Vaya por delante que no soy yo muy de nación española. Bueno, ni de española ni de ninguna otra. Que no está la humanidad para motivos baladíes de enfrentamiento por donde quiso la teoría del caos aplicada a los partos que unos y otros abrieran los ojos a este mundo. Y por tanto no soy mucho tampoco de banderas y estandartes.
Pero, venga va, póngame cuarto y mitad de bandera para llevar.
Los dos partidos tradicionales de nuestra democracia han demostrado que son precisamente eso, tradicionales, al enfrascarse en una disputa tan rancia e inútil como solo lo puede ser una pele por un quítame allá esa bandera. Y esto dice de ellos muchas cosas.
El PSOE se lanza a la conquista del voto del PP. Su líder Pedro Sánchez habla de liderar el cambio responsable, pero usa la bandera para atraer a ese votante que siempre ha hecho de la bandera, la patria y su condición de español un orgullo -inútil desde mi punto de vista, pero respetable- que tiene en cuenta en su sufragio.
Vamos, que promete un cambio -medido y contenido, eso sí- pero busca el voto de aquellos que no quieren ningún cambio y por eso siguen votando al Partido Popular aunque arda Troya. De aquellos que se encienden y se arropan en la bandera española como si la bicolor fuera a eliminar el paro, cambiar la economía o restaurar los derechos sociales perdidos o a punto de perderse.
Y lo del Partido Popular es igual de esperpéntico.
Ellos, que han tirado de bandera de España hasta para ir al baño. Que la han sacado a relucir y ondear en toda ocasión, haciendo del españolismo algo imprescindible en su ideario, ahora acusan a sus rivales de utilizarla, de politizarla. Como si la bandera de España les perteneciera. Quizás porque ahora vayan a tener que dejar de suponer que todo el que luce una rojigualda va a votarles.
Y el argumento para criticar a Sánchez es de lo más curioso, estúpido y sobre todo ignorante.
"Dice que defiende la bandera pero pacta con radicales", argumenta el bueno de Don Mariano Rajoy y se queda tan ancho. Si no me dejara perplejo me daría risa. Si no fuera tan funesto me daría lástima.
Atención, pregunta: ¿No se puede tener bandera y ser radical?
Apuntes de vexilología para Don Mariano.
La bandera tricolor francesa es fruto de los radicales jacobinos, que incluyeron los colores blanco y rojo en el azul de la bandera borbónica.
La bandera Italiana surgió de la revolución de Garibaldi, hecho este que, a mi molesto entender, se antoja bastante radical.
Como lo fueron la revolución americana o los hechos que hicieron surgir las banderas belga, bosnia, alemana, griega, chipriota, portuguesa, israelí, rumana o Eslovena, por ejemplo.
Como lo fueron la revolución americana o los hechos que hicieron surgir las banderas belga, bosnia, alemana, griega, chipriota, portuguesa, israelí, rumana o Eslovena, por ejemplo.
La Unión Jack, o sea la bandera británica, es adoptada por los parlamentaristas que, entre otras cosas le cortaron la cabeza a un rey. Lo cual, me temo, debe considerarse una solución a los problemas de la Pérfida Albión necesaria pero ciertamente radical.
Si sumamos a ellas la práctica totalidad de las banderas nacionales sudamericanas, surgidas de la emancipación revolucionaria de los virreinatos españoles o de las colonias portuguesas e inglesas, desde Argentina a México, pasando por Chile, Brasil, Jamaica, Cuba o Venezuela, y ademas añadimos la práctica totalidad de las del África negra, empezadas a ondear tras procesos de descolonización bastante radicales -y si no que les pregunten a los habitantes de El Congo, Argelia o Kenya-, ¿qué tenemos?
¡Vaya hombre!, que hay muchas más banderas en el mundo nacidas de ideologías y movimientos que Rajoy y su troupe genovesa considerarían radicales que de cualquier otro origen.
Así que va a ser que las banderas del mundo están más ligadas a lo radical, como él lo llama, que a los nobles blasones y colores de reinados surgidos por la gracia de dios.
Supongo que eso debería responder más que de sobra a la falsa dicotomía planteada entre bandera y "radicalidad".
Lo mismo que hicieran con el cambio que quería forzar incluir un techo de déficit en La Constitución, intentando obligar a todo gobierno futuro a asumir esa premisa y por tanto ser liberal capitalista, ahora intentan con la bandera que todo español deba ser conservador o por lo menos lo que ellos falsamente llaman moderado.
Lo dicho, provocaría hilaridad si no despertara la más completa repugnancia.
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