Si alguien se dedicara a listar los síntomas de las distintas enfermedades que aquejan a los inquilinos que nuestros votos pusieron en Moncloa podría necesitar toda una vida. Tantas son las dolencias, desde la parálisis hasta la mas profunda lepra institucional, desde la paraplegia administrativa casi completa hasta la afasia política y social, desde la paranoia hasta la egolatría.
Pero hay síntomas que al detectarse las resumen todas, concentran todos los males de forma y de fondo de nuestro actual gobierno.
Y ese síntoma es la dantesca gestión que ha desembocado en la pelea de gallos por el pago de los nuevos fármacos a los presos con hepatitis C entre el Gobierno Central, a través del presupuesto de Interior, y la comunidades autónomas.
Nadie quiere pagar esos tratamientos y mientras no se medica a esos enfermos hasta que los tribunales decidan. Lo cual, estando el Tribunal Supremo de por medio puede llevar el tiempo de una vida. Sobre todo si es la vida de un enfermo carcelario de Hepatitis C.
Todo eso es síntoma de tantas enfermedades gubernativas que, como diría el bueno de House, amenaza con volverse "autoinmune".
Es síntoma del desprecio total por las vidas en favor de los números; del intento de todos y los cargos -ministeriales o autonómicos- de salvar su propias nalgas ante Moncloa y su política de austeridad; de la insolidaridad que busca presentar los números cuadrados endiñando los gastos a cualquiera; de la incapacidad para él diálogo incluso con los propios, de la conversión de la administración del Estado en un reino de taifas en el que ahora, que todo empieza a desmoronarse, cada uno quiera salvar sus parcela de poder por su cuenta.
Solo con eso ya sería grave el cuadro clínico de un gobierno que cree que puede permitirse el lujo de discutir sine die quién paga o no paga un tratamiento mientras sus ciudadanos mueren.
Pero es síntoma de algo mucho peor. Toda la maltusiana historia de los tratamientos de Hepatitis C a los presos de nuestras cárceles es síntoma de lo más bajo que puede hacer un gobierno y lo peor que puede consentir una sociedad.
De considerar que existen ciudadanos de segunda, tercera o cuarta categoría cuya vida es sacrificable para lograr otros objetivos de gobierno.
En 2012 Interior impuso cupos para administrar los nuevos medicamentos contra la Hepatitis C en las prisiones donde un 25% de los presos están infectados
¿Habrían hecho lo mismo si esa enfermedad afectara a un 25% de, por ejemplo, los taxistas?, no ¿cual es la diferencia? Exacto, que son presos.
Se ha creado una lista de espera para tratarlos en función del presupuesto en un ministerio que se gastará 3,88 millones de euros en la creación del Centro para la Memoria de las Víctimas de Terrorismo y 335.000 más en la adscripción de la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT) al Ministerio del Interior.
¿Se habría hecho una lista de espera para los tratamientos psicológicos de las victimas del terrorismo -suponiendo que tras más de cinco años sin atentados aún fueran necesarios- mientras se destinara dinero a un monumento a los funcionarios de prisiones o una Fundación de Presos Reinsertados? Por supuesto que no. Pero los presos no votan y las víctimas del terrorismo siempre han sido una herramienta electoral utilizada y manipulada por el Partido Popular
¿Por qué se prioriza de la forma contraria a la lógica que es destinar más dinero a los vivos que a los muertos? En la diana de nuevo, porque son presos.
Y ahora, las administraciones se pelean en público, negándose a una solución de compromiso mientras los tribunales deciden definitivamente sobre las competencias -que para eso están, no nos engañemos- dejando sin tratar de la mejor forma posible a cerca de 25.000 personas porque a nadie le salen unas cuentas que nunca debieron hacerse de la forma en la que se hicieron
¿Harían lo mismo y dejarían sin asistencia mientras discuten a 25.000 votantes del PP si un virus -elaborado en laboratorios secretos de Venezuela por científicos perversos de Podemos, claro está- corrieran riesgo de muerte?
Más allá del sarcasmo del ejemplo, desde luego que no ¿Por qué si creen poder permitirse ese lujo en este caso? Tres de tres, porque son presos.
Y esa es la peor enfermedad que puede tener un gobierno. Servir a los ciudadanos que quiere y que le viene bien y dejar en la estacada a los demás.
