domingo, junio 19, 2011

Esperanza Aguirre y La Cabaña del Tío Tom

Hay campañas publicitarias que esconden mucho más de lo que muestran.
En los mundos individuales permanentes en los que nos movemos los habitantes de esta sociedad occidental atlántica hay poco espacio para escuchar nada que no sea lo que emana de nosotros mismos y de nuestras percepciones.
Nuestras incursiones en la realidad, aunque sea publicitaria, son tan efímeras que exigen resumen y contracción.
Hay resúmenes realmente sublimes como esa que sobre la infinitas piernas de Uma Thurman nos dice que "Sin corazón, sólo seríamos máquinas"; pero las hay que merecen pasar a la historia por todo lo contrario. Las hay que nos dejan sin habla porque resulta increíble que alguien las utilice para promocionar algo.
Y es ese es el caso de la tía Espe, la ínclita Esperanza Aguirre que, con aquello del copago sanitario temido y anunciado, ha decidido hacer una campaña de promoción de la sanidad pública en Madrid. Algo que, en este caso, podría considerarse casi un epitafio.
Pues bien la presidenta de los chaneles, las escuchas y los cambios de sexo de premios Nobel de literatura -ya se sabe, Sara Mago- hace una campaña para cantar las excelencias de los hospitales madrileños y lo único que se le ocurre es poner lo siguiente
"Mi corazón se paró. Pero alguien pensó que aún tenía muchos cafés que servir"
Así, por las buenas. La sanidad madrileña está dispuesta a sacarte del hoyo para que sigas produciendo, para que sigas poniendo cafés a diestro y siniestro. Si es para otra cosa no. Que hay crisis y no conviene vaguear.
Tampoco se trata de llamar al hedonismo más enfermizo y arrebatado, pero alguien diría que un tipo debería querer seguir respirando para hacer más viajes, para ver más finales de la Champions, para seguir haciendo los deberes con sus hijos o para echar unos cuantos polvos más a lo largo de su existencia -eso sin pasarse, que hay que ser recatado en una comunidad gobernada por el PP- Pero, ¿para servir más cafés?
De un plumazo la tita Espe convierte al sistema de salud público en el capataz de Masa Reynolds -¿como se llamaba ese descerebrado personaje?- que, después de latigar hasta la extenuación propia y ajena a Kunta Kinte, le repartía cariñosas e irritantes friegas de bourbon con mostaza para que las heridas cicatrizaran en una noche, pudiera trabajar al día siguiente y no desatara de nuevo las iras del amo.
El pobre hombre tiene que seguir vivo no por nada personal o social, sino porque tiene más cafés que servir. Está claro que, aunque sea un desliz, hay veces que los deslices dicen mucho más sobre las ideas que los discursos.
La sanidad pública existe pues en este universo paralelo que han desatado Espe y sus creativos publicitarios, con el único recurso y propósito de curar a los que tienen que poner cafés, que limpiar las calles, que hacer los programas de televisión o que construir los edificios.
Cuando todo eso pueda hacerse solo con máquinas será una alivio para Espe, la musa del neo liberalismo. Ya no hará falta sanidad pública. No habrá mano de obra que haya que mantener viva y trabajando, a la que pagar y a la que escuchar para hacer dinero. El sueño neocon por antonomasia.
Menos mal que Espe y los suyos no son de la idiotez esa de la paridad -que es una idiotez real, dicho sea de paso- porque si lo fueran habrían hecho la sección femenina del anuncio -suena tan, taaan franquista lo de la sección femenina- con un lema mas o menos parecido a este.
"Mi cerebro se detuvo, pero alguien decidió que aún tenía muchos hijos que parir".
Y como para reafirmar el concepto, como para caer en el rocambole más absurdo, los lumbreras que han ideado tan plausible campaña eligen la foto del personaje más triste del mundo.
De un individuo con un delantal, con un millar de tazas a su espalda -¿qué otra cosa cabría esperar del contexto-? y con una expresión de resignación cristiana digna del mismísimo San Martín de Porres -antes de que se lo beneficiara Madonna en el Like a Prayer, por supuesto-.
No es que el caso sea para menos. A mí, si me devolvieran a la vida para seguir poniendo cafés y encima quisieran vendérmelo como algo que forma parte del orden natural de las cosas por lo que tengo que estar agradecido, también se me quedaría esa cara de asco.
Es como para romper todos los mitos eróticos de la resurrección en un hospital que ha generado el mal cine y las peores novelas.
Abres los ojos y una enfermera de escote infinito - o enfermero de plexo solar perfecto, seamos justos- se encuentra inclinada sobre ti -el escote tiene que ser infinito y el plexo solar perfecto porque la industria del porno también tiene que sobrevivir- y, retirándote con amoroso afecto, cuasi fraternal, el sudoroso pelo de la cara, te dice en un insinuante susurro: "Le hemos conseguido salvar. Ha estado a punto, pero ahora podrá seguir sirviendo cafés con un contrato precario por un sueldo mileurista el resto de su vida ¿estará contento?" . 
¡Y tú de limpiar cuñas ocho horas al día, malnacida, no te ...!, ¡si me ha dado el infarto de poner tanto café!
Pero, más allá de la broma, esa es la imagen que el gobierno madrileño destila de sus ciudadanos . Gentes que tienen que vivir porque tienen que trabajar, personas que solamente son importantes como fuerza de trabajo. No extraña pues que nunca escuche sus deseos, que no haga caso de sus protestas o que ignore sus necesidades hasta el límite del paroxismo más absurdo.
Tampoco es novedad. La relación de Esperanza Aguirre con la publicidad nunca ha sido bueno. No hay mas que recordar la campaña de Telemadrid que se aventuró con el arriesgado eslogan de "Espejo de lo que somos". Lo puso a huevo (Espe -jode- lo que somos)
Lo que no me queda claro es si el infartado camarero necesita poner más cafés porque su naturaleza servicial y servil le impele psicológicamente a ello o porque Esperanza Aguirre, que claro está que necesita que alguien la sirva el café, no está dispuesta a contratar un inmigrante por dos duros para sustituirle.
¡Ay, como está el servicio! ¡Ni ponerse malos sabe ya! ¡¿no les damos para eso los fines de semana?!
Menos mal que aún están el Julietta, las piernas de Uma Thurman y el recuerdo de que "sin corazón, sólo seríamos maquinas". Exactamente lo que Espe y cualquier neocon sueña con que seamos.

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