades venidas y por venir, el marxismo dejó de servir con la famosa frase de "la religión es el opio de los pueblos". Que es probablemente lá única que no ha dejado de servir.
Y si no que se lo pregunten a los que viven o han vivido bajo la férula del yihadismo o de Joseph Koni
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