Costa de Marfil arde en llamas y peligra el Colacao, Libia estalla en bombas y peligra el petróleo, Siria se rompe a pedradas y balazos y peligra el mundo, Yemen se quiebra a golpes y no peligra nada.
Y el Partido Socialista se rompe y peligra el Partido Socialista. Así que toca hablar del PSOE.
Zapatero ha anunciado que se marchará, no se ha ido, no se ha quedado, simplemente ha anunciado que no continuara. No ha dimitido, no se ha borrado; no ha reconocido su derota electoral antes de que se produzca, ni se ha retirado en el cúspide de su carrera política -esto último hubiera sido hasta divertido-. Zapatero ha anunciado que no se presentará a la reelección. Sólo eso.
Y hago todas estas aclaraciones porque parece que, según se mire, ha hecho todas esas cosas, pero en realidad no ha hecho ninguna de ellas.
Lo que ha hecho se puede interpretar de muchas maneras, probablemente todas parcialmente acertadas y posiblemente todas sesgadamente equivocadas. Pero eso lo hacemos nosotros. No José Luis Rodríguez Zapatero. Él solamente ha anunciado que no se presentará.
Él se ha limitado a colocar la pelota en el tejado de otros, del PSOE, y como suele ocurrir, como nos ocurre a todos, eso no sienta nada bien.
El PSOE se encuentra de repente con que tiene que decidir, con que no puede eludir la decisión y se ve tan fuera de juego como nos vemos todos cuando no podemos practicar el arte que más nos gusta: el escapismo; cuando no podemos ejercitar el deporte en el que todos los habitantes de este Occidente Atlántico nos hemos demostrado auténticos campeones mundiales: la elusión.
El PSOE amenaza con romperse -como siempre-, los socialistas alertan ruina, no porque Zapatero no se presente, no porque Griñan y los peones de Chaves estén a la gresca, no porque Rubalcaba sea viejo, aunque bueno y Chacón sea joven aunque... bueno dejémoslo. No se quiebra por todo eso, aunque todo eso contribuye.
Está a punto de romperse, porque hace lo que todos hacemos, lo que nos hemos acostumbrado a hacer, lo que creemos que es nuestro derecho hacer siempre que nos venga bien.
Porque elude su responsabilidad. Porque los cuadros, los políticos, los supuestamente responsables políticos del partido, buscan desesperadamente una forma de sacar a toda prisa el balón de su tejado. Buscan la forma de que otros decidan por ellos.
Cuando eso ocurrió en el PP, en el sempiterno emporio del conservadurismo neoliberal, que no recuerda que es neoliberal y no reconoce que es conservador, se recurrió a lo único que saben recurrir en los pasillos de Génova, a la única forma en la que se sabe eludir la responsabilidad entre las huestes otrora de Aznar y ahora, a regañadientes, de Rajoy.
Se miró hacia arriba y se pidió, se imploró, se exigió -con la boca pequeña, eso sí- una designación, una guía, una orden, un sucesor.
Pero el PSOE no puede hacer eso. Eso ya lo hizo el PP y, en este país nuestro, un partido mayoritario no está dispuesto a hacer algo que ya ha hecho el otro partido mayoritario.
Así que como el PSOE no puede mirar hacia arriba para eludir su necesidad de decisión, su responsabilidad de elección, no le queda más remedio que mirar hacia abajo.
Lo que amenaza con destruir el Partido Socialista tras el anuncio de su líder de que no se presentará a la reelección como Presidente del Gobierno, no es Rubalcaba, ni las familias; no es Chacón ni los restos del zapaterismo de la sociedad ideologizada -algún día hablaré de esto-. Son pura y simplemente las primarias.
Porque la primarias, poner en las urnas y los sufragios de medio millón de afiliados la decisión del próximo candidato a la Presidencia del Gobierno, no es una decisión democrática, aunque lo parece, no es un principio ideológico, aunque se le asemeje, no es un acto de confianza ciega, aunque parezca similar.
