Tiempo ha que Euskadi no se acercaba a estas líneas endemoniadas por ese problema de todos que ella sufrió durante años llamado terrorismo y personalizado en los locos furiosos de una banda que dijo ser liberadora y resultó no ser otra cosa que asesina.
Pues bien hoy ETA vuelve a la palestra porque se emnpeñan en revivirla una y otra vez. La izquierda independentista abertzale ha publicado un comunicado en el que lamenta las muertes causadas por la banda y el Gobierno nacional, los partidos que se arroban sin serlo la condición de constitucionalistas -y todos, en general, los que consideran que el nacionalismo español es aceptable pero el independentismo vasco no lo es- lo rechazan.
Dicen que no pueden creer en la sinceridad de las palabras de los abertzales porque no exigen la disolución de la banda, porque no son duros con ETA, porque no exigen el fin de la organización.
Y están en su derecho de no creer a los abertzales, pero su fe no es necesaria. Por más que intenten hacer ver que son ellos, los partidos que se llaman democráticos y que solamente lo son cuando les viene en gana, los que deben legitimar con su aceptación a Bildu y a la izquierda abertazale, todos sabemos que eso noes así. Bildu está legitimada desde que los vascos comenzaron a votarla, desde que refrendaron su creencia -también en un acto de fe- de que se había desligado del terrorismo y de que tenía claro que para buscar la independencia no hacen falta las bombas, no hace falta la muerte.
Da igual que el españolismo militante la crea o no. Euskadi ha demostrado que la cree -al menos una gran parte de Euskadi- . Y es Euskadi la que debe mandar en su futuro. No ETA ni el españolismo "democrático".
Así que la pataleta de que Bildu no es sincera en su lamento por las víctimas de ETA no es otra cosa que eso, una pataleta de aquellos que ya no tienen nada que reprocharle pero no se acostumbran a tener que convivir con ella, por mor de los actos democraticos de los vascos. No es otra cosa que un escozor antidemocratico, una picazón que enrojece las pieles de aquellos que creían que siempre iban a tener el recurso al terrorismo para castigar políticamente al independentismo y de repente se dan cuenta de que ese chollo político se ha acabado, ese sumidero de votos independentistas hacia el nacionalismo se ha cerrado, ese rentable simbionte electoral llamado ETA ha muerto.
Yo tampoco creo que sea sincero el lamento de BIldu. Tantas veces se le ha exigido, tantas veces se le ha reclamado, tantas veces se le ha querido forzar a hacerlo en la creencia de que nunca lo haría para seguir pudiéndoles echar en cara que no lo hacían, que ahora que lo han escenificado no resulta creíble, no se antoja verdadero.
Bildu y la izquierda abertzale hace algo que nosotros le hemos exigido. Revisa su pasado y enuncia sus errores, sus fallas ideológicas, sus equivocaciones pretéritas y el españolismo democrático, sorprendido de que haga lo que ellos no son capaces de afrontar, se refugia en la falta de sinceridad de sus palabras para no aceptarlo.
Hubo un tiempo en que era un clásico. Hubo un tiempo en que esa actitud de reclamar algo del indepentismo vasco para creerle y luego no creerle cuando lo hacía funciono para mantenerle criminalizado, aislado, apartado de la posibilidad de ser la opción política que siempre ha sido en Euskadi.
Pero ya no funciona. Ahora no. Ahora ETA ha muerto y los vascos lo saben. Y resulta absurdo e incluso irrelevante pedirle a un muerto que escriba su propia esquela mortuoria en el periódico.
Puede que sea porque yo intento librarme de las raices judeocristianas que componen el parapeto cultural para muchas de nuestras acciones pero no creo que el perdón y el arrepentimiento sean necesarios para ser considerado un demócrata.
Es necesario que se acepten las reglas del juego y se practiquen, no que te arrepientas de no haberlo hecho antes. Por eso se paga en las cárceles por un crimen, no en un confesionario, por eso hay juicios, no autos de fe. Por eso se llama Estado, no religión.
Pero, en cualquier caso, si se tira por la,calle de enmedio del arrepentimiento y el perdón se supone que tendríamos que hacerlo todos, se supone que todos deberíamos hacer acto de contricción por nuestros pecados pretéritos y nuestas faltas antiguas.
Pero el españolismo democrático es un reflejo de nosotros mismos, como lo son todas nuestras ideologías políticas, y comete nuestros mismos errores. Nos convertimos en jueces y jurados de la bondad de otros, de la sinceridad de otros, de las buenas o malas intenciones de otros cuando nosotros no revisamos las nuestras.
¿Queremos tirar de perdón y arrepentimiento?, ¿queremos que sea ese el molde en el que se base por mor de nuestro juedeocristianismo de pastel en el que se fundamente nuestra visión de lo que debe ser la acción democrática?
Adelante, hagasmolo. Pero empecemos por nosotros.
Si el españolismo no se cree a BIldu por tan plausible motivo, lamento tener que decir que yo no me creo al españolismo en su democratismo a ultranza, en su ciega fe en los valores democráticos.
