jueves, junio 23, 2011

El tripode del miedo se escuda en los escoltas

Hay situaciones en las que resulta dificil tragar la democracia. Cuando la justicia está en contra de nuestro beneficio, cuando la realidad y la lógica nos obligan a pensar en contra nuestra, es cuando tenemos que demostrar que somos demócratas, es cuando más nos cuesta dirigir el principio democrático por excelencia.
Con Bildu cuesta, es algo difícil, que exige esfuerzo. Algo que no nos gusta en ningún ámbito de nuetras existencias occidentales atlánticas. El esfuerzo es algo de lo que huímos como de la peste.
Por eso, los partidos mal llamados nacionales y nunca nombrados como españolistas, sacan los pies del tiesto, se van por los cerros de Úbeda, buscan peligros donde no los hay, invocan fantasmas y practican las más grande deslealtad que se ha visto en este país desde que alguien, de cortas piernas y ralo bigote, inventara la frase "por el bien de España".
Han establecido un trípode perfecto para poder oponerse a ese esfuerzo democrático que les exige la irrupción política de los abertzales en el mapa vasco. Un triángulo de fuego desde el que pretenden disparar a Bildu para que no pueda escapar.
Son tres tiradores, tres frentes, tres ángulos pero un solo arma. El arma que dicen combatir y que se llenan la boca de afirmar que quieren desterrar de Euskadi.
Cinco letras, un concepto, una deslealtad: Miedo.
Empiezan con el momento glorioso de Gonzalez Pons, ese portavoz del PP de barra de bar y camisa veraniega arremangada, mesándose sus ralas canas afirmando algo tan desleal para con el Estado de Derecho como que el Tribunal Constitucional ha permitido a los proetarras acceder a las instituciones, .
Venden a aquellos a los que llamaban garantes de La Constitución cuando aprobaron la Ley de Partidos, cuando ilegalizaron Sortu, cuando defendieron la doctrina Parot, que mandaba al carajo uno de los principales derechos procesales de este país. Les venden y dicen que los tribunales no son necesarios.
Como la policia y la Guardia Civil dicen que Bildu es continuación de ETA, los tribunales tienen que hacerles caso; como el Fiscal dice lo mismo, los tribunales tienen que hacerle caso.
Puede que no lo parezca, puede que suene plausible, pero eso es lo más infame y mezquino que puede mantener alguien que se llame demócrata. Es una falacia circular que nos lleva a cambiar la democracia y la división de poderes por un estado policial en el que no existe necesidad de jucio ni de sentencia. Un país en el que las fuerzas del orden dejan de ser investigadores para ser verdugos. Vamos, lo que siempre ha añorado el Partido Popular.
Pero además es un acto de una hipocresía infinita porque ni ellos mismos se creen ese argumento.
Puesto que, si la opinión de la policía, la fiscalía y la Guardia Civil son incuestionables en todo y los jueces no pueden contradecirla so pena de transfromarse en pérfidos cómplices del crimen y el delito, entonces el PP -y perdonen la expresión- está jodido.
Porque la policía, la fiscalía y la Guiardia Civil han dicho que Frasncisco Camps es culpable de corrupción, a la cárcel. Han afirmado que Esperanza Aguirre es culpable de las escuchas ilegales, de las concesiones irregulares, a la cárcel. Porque los investigadores policiales y la ficalía anticorrupción han considerado culpables a través de sus investigaciones a políticos populares en Murcia, en Valencia, en Galicia, en Baleares y en un sinfín de ayuntamientos.
Y con ellos se encontrarían sus queridos socios en esto del españolismo tanto en Andalucía como en Extremadura, en Asturias y en todos los muncipios en los que el Partido Socialista también ha sido investigado y procesado con informes policiales de por medio por esas causas.
Si la prueba de la condición de Bildu la dan las fuerzas del orden y la fiscalía, la prueba de la corrupción de los grandes partidos -y de todos los demás- también la dan las mismas investigaciones y las mismas fuentes. Pero eso no parece ir con ellos.
Los adalides de la sociedad sin miedo vuelven a ser desleales con ella, vuelven a sembrar ese miedo, ese terror que dicen combatir. Porque lo que importa es el miedo. Nada es más fuerte que el miedo.
Y tras años sin atentados, tras muchos meses sin tiros en la nuca, sin disparos a bocajarro, tienen que alimentarlo, que hacerlo crecer, que reinventarlo.
Así que tiran de la insinuación de que todo ese dinero público que manejan los consistorios abertzales irá a parar al rearme de ETA, a la contratación de mercenarios en Libia, quizás -que ahora el mercado de las pistolas de alquiler está en auge- o de cualquier otra cosa que se les ocurra.