Las primarias son la forma que han encontrado los cuadros del PSOE de sacar la pelota de su tejado, de esconder la cabeza en un agujero, de eludir aquella responsabilidad que se supone que han asumido al formar parte de la elite política de su partido.
Es la manera, radicalmente opuesta de la designación de un sucesor, de lograr el mismo objetivo que el PP consiguió en su día recurriendo a la decisión sucesoria: no tener que elegir.
Porque en un congreso -uno de esos congresos del PSOE en los que Leguina se peleaba con Lizavetsky, en los que guerristas y felipistas se tiraban a degüello, en los que los renovadores por la base recibían a diestro y siniestro de unos y de otros- hay que dar la cara. No hay lugar donde esconderse.
Unas elecciones secretas permiten dejar la elección en manos de otros que no tienen porque saber nada de política ni de luchas internas. No te obligan a posicionarte con nombre y foto en favor de algo o de alguien.
Una elección te permite no comprometerte, no responsabilizarte de la decisión de que un candidato u otro, una línea ideológica u otra, es mejor para tu partido y para tu sociedad.
Te permite mantenerte aunque lo que pienses no haya triunfado; no te obliga a caer con aquellos a los que has defendido.
Te permite sobrevivir a tus lealtades y cambiarlas sin problemas. Al fin y al cabo han decidido otros. Al fin y al cabo se es leal a los afiliados, voten lo que voten.
Es mentira. Los cuadros del PSOE lo saben, los afiliados del PSOE lo saben, la sociedad española lo sabe, pero ¿quién no quiere sobrevivir a sus errores?, ¿quien no está dispuesto a asumir cualquier situación que le posibilite escapar de sus responsabilidades?, ¿quien no es capaz de cambiar secretamente sus lealtades, si eso le permite medrar sin quedar en entredicho o al descubierto?
El socialismo de nuestros días, el socialismo occidental atlántico español, no quiere un congreso porque eso supone cambiar opciones por elecciones.
Supone decidir y hacerlo públicamente, sabiendo que, si no estamos con los vencedores, nos tocará apartarnos. Sabiendo que si el socialismo tecnocrático y pragmático de Rubalcaba triunfa, el socialismo ideologizante y paternalista de Zapatero y De la Vega será enterrado y sus defensores, Chacon entre ellos, deberán arrojarse a la pira de sus llamas, como amantes y dolientes viudas hinduistas.
Supone que, si ocurre lo contrario, Rubalcaba y sus seguidores serán archivados, sino borrados de los bancos de memoria de la tradición socialista.
Un congreso supone un riesgo personal y eso ninguno de nosotros, socialistas, populares, militantes, apolíticos, creyentes, agnósticos o descreídos, es algo que, a estas alturas estamos dispuestos a asumir.
Así que a las personas que componen el cuadro de mandos socialista no les importa quebrar y destruir su partido con tal de no perecer ellas en el proceso. del mismo modo que al PP no le importó destruir el futuro y el presente de su partido accediendo al movimiento dedocrático de Aznar. La supervivencia personal está por encima de todas las cosas. Primer mandamiento de las leyes de la religión del egoísmo individualista egocéntrico que se profesa en el Occidente Atlántico.
Y esto supone una tragedia en el seno de un partido que una vez estuvo vivo. Y no me sirve aquello de que el PP hace lo mismo -algo muy dado entre nuestros políticos y nosotros mismos como excusa a actos reprochables-. El PP es distinto. para ellos no puede ser una tragedia. Ellos nacieron muertos.
No nos engañemos. Tenemos el socialismo que nos merecemos porque es como nosotros. Del mismo modo que tenemos el populismo que nos merecemos porque son tal cual somos nosotros. No cambia nada entre ellos. Todos escurren el bulto. La única diferencia es la forma que eligen para escurrirlo.
Exactamente igual que nosotros.
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