Hoy es el día de La Hispanidad y, como es costumbre últimamrente, se nos ha hecho creer que es importante, que significa algo, que hay que estar dispuesto a hacer de ello un motivo más de crispación y de enfrentamiento.
Y lo peor no es que el ínclito y orquestado líder del Partido Popular haya decidido una vez más que hay que enfrentarse a sus supuestos monstruos y fantasmas invisibles bajo la inefable protección de una bandera. Lo realmente malo es cómo y porqué lo ha hecho. Una vez más lo que dice Rajoy no es lo importante, sino el porqué lo dice. Una vez más el como y el cuando son una cortina de humo.
Rajoy solicita que los españoles hagan gala de su orgullo patrio y exhiban la bandera en las calles y su amor nacional en sus casas, con sus familias e incluso, es de suponer que lo más íntimo, lanzandose al acto de la reproducción patrio al grito de ¡Por Dios y Por España!.
Pero esta solicitud no es otra cosa que un intento más de separar el trigo de la paja, de buscar una división en un país que ha demostrado que no quiere entrar en ese juego, salvo un par de millones de anquilosados pseudodamócratas nostálgicos de un poder conseguido con las armas y mantenido con el miedo.
Rajoy recurre a lo mismo que recurrieron los generales de antaño, a lo mismo que gritaron las tropas carlistas, a lo mismo que repitieron en sus letanías del Espirítu Nacional los falangistas y los requetés.
En 1936 fueron el divorcio, la desamortización eclesial y la bandera. Hoy Rajoy y los espurios marionetistas que le dirigen hacen frente contra la Educación para la Ciudadanía, el matrimonio homosexual y la bandera. Siempre la bandera. En definitva, La familia, La Iglesia y La Bandera. Siempre la bandera.
Y ¿Por qué?, ¿Por que, tras casi cuarenta años de dictadura y más de veinte de democracia, la derecha española vuelve a recurrir a esos lemas y supuestos pilares? ¿Por qué la derecha española se empeña en envejecer sin crecer? La respuesta es muy sencilla. Porque carecen de ideología y por ello deben recuirrir a los símbolos de este país que carecen de ideologia, que no dicen nada porque no tienen que decir. Rajoy, la derecha y los integristas hispánicos recurren al humo de los símbolos y los conceptos vacíos para ocultar su apabullante carestía de criterios ideológicos
No voy a hacer apología ni a denostar la tan traída y llevada enseña nacional. Pero es un hecho histórico que carece de significado. Nuestra bandera no es fruto de una revolución, no es fruto de un símbolismo noble o elevado. No es la tricolor francesa, ni la tricolor italiana. No tiene los colores del pueblo, de la raza, de la libertad, de la lucha o de la tierra. Nuestra bandera en si misma carece de significado. Por eso puede utilizarla Rajoy, por eso pudo utilizarla Franco. Por eso es la herramienta preferida de aquellos que pretenden el gobierno sin objetivo, el poder sin responsabilidad.
Nuestra bandera es un trozo del pabellón de la armada, impuesta por un rey del mismo modo que un rey impusiera la Carta Otorgada o que otro monarca impusiera el Absolutismo Ilustrado. No tiene nada que decirnos y tenemos nada que decirle a ella. Nos representa internacionalmente porque alguna tiene que hacerlo. No está unida a ningún concepto. Nadie recuerda un ¡Egalite Liberte y Fraternite!, ni un ¡Justicia Tierra y Libertad!, ni un ¡Patria y Pan!, ni un ¡Sangre y Libertad!. Nadie recuerda nada cuando se iza nuestra bandera porque surge de la nada que supone el criterio estético y práctico de un monarca.
Y como los patriotas de cartón piedra no pueden soportar esa realidad, pretenden llenarla de significados que nunca tuvo. Pretenden cargarla con tradición, familia y divinidad para obviar el hecho de que solamente fue elegida porque podía verse desde lejos.