En los antiguos y nada democráticos tiempos del Despotismo Ilustrado el experto era aquel al que se volvía el rey, el gobernante en cuestión, para reclamar consejo sobre algo en lo que estaba tan perdido como en el propio gobierno. El experto proponía, creaba.
En nuestros días, la figura del experto ha cambiado. Ahora los expertos no proponen nada, no inventan nada, no ponen su experiencia y su credibilidad en juego. Se limitan a afirmar si lo que proponen los otros es viable, si lo que crean los demás es factible.
Jovellanos, Mendizabal -¡qué gran idea esa de la desamortización!- y el Marqués de La Ensenada murieron para dejar paso a los analistas. La creación -aunque despótica- fue enterrada en aras de la crítica -aunque democrática-, la siempre segura crítica.
Y, en ese orden de cosas, es inevitable que en esto de La Indignación, los expertos afloren como las setas tras una buena lluvia.
Y que todos ellos tuerzan el gesto, arruguen el entrecejo se acaricien su rasurada barbilla -que lo de la barba en los sabios ya no se estila-, se ajusten y reajusten las gafas de pasta -la gafa de pasta es sinónimo eterno de inteligencia- y digan: Bueno..., eso en concreto no parece muy viable.
Se refieren a la democracia asamblearia, por supuesto.
Ellos no dicen si es buena o es mala, si es ingenua o perversa, si es la solución o no. Simplemente dejan sus manos bien sueltecitas,sus mentes sin compromiso alguno y dicen que no parece viable.
La mejor para desprestigiar cualquier idea es decir que es buena pero no resulta viable. ¡Que se lo digan a Graham Bell, que se lo digan a Oppenheimer, ¡coño, que se lo digan a Vinton Cerf -hora de abrir corriendo la wikipedia, señores-!
Pues bien, la base de la democracia indignada es, para los expertos, poco viable. Si hay que someter todas las decisiones a la asamablea resulta imposible avanzar.
Los girondinos demostraron que es así, las comunas parisinas de un siglo y californianas de otro también lo demostraron. Eso es un hecho incuestionable. La manipulación de la realidad y de la historia no es nuestra política.
Pero ellos no tenían a Vinton Cerf, ellos no tenían servidores en China, ellos no tenían Rss ni sistemas de conexión multilínea. Vamos, resumiendo, ellos no tenían lo que tenemos nosotros.
Somos capaces de decidir quién acude a Eurovisión, a qué famoso de medio pelo le damos de comer en una isla semidesierta llena de mal rollo y cuerpos petados y siliconados. Somos capaces de decidir si queremos que la gente siga copulando en directo debajo de un edredón, pero no podemos expresar decisiones de otro tipo. ¡¿a quién quieren engañar?!, ¡Tenemos Internet!.
Así que la democracia asamblearia es posible.
Empecemos con un código digital por ciudadano. Sencillo -ya lo tenemos, se llama DNI electrónico y firma digital-, continuemos por un sistema sencillo de elaboración de leyes.
Toda ley tiene un ponente -ahora y siempre, en el Parlamento o Internet, eso no cambia- y el ponente propone la ley.
Se abre el periodo de enmiendas -seguimos con el sistema clásico-.Y allá vamos.
Hay varios tipos de enmiendas.
- Las que proponen los partidos, que deberían ir refrendadas por sus militantes, no sólo por sus líderes y sus diputados -de nuevo el sistema de identificación digital y votación on line, en este caso de militantes-.
- Las que proponen los colectivos, que se articularían como las de los partidos -quizás con una necesidad de refrendo menor en número que las de los partidos-.
- Las que proponen los ciudadanos, que se establecen de manera parecida a esto del débito de Facebook.
Cada ciudadano puede colgar la que quiera. Si, cumplido el plazo de presentación de enmiendas, ha sido asumida por un determinado número de ciudadanos se añade a la lista de enmiendas.
