Después de la desaforada imagen de mi anterior post estaba yo dispuesto a hablar de autobuses, de segregación, de libertad -como para compensar-. Estaba yo dispuesto a escribir de religiones, de usos religiosos, de mujeres y hombres discriminados por credos y por tendencias religiosas. Estaba yo dispuesto a redactar sobre lo esencial, pero voy a empezar por lo banal, por lo irrelevante, por las cortinas de humo. Voy a empezar por Marta González Vázquez.
Que ¿quién es esta señora? Pues, ¿quién va a ser? un cargo público, a la sazón, Secretaria General de Igualdade de la Xunta de Galicia.
Que ¿qué ha hecho? Lo de siempre, nada. Aunque ella cree lo contrario, está orgullosa de lo contrario. De hecho, es de suponer que se sentirá orgullosa de haber frenado el sexismo que está destruyendo nuestra sociedad.
En resumen. Ha forzado la retirada de una cartelría que publicitaba una gala benéfica sobre el vino y la moda gallegos. Y lo ha hecho por sexistas, por humillantes, por machistas.
He aquí las obras del delito. No diré nada sobre ellas porque no creo que tenga nada que decir. Pero Igualdade si se ha visto obligada a decir muchas cosas: "la mujer queda reducida a un mero objeto, la convierte en un reclamo sexual y genera violencia contra ella", Ha dicho la secretaría y su secretaría.
La mujer queda reducida a un mero objeto. Curioso, ¿por qué?
Si la modelo estuviera sujetando la copa vestida con un traje de chaqueta y con un portafolio ¿no sería un objeto?, si estuviera pudorosamente tapada y consultando un portatil en mitad de una piscina de Albariño -no se me quejen los amantes del Ribeiro- ¿no sería un obeto? si la modelo fuera rolliza y no escultural, de piernas cortas y no infinitas ¿no sería un objeto?
No sé qué responderá Igualdade de la Xunta, con su secretaria general a la cabeza, a estas preguntas.
Pero la respuesta para mí es, indefectiblemente, sí. Sería un objeto de igual modo.
Sería un objeto, como lo son todos los modelos y todas las modelos del mundo, como los son cuando posan vestidos o desnudos, insinuantes o recatadas, provocadores o inocentes. Como lo son sus manos y sus uñas, como lo son sus rostros y sus labios, como lo son sus espaldas y sus pechos, como lo son sus convexos abultamientos pélvicos y sus cóncavos escotes, como lo son sus ojos y sus barbas. Como lo es cada parte de su anatomía, aparezcan por separado o en su conjunto
Porque lo que es un objeto en apariencia es el modelo. Les pagan por serlo. No es un objeto por ser mujer o por ser hombre. No es un objeto por estar vestida o desnuda, no es un objeto por ser bella u horrible. El objeto es el modelo. Es la profesión que han elegido y es por lo que se les paga.
La mujer y la imagen de la mujer no tienen que ver en ello. Y el novecentismo victoriano en el que se ha transformado el feminismo español no puede verlo, no quiere verlo. No sabe verlo.
Porque un maromo en calzoncillos no es sexista. Porque un cartel en el que se vea un plexo solar perfecto o unos brazos musculados no es sexista, porque un individuo insinuante con la camisa desabrochada y una mirada provocadora y provocativa en una marquesina de un autobús no es sexista.
No puede serlo. A la Secretaria de Igualdade le gustan, a las mujeres les gustan. Así que tienen que ser buenos, tienen que ser éticos. No pueden ser sexistas.
Los modelos son objetos porque están ahí para portar el producto que anuncian. No por lo que sean o dejen de ser. Esa es su profesión.
Y puede ser muy cuestionable que existan profesiones así y que las sociedades occidentales precisen de una profesión así. Pero la señora González Vázquez no está hablando de eso. Entonces tendría todo mi apoyo y comprensión.
Pero no es eso. Es victorianismo puro y duro. Un sexo tiene derecho a unas cosas y el otro debe tenerlas prohibidas por bien de la ética y de la tranquilidad del sexo que goza de los privilegios. Su Graciosa y Serena Majestad, Victoria de Inglaterra, hubiera estado orgullosa.
Un hombre puede ser un objeto, una mujer no. Eso es sexita. Tiene razón, es sexista. Por su parte no por la del anunciante.
La convierte en un reclamo sexual. Mas curioso todavía ¿por qué?
La Secretaría de Igualdade de la Xunta olvida o quiere olvidar a qué temática concreta está destinada la gala: vino y moda. La copa es el objeto que porta el vino y la modelo es el objeto -por modelo, no por mujer- que porta ¿qué porta la modelo?