Creer que tiene derecho a decidir quién vive y quien aumenta sus posibilidades de morir usando como criterio de selección sus intereses políticos y sus estrategias de permanencia en el poder.
Crear el darwinismo electoral. Si me votas y me eres útil tienes más derecho a vivir que si no lo haces.
Puede que esa enfermedad degenerativa termine matando a este gobierno. Pero no podemos permitir que infecte a nuestra sociedad.
Nadie quiere pagar esos tratamientos y mientras no se medica a esos enfermos hasta que los tribunales decidan. Lo cual, estando el Tribunal Supremo de por medio puede llevar el tiempo de una vida. Sobre todo si es la vida de un enfermo carcelario de Hepatitis C.
Todo eso es síntoma de tantas enfermedades gubernativas que, como diría el bueno de House, amenaza con volverse "autoinmune".
Es síntoma del desprecio total por las vidas en favor de los números; del intento de todos y los cargos -ministeriales o autonómicos- de salvar su propias nalgas ante Moncloa y su política de austeridad; de la insolidaridad que busca presentar los números cuadrados endiñando los gastos a cualquiera; de la incapacidad para él diálogo incluso con los propios, de la conversión de la administración del Estado en un reino de taifas en el que ahora, que todo empieza a desmoronarse, cada uno quiera salvar sus parcela de poder por su cuenta.
Solo con eso ya sería grave el cuadro clínico de un gobierno que cree que puede permitirse el lujo de discutir sine die quién paga o no paga un tratamiento mientras sus ciudadanos mueren.
Pero es síntoma de algo mucho peor. Toda la maltusiana historia de los tratamientos de Hepatitis C a los presos de nuestras cárceles es síntoma de lo más bajo que puede hacer un gobierno y lo peor que puede consentir una sociedad.
De considerar que existen ciudadanos de segunda, tercera o cuarta categoría cuya vida es sacrificable para lograr otros objetivos de gobierno.
En 2012 Interior impuso cupos para administrar los nuevos medicamentos contra la Hepatitis C en las prisiones donde un 25% de los presos están infectados
¿Habrían hecho lo mismo si esa enfermedad afectara a un 25% de, por ejemplo, los taxistas?, no ¿cual es la diferencia? Exacto, que son presos.
Se ha creado una lista de espera para tratarlos en función del presupuesto en un ministerio que se gastará 3,88 millones de euros en la creación del Centro para la Memoria de las Víctimas de Terrorismo y 335.000 más en la adscripción de la Fundación Víctimas del Terrorismo (FVT) al Ministerio del Interior.
¿Se habría hecho una lista de espera para los tratamientos psicológicos de las victimas del terrorismo -suponiendo que tras más de cinco años sin atentados aún fueran necesarios- mientras se destinara dinero a un monumento a los funcionarios de prisiones o una Fundación de Presos Reinsertados? Por supuesto que no. Pero los presos no votan y las víctimas del terrorismo siempre han sido una herramienta electoral utilizada y manipulada por el Partido Popular
¿Por qué se prioriza de la forma contraria a la lógica que es destinar más dinero a los vivos que a los muertos? En la diana de nuevo, porque son presos.
Y ahora, las administraciones se pelean en público, negándose a una solución de compromiso mientras los tribunales deciden definitivamente sobre las competencias -que para eso están, no nos engañemos- dejando sin tratar de la mejor forma posible a cerca de 25.000 personas porque a nadie le salen unas cuentas que nunca debieron hacerse de la forma en la que se hicieron
¿Harían lo mismo y dejarían sin asistencia mientras discuten a 25.000 votantes del PP si un virus -elaborado en laboratorios secretos de Venezuela por científicos perversos de Podemos, claro está- corrieran riesgo de muerte?
Más allá del sarcasmo del ejemplo, desde luego que no ¿Por qué si creen poder permitirse ese lujo en este caso? Tres de tres, porque son presos.
Y esa es la peor enfermedad que puede tener un gobierno. Servir a los ciudadanos que quiere y que le viene bien y dejar en la estacada a los demás.
Creer que tiene derecho a decidir quién vive y quien aumenta sus posibilidades de morir usando como criterio de selección sus intereses políticos y sus estrategias de permanencia en el poder.
Crear el darwinismo electoral. Si me votas y me eres útil tienes más derecho a vivir que si no lo haces.
Puede que esa enfermedad degenerativa termine matando a este gobierno. Pero no podemos permitir que infecte a nuestra sociedad.
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