lunes, agosto 17, 2015

Whatsapp, Change.org y Google en lugar de Calvino

Hace década y media, cuando nos recorrió esa especie de milenarismo de baja intensidad que se dio en llamar Efecto año 2000 Italo Calvino se sacó de la manga o de su superdotado sentido común, según se mire unas normas para sobrevivir en el mundo del siglo XXI.
Por supuesto la inmensa mayoría de nosotros vive más allá de esas normas porque las desconoce y porque aunque las conociéramos somos alérgicos al esfuerzo que supondría llevarlas a la práctica.
Nos hemos arrojado en brazos de facilidad. Lo fácil es hermoso. Y desde la tecnología hasta la psicología nos facilitan y nos justifican esa tarea.
Es más fácil chatear por whatsapp que quedar a cenar, que la comunicación pierde sus elementos no verbales, da igual. Es más fácil. O resumir una idea en 140 caracteres que desplegar argumentos o leerse un folleto que asimilar un programa electoral o ver un titular que desentrañar una noticia. Que obviamos el contexto, los matices y los argumentos, da igual. Es más fácil.
Si una aplicación nos obliga a más de dos clics es lenta; si una lectura nos lleva más de dos minutos es densa; si un argumento nos obliga a abrir más de media linea de pensamiento es confuso. Es más fácil dar un me gusta que ir a una manifestación, donar que colaborar, callar que replicar, gritar que argumentar, follar que amar. Y en eso estamos.
Abandonamos vocaciones y deseos porque no resultaría sencillo conseguirlos. Sentimos el impulso de salir corriendo en cuanto una relación nos plantea la más mínima dificultad, demoramos decisiones porque no nos resulta fácil asumir sus consecuencias. La dificultad es el octavo pecado capital y la facilidad la cuarta virtud teologal de nuestra religión de la modernidad del siglo XXI.
¡Ah, se me olvidaba, la primera norma de Italo Calvino era "desconfiar de la facilidad"!
La segunda estrategia mental del filósofo italiano es todavía más difícil de llevar: “ser conscientes de que en décimas de segundo pueden dejarnos sin todo lo que tenemos”.
Eso ya ni nos lo planteamos. Vivimos como si fuéramos la última generación sobre la tierra, como si nada nos fuera en el intento. A resultas de nuestra confianza ciega en la facilidad no podemos vivir con la idea de que podemos perder algo ya sea el más superfluo de los privilegios o el más intrínseco de los derechos.
Así que cuando nos enfrentamos a esa posibilidad -últimamente cada tres por dos- nos bloqueamos. Vivimos de crisis de ansiedad en crisis de ansiedad, tiramos de ansiolíticos, Esperamos de otros que nos den o nos nos quiten lo que tenemos por pura inercia.
Y esa inconsciencia nos lleva no estar preparados para luchar cuando alguien amenaza un derecho a resignarnos cuando algo pone en riesgo nuestro futuro. A huir cuando deberíamos enfrentarnos a las cosas, a escondernos cuando deberíamos dar la cara, a esperar que pase la tormenta cuando deberíamos remar para que el barco saliera de ella.
Como no somos conscientes de que podemos perderlo todo, nos bloqueamos sin remedio cuando descubrimos que podemos perder algo.
En resumen, como diría el molesto en más de un sentido cantor porteño: Antes pelo, ahora gente/ antes lucha ahora circo/ antes pan, Ahora clonazepán.
¿Y la tercera norma de Calvino para sobrevivir en siglo XXI? Aprender poemas de memoria.
¡Vaya estupidez! ¿Para que queremos la memoria histórica, social, afectiva o personal? Nosotros no cometemos errores así que no nos sirve de nada recordarlos para no volver a cometerlos.
Y además tenemos Google que nos permite buscan en la Wikipedia el significado de la palabra decadencia.

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