Tanto se nos agolpa en ese ámbito de visión reducida que llamamos fronteras que últimamente no tenemos tiempo de mirar hacia fuera. Pero el mundo sigue construyéndose y reconstruyéndose allende nuestros propios problemas.
Y lo sigue haciendo allá donde no queremos mirar porque nos muestra un futuro inquietante, uno en el que no somos factor. ISIS, el Estado Islámico, El Califato o como queramos llamarlo esta semana sigue construyendo el futuro del mundo, aunque nosotros nos neguemos a verlo.
Y ahora lo hace en Palestina.
Los grupos afines al Califato empiezan a pergeñar y realizar ataques contra Israel desde Gaza, secular territorio bajo dominio de la mafia sangrienta de Hamás que ha utilizado desde siempre el deseo palestino de independencia como cobertura para sus ansías de poder, convirtiéndose en el principal enemigo -junto con las facciones militaristas y sionistas de Israel, por supuesto- del pueblo palestino.
Hamás reacciona y va a por ellos para mantener, como diría aquel, su territorio de caza. Y nosotros damos palmas con las orejas. "¡Que se maten entre ellos!", decimos sonrientes y nos sentamos a verlo o a ignorarlo.
Pero esos dos misiles lanzados contra Israel por el Califato no son el comienzo de una guerra intestina entre locos fanáticos. Son el final de nuestra derrota. Porque los dementes furiosos de El Califato están haciendo y harán por el pueblo palestino lo que nosotros no supimos hacer: librarles de Hamás.
Durante décadas hemos tenido la posibilidad de desactivar y condenar al olvido a Hamás y no hemos querido hacerlo. Nos hemos limitado a impedir que sus acciones nos afectaran, que su terrorismo llegara a nuestras calles, pero no hemos hecho lo que teníamos que hacer: librar a Palestina de Hamás.
Dan igual todas las incursiones, bombardeos y ataques israelíes que tuvieran como fin militar ese objetivo. Sabíamos como acabar con Hamás y no quisimos hacerlo.
Teníamos que acabar con la miseria de Palestina, forzar a levantar los bloqueos que los matan de hambre, impedir el pogromo que Israel tiene en marcha en la zona, apoyar a los gobiernos moderados palestinos, impedir de forma efectiva y para siempre los asentamientos, devolverles los que los israelíes les han quitado por la fuerza desde 1949, invertir en su prosperidad, su desarrollo y su evolución como nación y como sociedad...
En definitiva, quitarle a Hamás todas las excusas para reclutar, para venderse a sí mismos como salvadores, para justificar su sed de sangre en nombre de su dios y su venganza.
Pero no lo hemos hecho. No hemos querido ver que la mejor manera de evitar el crecimiento del fanatismo no es bombardearle, matarlo o dispararle porque cada muerto de esas formas genera una familia, un amigo o un camarada de armas que ansía la venganza. Así que eso le refuerza.
Matar el fanatismo supone quitarle las excusas para llamar a la gente a las armas, a la muerte y la falsa vindicación
Nos parecía que no podía haber en Palestina nada peor que Hamás pero El Califato nos está demostrando lo contrario en todos los países en que opera e impone su ley a sangre y sharia.
Si derrotan a Hamás -y lo harán- ocuparán el lugar que la cordura y las ganas de vivir en paz habrían ocupado en Palestina si hubiéramos sido nosotros los que ayudáramos a Palestina a librarse de Hamás.
Y para aquellos que sigan pensando en sus adentros: "Me da igual, ¡Que se maten entre ellos", una lección de historia aunque parezca pretencioso.
Saladino, el único califa históricamente real del Islam, paso años combatiendo a los fanáticos berbiches de Egipto, a los extremistas chiitas de Palmira y a una miriada de grupos de fanáticos que se extendían desde Damasco a Jerusalén.
¿Qué hizo luego?
Exacto, con la espalda cubierta, comandó a las huestes del Islam para liberar Jerusalén, mató unos cuantos cientos de templarios en los Cuernos de Hattin, reconquistó Jerusalén, puso en fuga a los ejércitos de diez reinos cristianos en dos cruzadas y allí se paró. Pudo llegar hasta Chipre, Constantinopla, o la costa adriática pero allí se paró.
Pero no nos engañemos, el actual Califato no es tan comprensivo y racional como el antiguo, al mando de Saladino. Esta vez no vamos a tener tanta suerte.
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