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Esto de los chistes del nuevo y me temo efímero concejal de cultura de Madrid me trae muchas cosas a la cabeza.
Para empezar que los que vivimos en Madrid tenemos la negra -¡Uy, perdón!- con los concejales de cultura que desde hace varios lustros no dan una a derechas -o las dan todas, según se mire-.
En esta ciudad, como en todas las demás es de suponer, trabajamos como chinos -no se me enfaden los colectivos de la patria de Han desde Shangai a Pekín- y los encargados de aumentar nuestra cultura y procurarnos ocios animados se dedican a hacer el indio -con todo el respeto a Cochisse, Sitting Bull, Gerónimo y toda su descendencia- dedicando su tiempo a fomentar los toros unos y a hacer chistes en Twitter otros.
Vamos, que me tienen negro -si Martin Luther King, Malcom X y la NCAPP me lo permiten, claro está-.
La segunda cosa que se me ocurre es que es absolutamente patético que se diseñe una estrategia de oposición a un gobierno municipal basada en unos tuits de hace cuatro años. Que no es que acusen al concejal de no hacer nada y tumbarse a la luna de Valencia -perdón de nuevo, que no digo yo nada sobre la capacidad de trabajo de los valencianos- o de contratar solamente a grupos guiris -se me escapó,se me escapó, mi respeto para todos los visitantes extranjeros en España- para los conciertos, es que le echan en cara unos chistes que han guardado y esperado a sacar justo en este momento.
Lo más patético como estrategia de acoso político desde el incendio del Reichstag -y no quiero decir con ello que debiera haberse quemado el Reichstag de otra manera, matizo por si acaso-.
Que el tío se ha comportado como un ganso -aunque los gansos son ánades extremadamente inteligentes- y ha hecho el burro -un saludo para todos los que trabajan contra la extinción de este noble animal- es evidente. Cuando te dedicas a la política, cosa que no sé si hacia Guillermo Zapata en 2011, es mejor quedarse callado como un muerto -sin menoscabo del respeto que me merece la memoria y el descanso eterno de todo finado- cuando se habla de estas cosas.
Por lo menos espero que Zapata de la cara y no se despida a la francesa -qué sí, que sí, que los gabachos, no franchutes, no franceses, son gentes honorables y no se marchan sin decir nada- y tome las de Villadiego -todo mi cariño para ese bonito pueblo de la geografía española- ni se vaya por los cerros de Úbeda en sus explicaciones -aunque no quiero con ello decir que los habitantes de ese municipio jienense divaguen y se salgan del tema cuando hablan, claro está-.
Y me molesta. Me molesta porque esas críticas vienen de los mismos que defienden la libertad de expresión cuando unas caricaturas -un chiste gráfico, al fin y al cabo- ofenden la sensibilidad religiosa de más de 700 millones de personas.
Pero claro una cosa es bajarse al moro a por algo de costo -disculpas de nuevo, al magreb que rodea la cordillera del atlas- y otra muy distinta respetar sus creencias y renunciar a nuestras ganas de reírnos a su costa.
Pero claro una cosa es bajarse al moro a por algo de costo -disculpas de nuevo, al magreb que rodea la cordillera del atlas- y otra muy distinta respetar sus creencias y renunciar a nuestras ganas de reírnos a su costa.
Espero también que se deje de una vez de hacer política o intentarlo con la sensibilidad de ciertos colectivos, y solamente de ellos, para conseguir desacreditar a los rivales políticos a través del pérfido concepto de lo políticamente correcto, sabiendo de antemano que esos comentarios, dichos o chistes no son síntoma de ninguna posición ideológica.
Que, si no tenemos cuidado en estas cosas y vicios y dejamos de creer que es bueno cogérnosla con papel de fumar, terminaremos hablando y escribiendo con más disculpas y matizaciones que contenido y mensaje reales y haciendo un pan como unas hostias -poniendo por delante el máximo respeto a la oblea de pan ácimo que materializa, según los cristianos, el cuerpo de su mesías en sus ritos sagrados-.
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