No tengo el dato concreto, pero apostaría mi alma condenada y regalada a que porta la vestimenta de algún diseñador o diseñadora de terras galegas.
O sea que la modelo es el reclamo para la moda gallega. Es el reclamo para ese sector que en un 85 por ciento recibe sus ingresos de la moda femenina. Es decir, de la moda comprada por mujeres y diseñada para mujeres. Que en un inmenso porcentaje de facturación está destinado al consumo de mujeres.
No conozco los datos exactos sobre el porcentaje de mujeres homosexuales en España, pero me arriesgaré a decir que no parece que el reclamo sexual de una mujer estupenda con un pecho parcialmente al descubierto sea algo que llegue a la mayoría del público objetivo de esa publicidad ni del espectro de mercado de ese negocio que es la moda.
¿Está diciendo Igualdade que las mujeres comprarán la moda gallega porque se sienten atraidas sexualmente por la modelo?, ¿está diciendo la secretaria González Vázquez que las pasarelas se pueblan de piernas infinitas, espaldas al aire, escotes profundos y figuras anorexicas -a mi entender de hombre que no sabe de estas cosas, según ellas- porque las destinatarias de esos productos de repente se sienten arrebatadas en su líbido por esas presencias bellas y atractivas?
A lo mejor resulta que Jadore es la colonia más vendida de las última campaña de Navidad porque todas las mujeres que la compran sueñan con que Chralize Teron tenga una engachada sexual con ellas justo en el momento en el que deja caer la última prenda de la que se desprende en el spot. O a lo mejor lo que pasa es que todas las mademoiselles que han comprado el perfume de Chanel tienen sueños húmedos con Kira Knightley.
Espero que no sea eso lo que está pasando. Sinceramente, espero que no sea eso.
¡Claro que el sexo es un reclamo! Pero en todos esos casos -y en el de la moda- lo es indirecto y lo es para las mujeres. Lo que espera el subconsciente consumista de Jadore o Chanel es que los hombres sientan ese impulso irrefrenable cuando ellas se deshagan de sus vestimentas o que las persigan como hacen los elegantes caballeros con la pirata del caribe ¿Quien está siendo entonces tratado como un objeto?
Pero volvemos al principio. Cuando una mujer alza la ceja y hace un comentario del tipo "ya le dejaria yo a ese que me pasara el algodón por donde quisiera" -y es literal- cuando ve al nuevo mayordomo del bioalcohol no pasa nada, no es sexista. Cuando una mujer sueña con poder elegir entre un sinfín de mancebos para sus escarceos sexuales, fijándose exclusivamente en su físico no pasa nada, no es sexista.
Partimos de la base de que que la secretaria general y su secretaría parecen creer que el hecho de que un hombre tenga un impulso o una fantasía sexual con una mujer sin su permiso es un insulto y una forma de pensamiento machista.
¡Como si los buzones de entrada de los correos electrónicos de Vin Diesel, Cristiano Ronaldo, Taylor Lautner o George Clooney estuvieran llenos de solicitudes previas de permiso, enviadas por triplicado, de todas las mujeres que han tenido y disfrutado sueños húmedos con ellos!
Para ellas, lo que en una mujer es un símbolo de liberación, en un hombre es un insulto. La mujer tiene derecho al sexo y a la fantasía sexual, el hombre no.
Una mujer mostrada en una campaña publicitaria de forma más o menos insinuante es un insulto sexista y hay que hacer campañas contra su presencia. Pero nadie hace una campaña para eliminar de las carpetas de las jovencitas los plexos solares desnudos, las camisas mojadas y las piernas musculadas de individuos que no están ahí precisamente por sus dotes interprtativas, por sus grandezas futbolísiticas o por sus afiladas mentes -aunque muchos de ellos posean unas u otras-.
Si estuvieramos hablando de la falta de ética y de sentido común que supone que el sexo se use para todo, que se conciba como un elemento de trueque que se basa más en la abundancia y la frecuencia que en la expresión de sentimeintos, apoyaría a la Secretaria de Igualdade.
Si protestara sobre el hecho de que se ha vendido una teoría que hace desable que se disocie de cualquier sentimiento y de cualquier expresión de los mismos para evitar compromisos y problemas y para utilizarlo exclusivamente como un bien de consumo que cubre determinadas necesidades de hombres y mujeres, estariamos hablando de lo mismo y la secundaría casi sin reparos.
Pero una mujer no puede ser utilizada como reclamo sexual y un hombre sí. Un hombre no tiene derecho a recibir impulsos sexuales que alimenten sus fantasías desde la publicidad y una mujer sí. Tiene razón. Eso es sexista. Sexista por su parte.
Hay aún dos argumentos más en las motivaciones de la Igualdade de la Xunta que merecen comentario, pero de momento paro aquí.
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