Entre tanta política exterior e interior, verano de paseos y azoteas, nos están matando mujeres. También no están matando hombres, niños, sirios, griegos, iraquíes, inmigrantes senegaleses. Pero hoy toca hablar de mujeres.
Un nuevo verano de esos en los que aumentan las víctimas femeninas de la violencia afectiva y de nuevo las mismas preguntas ¿por que no funciona la legislación?, ¿por qué no funcionan las medidas judiciales o administrativas?
Y claro, de nuevo las mismas respuestas. Como si esta vez no fuera a ser una completa inconsciencia esperar que los mismos actos traigan consecuencias distintas. Quizás haya que buscar respuestas distintas.
¿Por que no funciona la ley?
Tal como yo lo veo la respuesta es muy simple y se resume en el principio popular de "quien mucho abarca poco aprieta". Se ha tipificado, penado y castigado como maltrato hasta respirar fuerte cerca de una mujer, hasta hablar mal de ella públicamente y eso, lejos de generar mayor seguridad lo que hace es orinar tal volumen de procesos judiciales que impide distinguir las verdaderas amenazas, los verdaderos maltratos o cuando menos demora el acceso al conocimiento de los mismos. Antes de estar enterradas bajo tierra las mujeres maltratadas y asesinadas dentro del entorno afectivo yacen en el catafalco de miles de denuncias que no deberían ser tratadas como malos tratos.
El querer impedir todo hace que no se pueda evitar lo que es importante evitar.
¿Por qué no funcionan las medidas judiciales? Casi por idéntico motivo. No se ha puesto el necesario hincapié en evitar que la legislación actual sea utilizada de forma aviesa y torticera. Se ha puesto tanto énfasis en negar que existan denuncias falsas en lugar de en purgar las malintencionadas que las medidas judiciales son inútiles porque se aplican sobre demasiados inocentes y eso termina retrayendo a los jueces de aplicarlas de forma automática.
Pero más allá de las nuevas respuestas a las mismas preguntas, quizás habría que hacerse preguntas nuevas. Si la acción judicial, la legislación y la acción policial no es suficiente, ¿qué falla?, ¿qué otra cosa hace falta?
La respuesta parece obvia y evidente e incluso no parece original: educación. Pero, lo siento, no es la educación del macho ibérico irredimible. En este caso y para mi es la educación de la hembra hispana irrenunciable. Quería encontrar una forma decirlo sin herir susceptibilidades ni sensibilidades pero ya soy bastante viejo para inventar eufemismos.
En este país todavía hay muchas y por desgracia vuelve a haberlas que desean un modo de amor que puede sembrar la semilla de su propia destrucción.
Desean ser conquistadas, arrebatadas por un hombre que las arrastre a donde se mueren por estar, ser objetos pasivos de sus propios amores y que sea el hombre el que luche por ellas y las arrastre a la pasión.
Puede que la escasa relación de las mujeres con los entornos bélicos tradicionalmente a lo largo de la historia les haya ignorar que significa la conquista y el hecho histórico de que el derecho de conquista llevaba aparejadas cosas nada agradables para el conquistado y que significan el poder casi omnímodo del conquistador.
No se puede soñar, desear o fantasear con un hombre que se imponga, que te arrastre, que "tenga carácter" -en este país tener carácter parece sinónimo de tener mal carácter-, que sea "malote" para sentirte arrastrada a la pasión y luego pedir que desactive todo eso y se convierta en otra cosa porque ya ha pasado la danza de apareamiento. El conquistador es conquistador siempre. Sobre todo cuando ya ha consumado la conquista. Que ser un premio de conquista no las convierte en damas, reinas o princesas. Las transforma en una propiedad.
Y quien se atreva a negarlo que vea Mujeres y Hombres y Viceversa o que consulte la cifras de ganancias de 50 Sombras de Grey, devorada literaria y cinematográficamente por cientos de miles de mujeres en este país.
Y tampoco estaría de más tirar de educación para enseñarlas que esas míticas "armas de mujer" de la hembra hispana son otra arma cargada con la que juegan a la ruleta rusa con sus vidas.
Que mantener a los hombres en la constante incertidumbre, no ser claras, ser incapaces de decir un no o un sí claro y trasparente desde el principio, hacer la goma con los sentimientos de sus amores o sus amantes, tirar de pagafantas, usar la insinuación sexual como forma de lograr sus objetivos, "volverlos locos", "dejarlos en shock", "mantenerlos interesados" o usar sus "armas de mujer" no es algo divertido que te hace ser guay cuando lo cuando lo cuentas en las tardes de cafés y gin tonics con tus amigas.
Son balas que cargan el tambor de un revolver que tienen apoyado continuamente contra su propia sien. Porque si juegas por diversión, inseguridad o crueldad con los sentimientos de alguien corres el riesgo de volverle loco y si además lo haces a sabiendas luego no puedes quejarte cuando no puedes evitar que actúe como un loco.
Y quien quiera negarlo que consulte los artículos más consultados en la red de revistas femeninas o se haga invitar a alguna conversación de sus amigas.
Así que quizás convendría empezar a educar a la hembra hispana para que no se convierta en cómplice previo al hecho del futuro maltrato contra ella como ya se intenta hacer y se ha conseguido en gran medida con el macho ibérico para que no sea autor material de ese maltrato.
Puede que penséis que hilo muy fino pero siempre he pensado que todo está relacionado y que la mayor tragedia siempre es un producto de la concatenación previsible de un algo que parecía nada tener que ver con ella.
Lo siento. Soy así y pienso así. Por eso hace tiempo que decidí, aunque mi corazón perdiera en el intento, que yo no conquisto, yo no compito. Yo solamente amo.
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