Unos locos furiosos asaltan un colegio judío en Toulouse y Europa se lanza a la calle. Clama contra el antisemitismo, contra la intransigencia religiosa, contra el fanatismo.
Todos tienen razón, todos se alinean a favor de la libertad, la transigencia y la convivencia y contra el riesgo que para ella suponen los extremismos religiosos. Repito, todos tienen razón.
Unos fanáticos religiosos de la peor calaña se arman de cócteles molotov, los arrojan a una casa en la definición perfecta de un acto de terrorismo radical, queman a una familia, hacen arder hasta la muerte a un bebé. Y Europa sigue de vacaciones, las calles de París, de Bruselas, de Madrid o de Londres siguen vacías.
¿Donde están?, ¿donde se encuentran todos aquellos que se unieron contra la intolerancia religiosa, contra el fanatismo, contra el odio racial, contra el ataque a los niños, contra el terrorismo?
Están tostándose en las playas, bebiendo cócteles en los resorts de todo incluido, visitando exposiciones o llenando sus cuerpos de la pasión y el sexo que se niegan durante el resto del año.
Y sobre todo.
¿Donde están los cientos de asociaciones antidifamación, las docenas de observatorios contra el antisemitismo, los miles de judíos que se llevan a la boca la libertad religiosa, el pogromo nazi o la siempre oculta conspiración antisionista que puebla el mundo?, ¿donde están?, ¿donde se han escondido?, ¿donde pasan sus vacaciones mientras el cuerpo de un bebé arde entre llamas?
¿Queréis que os crea?, ¿queréis que os considere defensores de los derechos civiles, la libertad y la convivencia?
Solo os pido una cosa.
Quiero que salgáis a cientos, a miles, a la calle y gritéis vuestra rabia y vuestra indignación como cuando matan a uno los vuestros. Como salí yo cuando lo hicieron.
Quiero que cojáis vuestros textos sagrados, vuestras vestiduras rituales y vuestra fe e hinquéis la rodilla, encendáis cirios y recesís a vuestro dios para que pare, para que no vuelva a ocurrir, para que su justa ira se cierna sobre aquellos que lo han hecho, como cuando alguien ataca a vuestros vástagos.
Quiero escupáis a la cara a los culpables, que les neguéis el saludo y la paz de Adonai, que les digáis que el Dios de la Zarza no tiene sitio para ellos ni siquiera en el Gehenna de su infierno, que Yahve les expulsa de su pueblo elegido. Que no son judíos y han perdido el derecho que la sangre y la fe les concedieron a considerarse uno de los vuestros.
Y que pidáis perdón por los 107 palestinos muertos en "Días de Penitencia", los quince niños asesinados en el ataque naval de 2006, los 165 civiles exterminados en "Lluvias de Verano", los 22 adolescentes asesinados en "Columnas de Salomón", la cincuentena de vidas segadas con las "Nubes de Otoño", los 38 muertos y 157 heridos en los "Nueve días de limpieza" de 2007, el niño muerto en el intento de golpe de estado tras las elecciones que ganó Hamás.
Y luego, cuando ya estéis en modo penitencia, volved la mirada vuestro dios y aprovechad para que os cuente lo que opina sobre que aún no os hayáis untado el pelo de ceniza ni hayáis rasgado por el pecho vuestras sagradas vestiduras en contrición por el "Invierno Caliente" que quemó la vida de 120 palestinos, por el ataque al campo de refugiados de Jan Yunes, que terminó con 17 muertos.
Ni por el bombardeo con carros de combate del campo de refugiados de Al Bureij que mató a cinco niños y un cámara de la agencia Reuters, ni por el «Plomo Fundido» que mató en tres semanas 1.300 civiles palestinos y dejó 5.000 heridos. Ni por el «Pilar Defensivo» y causó en ocho días al menos 170 muertos y 1.300 heridos, ni por el «Margen protector» que dejó un reguero de 557 muertos y 13.000 heridos.
Y de las "Uvas de la Ira" ya ni quiero ni tengo fuerzas para intentar acordarme.