Porque a lo largo de los últimos sesenta años no he visto a nadie llamar a la puerta de los deudos o descendientes de David Salvador, José Martín Merquelanz, Rosario Arregui , José Miguel Beñarán , José Ramón Ansa, Francisco Javier Larrañaga, Enrique Gómez, Francisco Javier Martín Eizaguirre, Aurelio Fernández Cario, Justo Elizarán, Juan José Lopategui, o cualquiera de otras cuarenta personas muertas a tiros, para decirles "lo siento, fue una brutalidad innecesaria y un error absurdo matar a vuestro familiar por ser abertzale, estar vinculado a Herri Batasuna o militar en cualquiera de las formaciones políticas que durante la transición reivindicaban en España o en Francia la independencia de Euskadi".
Así que no me creo que los partidos españolistas sean democrátas y estén en contra de la acción violenta para lograr sus fines. Los etarras lo han hecho -no sinceramente, según dicen, pero lo han hecho-, pero ellos no.
Me creeré que somos sinceros en esto del perdón y el arrepentimiento como catalizador político cuando algún miembro del ejército español atraviese las calles de Donosti y coloque una corona de flores en algún homenaje que se haga a Tomás Alba, tome la palabra y diga "lamento profundamente -y sinceramente, por supuesto- que la institución a la que represento consintiera, albergara y apoyara a los elementos que mataron en Euskadi por primera vez en la historia de la democracia a un representante político simplemente porque lo era de Herri Batasuna. Fue un error táctico, un fallo estratégico y una salvajada".
Porque si hay que pedir perdón por Miguel Ángel Blanco, también lo hay que pedir por Tomás Alba. Si los abertzales independentistas han de arrepentirse públicamente y con acto de contricción por Ermua y por el asesinato que otros cometieron en nombre de su ideología, tambien hay que hacer lo propio por Donosti y lo que algunos hicieron en nombre de la ideología de una Euskadi dentro de España que los partidos españolistas defienden ahora.
Y nadie lo hecho. Ni de forma creíble, ni de ninguna otra. Simplemente no lo ha hecho.
Si exigimos que los presos de ETA muestren su arrepentimiento -en hebreo vuelta, תשובה - de forma pública y cuando lo hacen les conmimamos a que lo hagán de forma sincera, quizás deberiamos buscar a los excarcelados -también sin cumplir integramente su condena, por cierto- Iturbide y Zabala y exigirles que recorran el camino que les separa de la casa familiar de Felipe Sagarna en Hernani y con los ojos arrasados en lágrimas verdaderas pidan perdón por matar a un zapatero por el execrable acto de pegar carteles de Herri Batasuna en unas elecciones municipales.
Quizás entonces me creyera que realmente consideramos el arrepentimiento y el perdón como una herramienta de integración social. Pero me temo que ninguna declaración política de ningún partido político ha exigido eso ni va a exigirlo para "creer" que el españolismo es verdaderamente democrático.
Y lo seguiré creyendo y engrandeciendo mi fe cuando algún responsable de la Policía Nacional se presente ante los familiares de Lasa y Zabala y les pida perdón por lo que les hicieron a esos dos seres humanos y reconozca que "recurrir a las acciones encubiertas y a las ops negras no es una forma lógica de luchar contra el terrorismo" y luego prosiga su recorrido por las casas de los Marey y todos aquellos que sufrieron el acoso y el castigo de los GAL, dirigidos desde el Gobierno Militar de Guipuzcoa y de la Jefatura Superior de Policía.
Algo que tampoco se hacho publicamente y nunca se hará.
Y tampoco estaría de más que alguien del benemerito instituto, con uniforme de gala, por supuesto, se presentara donde quiera que vivan los deudos de Zabaltza y otros tantosen carcelados, retenidos ilegalemnte y torturados en el infausto cuartel de Intxaurrondo y declare a voz en grito que la Guardia Civil "se arrepiente y pide perdón por haber utilizado la tortura y el secuestro como tácticas antiterroristas y de haber acabado con la vida de personas sin que estas tuvieran siquiera la posibilidad de demostrar si eran culpables o no de los delitos que se les achacaban".
Si el arrepentimiento público, la autoflagelación y el perdón de los ofendidos es una condición para participar en democracia, entonces debe serlo para todos y muchos de los defensores del terrorismo etarra no lo han hecho. Pero no es menos cierto que no lo ha hecho ninguno de los que practicaron, amparararon, organizaron y defendieron el terrorismo antiindependentista y el terrorismo de Estado.
Y que la mayoría de vosotros desconozcaís casi todos los nombres que he citado es una prueba de ello.
Aunque le siente mal a muchos. Tengo que decirlo. Si no miramos al futuro buscando constantes justificaciones del pasado resultará imposible que Euskadi siga adelante.
El perdón y el arrepentimiento son estímulos y exigencias absurdas cuando lo que está en juego es la ley y la democracia. Euskadi es un pueblo y un futuro. No una religión.
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