Y ahora los expertos sonríen porque dicen que es un dislate. Que la gente podría votar mil veces diferentes, de forma distinta en la misma enmienda.
Ahora, en este instante, deberían girar el rostro hacia su hijo que está todo fastidiado ante la pantalla del ordenador porque su página pirata favorita no le deja bajarse un juego porque ya se ha bajado otro.
Una vez que has votado, que te has adherido a una enmienda de partido o de colectivo no puedes elaborar una particular; una vez que has elaborado una particular, no puedes sumarte a ninguna otra.
Tu responsabilidad como ciudadano es informarte y hacer tu trabajo político. Eso no depende del sistema, depende de tu inteligencia -¡que perverso sistema, es cierto, un sistema que exige responsabilidad, participación e inteligencia-.
Y las enmiendas se votan por idéntico sistema. Se rechazan aquellas que no tienen mayoría y el ponente incorpora las que sí la tienen. Y luego se vota la ley.
Se vota la ley. No el reglamento de desarrollo, no las mil pequeñas normativas de cada día. El sistema de democracia asambleario se debe fundamentar en la gradación de las normas en todos los ámbitos: el municipal, el autonómico -¿sería necesario?- y el nacional.
La asamblea puede ser posible, plausible y constante.
Leyes orgánicas, normativas generales y grandes legislaciones seguirían este camino. Los reglamentos de desarrollo y las leyes secundarias emanadas de ellas seguirían funcionando por el sistema representativo.
Pero a lo mejor el momento de la democracia virtual y de la asamblea es inviable por otros motivos.
A lo mejor es inviable porque limita a la mínima necesidad de políticos, ya que solamente los ponentes tienen un sentido en ese sistema; a lo mejor es inviable porque exige a esos pocos políticos superfuncionarios capaces y no de cargos de confianza y amigos devotos de su persona y de su supervivencia política.
A lo mejor es inviable porque obliga a los partidos a explicar las cosas a su militancia y a depender de ella para hacer sus políticas y sus oposiciones; a lo mejor no es viable porque obliga al Gobierno a gobernar siguiendo las instrucciones de los gobernados, no como el padre doliente que, pese a su gusto, tiene que legislar en contra de su ciudadanía por su propio bien o por la continuidad de un sistema que la está abocando a la desesperanza si no a la desaparición.
Pero a lo mejor el sistema es inviable no sólo por los rostros políticos conocidos y por conocer, no sólo por aquellos que se benefician del actual. A lo peor esa democracia es inviable por otros, por los que en realidad han hecho posible el sistema actual. Por nosotros mismos.
Porque es un sistema que nos exige compromiso, algo que está radicalmente en contra de nuestro individualismo indolente occidental atlántico, porque es un sistema que nos exige responsabilidad, algo que altera nuestros más ancestrales y genéticos neurotransmisores que destilan ese egoísmo que nos dice que nuestra única obligación es asegurarnos acomodo económico, vital y sexual.
Pero si eso es lo que hace inviable el sistema de la democracia asamblearia entonces no hay nada nuevo. Eso es también lo que ha matado la democracia representativa. eso es lo que nos está matando a todos. Pero yo sólo pienso. No soy un experto.
Como dice el experto, Los Indignados han gritado "El rey está desnudo". Pero ahora hay que dejar de ser Andersen para ser Jovellanos y decidir cómo y con qué se le viste.
Porque si sigue mucho tiempo desnudo morirá irremediablemente. La desnudez de ese rey enloquecido llamado democracia, llamado política y llamado sociedad es completamente incompatible con la vida, con que todos nosotros sigamos vivos. Pero eso a los expertos no les importa. No saben si es viable,
A lo peor el sistema de asamblea virtual es imposible porque no estamos dispuestos a utilizar nuestro tiempo en eso y dejar de buscar señores estupendos, contactos esporádicos, gangas inéditas y señoras explosivas en la inmensidad de la Red para dedicarlo a pensar en nuestra realidad y nuestro futuro.
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