Y luego, cuando ya estéis en modo penitencia, volved la mirada vuestro dios y aprovechad para que os cuente lo que opina sobre que aún no os hayáis untado el pelo de ceniza ni hayáis rasgado por el pecho vuestras sagradas vestiduras en contrición por el "Invierno Caliente" que quemó la vida de 120 palestinos, por el ataque al campo de refugiados de Jan Yunes, que terminó con 17 muertos.
Ni por el bombardeo con carros de combate del campo de refugiados de Al Bureij que mató a cinco niños y un cámara de la agencia Reuters, ni por el «Plomo Fundido» que mató en tres semanas 1.300 civiles palestinos y dejó 5.000 heridos. Ni por el «Pilar Defensivo» y causó en ocho días al menos 170 muertos y 1.300 heridos, ni por el «Margen protector» que dejó un reguero de 557 muertos y 13.000 heridos.
Y de las "Uvas de la Ira" ya ni quiero ni tengo fuerzas para intentar acordarme.
Hacedlo. Llorad y rezad por ellos y exigir el castigo a los intransigentes que han originado sus muertes y entonces creeré que estamos y luchamos en el mismo bando de la guerra contra el terror y la violencia.
A los otros, locos furiosos de uno y otro dios, poco se puede decir que les convenza.
Seguid matando niños. Seguid masacrando el futuro para que, si lográis la victoria que la razón y la necesidad os negarán por siempre, gobernéis sobre la última generación de los humanos.
Quizás entonces comprendáis vuestra locura cuando vuestro dios os repudie por haber acabado con todas sus creaciones inocentes. O tal vez ni eso y le acuséis de hereje y le matéis a él.
Y en cuanto a los occidentales que claman contra el terrorismo yihadista, apoyan como proporcionada y necesaria la respuesta de Israel y permanecen callados ahora, disfrutando de sus merecidas vacaciones, tan sólo les diré una cosa.
De pronto la muerte de niños ya no importa, el fanatismo no es relevante, el terrorismo no es nuestro principal enemigo.
Alguien a quien quise, quiero y siempre querré, me ha dicho que mi visión del mundo es triste. Y no es del todo cierto. Es triste sí, pero solo la visión de nuestro mundo.
Un mundo en el que solo combatimos el terrorismo del que somos víctimas potenciales, en el que nada nos afecta hasta que no llama a la puerta del patio trasero de casa. No es el mundo o mi visión lo que es triste.
Somos nosotros lo que lo somos, por más que riamos, disfrutemos, follemos o nos divirtamos, somos tristes. Una civilización lastimosamente triste.
Disfrutad de vuestras vacaciones y seguid creyendo que el niño que ha muerto entre llamas en Gaza poco o nada tiene que ver con vosotros, vuestra bandera, vuestra patria o vuestra vida. La historia os contará otra cosa.
Seguid matando niños. Seguid masacrando el futuro para que, si lográis la victoria que la razón y la necesidad os negarán por siempre, gobernéis sobre la última generación de los humanos.
Quizás entonces comprendáis vuestra locura cuando vuestro dios os repudie por haber acabado con todas sus creaciones inocentes. O tal vez ni eso y le acuséis de hereje y le matéis a él.
Y en cuanto a los occidentales que claman contra el terrorismo yihadista, apoyan como proporcionada y necesaria la respuesta de Israel y permanecen callados ahora, disfrutando de sus merecidas vacaciones, tan sólo les diré una cosa.
De pronto la muerte de niños ya no importa, el fanatismo no es relevante, el terrorismo no es nuestro principal enemigo.
Alguien a quien quise, quiero y siempre querré, me ha dicho que mi visión del mundo es triste. Y no es del todo cierto. Es triste sí, pero solo la visión de nuestro mundo.
Un mundo en el que solo combatimos el terrorismo del que somos víctimas potenciales, en el que nada nos afecta hasta que no llama a la puerta del patio trasero de casa. No es el mundo o mi visión lo que es triste.
Somos nosotros lo que lo somos, por más que riamos, disfrutemos, follemos o nos divirtamos, somos tristes. Una civilización lastimosamente triste.
Disfrutad de vuestras vacaciones y seguid creyendo que el niño que ha muerto entre llamas en Gaza poco o nada tiene que ver con vosotros, vuestra bandera, vuestra patria o vuestra vida. La historia os contará otra cosa.
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