Y la segunda pata de este trípode de terrores nocturnos la incorporan los medios nacionales de uno u otro signo -que en esto eso da igual-. Cargan las tintas y los audios con los millones de los que dispondrá Bildu para hacer lo que quiera con ellos. Dos mil millones que podrán usar para lo que se les antoje.
Como si los presupuestos no fueran públicos, como si no pudieran controlarse.
A lo mejor es que están acostumbrados a que no sea así en los cientos de corporaciones locales y los gobiernos autónomicos que rigen otros partidos. Podemos tener todas las creencias que queramos sobre el uso que Bildu dará a los dineros públicos. No pasaran de ser un acto de adivinación, de paranoía, de fe, enfermiza y negativa, pero fe, al fin y al cabo.
Pero tenemos una absoluta certeza de los que alcaldes y presidentes autónomicos han hecho con los dineros públicos tanto en las filas del progresismo de moda como del conservadurismo de siempre.
Los malos usos que temen en Bildu como entelequia son una realidad en sus filas. Pero ellos no dan miedo, no pueden darlo. Bildu sí. Necesitan que Bildu de miedo.
Es el único arma que les queda contra la voluntad mayoritaria de los vascos. El eterno miedo del español que no entiende ni quiere entender, que no sabe ni quiere saber, lo que pasa en Euskadi.
Y por fin nos llega la tercera pata de banco de ese miedo funesto en el que basan su estrategia para enfrentarse a lo que los habitantes de Euskadi han decidido para una provincia, una capital y un centenar de municipios. Son los escoltas.
Hay que crirticar las políticas de Bildu, todas y cada una de ellas, en cada ayuntamiento, en cada junta, en donde sea.
Y la verdad es que la alcaldesa de Andoain se lo ha puesto a huevo. La señora alcaldesa, en virtud de sus atribuciones, va y decide que los escoltas de un concejal del PP supuestamente amenazado por ETA -y digo supuestamente porque yo nunca he visto la amenaza,aunque me la creo- se tienen que quedar en la puerta del consistorio esperando a su protegido.
Y claro eso demuestra todo lo que hay que demostrar. Todo lo que niega el Tribunal Constitucional, todo lo que los sufragios de los vascos niegan o ignoran.
Eso demuestra que el PP y el españolismo que vincula independentismo y ETA tienen razón.
No existe ningun motivo para quitarle la escolta a un concejal del PP y a otra del PSE -que, automaticamente se convierten en luchadores por la democracia, en virtud de un ensalmo arcano- más que facilitarle a ETA la ocasión propicia para matarles.
Es una deducción digna del Superagente 86. Es un recurso a la paranoia y el terror digno de Wes Craven.
Ana Carrere, que así se llama la alcaldesa, tiene todo el derecho a hacerlo, tiene la potestad para hacerlo y puede hacerlo.
Por eso, de repente, el Gobierno olvida que nos estamos yendo a pique, que tiene a la gente revolucionada y parada, que la Europa de los mercados y los dineros se desmorona y se pone a hacer con urgencia una ley que permita a los escoltas entrar en los consistorios.
Una ley que siga recordando el miedo permanente a todos, que recuerde que ETA existió aunque lleve dos años sin matar. Una ley que impide que los vascos -los de Andoain, en este caso- perciban que en su tierra las cosas son normales, que el miedo se ha acabado, que el independentismo no tiene nada que ver con la sangre derramada por ETA.
Carrere quizás no lo buscara, pero ha tomado la primera decisión que normaliza Euskadi en décadas.
Porque lo normal es que la Policía Municipal sea capaz de proteger a los ediles en el interior del Ayuntamiento. Eso ocurre en toda España; porque lo normal es que la actividad política no se venda ni se perciba como un riesgo vital. Eso ocurre en toda España.
Porque lo normal es que nadie -ni siquiera ETA, que nunca lo ha hecho- entre en un consistorio para descerrajar dos tiros a un concejal. Eso nunca ha ocurrido en toda España.
Y mucho debe creer doña Ana -que se ha ganado el doña- en esa normalidad cuando se pone ella misma de escudo y gararte para la normalización.
Porque, si algo ocurre, irá a la cárcel y lo sabe. Porque, si ETA mata, ella pagará por esa sangre y lo sabe.
Así que resulta que no hay que decir y que votar que se está en contra de ETA. Solamente hay que demostrar que se cree o que se sabe que la banda, que otrora fuera independentista y ahora-si es que existe aún- es otra cosa radical y criminalmente distinta, ya no forma parte de la cotidaneidad vasca.
Esa debería ser la mayor condena al terrorismo, aunque le evite a muchos el recurso a su eterno aliado del terror y la paranoia para cosechar sufragios y evitar el camino ideológico que sigue una buena parte de los vascos.
Si el PSOE y el PP no quieren una Euskadi sin terror ese es sólo su problema. Ya no es el problema de los vascos.

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