"Bill Clinton va a Sudáfrica decidido a acabar con el
Apartheid y cuando va camino de la residencia de Pieter Botta ve en la costa un
yate de cuarenta metros de eslora con un negro haciendo esquí acuático.
Sorprendido comenta al conductor:
- Yo creí que aquí trataban fatal a los negros pero veo que
están perfectamente integrados
El conductor alza una ceja y responde
- Mister Clinton, usted sabrá un motón de política
internacional y despliegues militares pero de la caza del tiburón blanco con cebo
humano no tiene ni puta idea por lo que veo.”
Vamos, que soy negro y he elegido ser negro.
Pero un chiste es un chiste.
- “Si cometéis un solo pecado más, desapareceréis y seréis
arrojados al infierno” -amenaza el ángel- Para ti, elegido de Yahvé, nada de
dinero, para ti, adorador de Alá nada de cerdo y para ti, sacerdote de Dios, el
sexo está prohibido.
Los pobres se ponen a ello. Va primero el judío, luego el
musulmán y finalmente el sacerdote católico.
Cuando llevan siete días andando, de repente el judío ve
algo brillar en la arena y cuando se acerca ve que es una moneda de dos euros.
Frunce el ceño, se encoje intentando resistirse pero al final se agacha a
recogerla y ¡zas! Desaparece.
El musulmán y el cura continúan su penitencia y tras varios
días deambulando por el desierto atisban un oasis. Se acercan y ven como
alguien se ha dejado un cochinillo asándose en un espetón. El musulmán intenta resistirse,
reza, hace abluciones, pero al final el hambre le puede y se agacha a cortar un
pedazo de la comida prohibida.
Y ¡Zas!, desaparece el cura".
Fieles judíos de nombre Dorom y Yamshi se jugaron la vida
por mí, murieron y quedaron impedidos por salvarme, me quitaron un arma de las
manos, me enseñaron a sobrevivir donde la vida no se valora más allá de la
guerra y solo me pidieron que si un día morían y ese día yo aún estaba vivo
hiciera un Kaddish por su alma. Y lo hice, ¡por Yahvé, que lo hice!
Un musulmán de nombre Selim eligió salvarme en lugar de su
hermana. Me protegió. Salvo la vida y la falsa e impostada dignidad de mujeres
que nada comprendían de su mundo solo porque eran amigas de la mujer a la que yo amaba por entonces y me regaló un anillo que me hizo su hermano. Y otro corrió por las calles para
alejar las balas de nosotros y otro cantó canciones en mi lecho doliente, y
otra me escondió de su gente y su guerra y otra me dio sal cuando yo no había
hecho absolutamente nada para ganarme su hospitalidad.
¡A ver si dejamos de ver fantasmas y empezamos a comprender
que la risa nos cura y lo importante es lo que haces, lo que eres y lo que
defiendes y no lo chistes que cuentas con dos copas!
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