Soy de los que creen que la mayoría de las situaciones que se pretenden vender como un cambio no son otra cosa que una lucha para que todo siga igual. Y si, por algún momento, he pensado que podría estar equivocado -cosa que no hago a menudo, dada mi demoniaca soberbia-, la supuesta crisis del PP no ha hecho otra cosa que confirmármelo.
Y digo supuesta porque "crisis" significa cambio -en el denostado popularmente idioma de Platón- y no creo que se esté produciendo cambio alguno en el PP.
De hecho, aunque se partiera en dos no se produciría cambio alguno en el PP. Y no lo haría porque no hay nada que cambiar.
No se me asusten, que me explico.
Desde que Aznar volara unos centímetros para aterrizar en la puerta de la clínica Ruber de Madrid, el PP ha renunciado a la ideología, a las ideas e incluso a las personas. Desde que los etarras fingieran querer matar a Aznar, el PP ha renunciado a la estrategia política y electoral, a los programas electorales y hasta a las puñaladas traperas por la espalda. Sólo se ha ocupado de aferrarse políticamente a un discurso en el que el terrorismo y la Unidad de España, entendida esta como el acoso y derribo a cualquier nacionalismo de cualquier tipo -violento o no-, son las únicas frases que se reiteran una y otra vez.
Lo que pasa ahora en esta nuestra derecha -porque sólo es nuestra, por desgracia-, es que hasta sin esas dos frases se han quedado y por eso anda el patio como anda.
Se dice que Rajoy ha perdido dos elecciones. Pero es falso. Lo que ha perdido dos elecciones es el discurso del terrorismo y la unidad de España como ejes ideológicos y recurrentes de café, mitín, interpelación parlamentaria y discurso del Estado de la Nación.
Y es que no había conversación con alguien del PP en la que no se repitieran como una letanía inacabable que siempre fuera a traer el rédito de las inmarcesibles flores de los votos.
Pero tras ocho años -que ya es mucho para una flor por olorosa que esta sea- esas supuestas flores se marchitaron, dejando al PP sin recurso escénico ni estético. Y digo ocho años porque lo del terrorismo y la unidad se fraguó, desarrolló y expuso de forma zafia y deliberada durante la segunda legislatura de Aznar y durante la primera oposición de Rajoy. Así que, claro, la idea, como todo siempre que uno mira hacia el ínclito Mariano, no era suya.
El PP se buscó un simbionte, el terrorismo. Un simbionte incómodo y peligroso, pero que garantizaba votos y ahora lo ha perdido. Lo que ocurre en el PP no es una crisis de partido. Son los espasmos del intestino para recolocarse cuando se marcha la tenia que lo habitaba.
Y ha perdido su parásito electoral porque la percepción social sobre el terrorismo ha cambiado. Porque, pese a los últimos atentados, se percibe la cercanía del fin -no la inmediatez, no nos confundamos-; la ha perdido porque el Statut se revisó, se cambió y se aprobó y España sigue tan campante. El constitucional hará lo que tenga que hacer y España seguirá tan campante. Así que el PP, el PP de siempre, el de matemosles antes de que nos maten, el terrorista político por excelencia porque saca rendimiento político al terror, tiene que decir otras cosas, tiene que buscar otras cortinas de humo.
No se trata de que Rajoy quiera renovar las ideas del partido o traicionarlas. Lo que quiere Rajoy es encontrar nuevos simbiontes electorales que oculten el hecho de que carecen de ideas.
Y así, el escenógrafo de la conspiración del 11-M (Acebes) no le sirve; el pregonero de la indignidad de España hacia con las víctimas (Zaplana), bapuleado por Rubalcaba en comisiones varias -todas ellas sobre terrorismos varios, De Juana varios y demás- tampoco le sirve. En definitiva, no le sirve nadie que no sepa ocultar al PP bajo nuevos discursos sin ideas.
Y los que se ven caer. Los que no saben obtener réditos de otra manera, los que amenazaron con sacar los tanques a las calles de Donosti; los que impulsaron la Ley de Partidos y luego pretendieron aplicarla a toda la ciudadanía; los que hicieron que la Ley Corcuera parecíera la Declaración de Derechos Fundamentales, se ponen nerviosos.
Desde sus exilios en la eurocámara o sus maratonianos viajes de conferencia en conferencia por las dos américas sacan la ética y la moral a relucir.
Y para ello usan a San Gil - o San Gil se suma a ellos, como se quiera decir- y a Ortega Lara en el último esperpento de una política que no es política y de un poder que no es poder.
Porque, si nos detenemos a pensar -sé que es domingo, pero ¡coño!, no hay fútbol-, ¿Qué convierte a San Gil en el referente moral del PP?, ¿qué convierte a Ortega Lara en un símbolo del PP?
La respuesta es una y única: el terrorismo.
San Gil no ha hecho nada que no hayan hecho todos los que se dedican a la política y la representación social en Euskadi. No ha hecho nada que no haya hecho Lopez, Atutxa, Diez o incluso los chicos de Vaya Semanita. Todos los que niegan el pan y la sal a los terroristas. ¿Sufre la experiencia traumática de ver morir a Gregorio Ordoñez y otra personal que nada tiene que ver su actividad política y por eso ya tiene que seguir sus palabras al pie de la letra un partido de 700.000 militantes?
Esa fuerza ética es tan ficticia como decir que en una guerra tiene que tener razón aquel que más cerca ve estallar la granada de mano.
Y las palabras de San Gil solamente hacen referencia a Euskadi, al PNV y a ETA, ni siquiera al nacionalismo catalán o gallego; ni siquiera al terrorismo internacional. Sólo al PNV y a ETA. María San Gil tiene un discurso monótematico y todos los militantes del PP -según algunos- tienen que hacerla caso y seguir con ese discurso monotemático.
Políticamente no es relevante. Nunca ha ganado unas elecciones, nunca ha defendido una línea ideologica completa, pero habla de terrorismo con insistencia casi enfermiza, habla de miedo y de falta de libertad, habla del ogro del nacionalismo y de su equiparación con la violencia.
María San Gil no es un referente ético porque lo que diga solucione la actual situación del PP, sino porque dice lo que muchos del PP están acostumbrados a oir. Porque sirve para que nadie se preocupe por cambiar nada. Ni siquiera la forma en la que ocultan su descarnada obsesión por alcanzar el poder.
Por eso critican a Rajoy por quedar indeferente a su marcha -escenificada y orquestada mediaticamente sin nada de esa supuesta espontaneidad y falta de búsqueda de protagonismo que algunos, incluso ella, quieren vender-. ¿Como no va a encogerse de hombros ante la marcha de alguien que sólo dice lo que se ha dicho en los últimos ocho años? ¿Como va a preocuparle el hecho de que desaparezca alguien que no quiere cambiar de simbionte, que no quiere buscar una nueva pantalla electoral?
San Gil no es el referente ético de nada. San Gil es la demostracion de que la estrategia de ocultarse tras el terrorismo y el miedo continuo no funciona ya, ni siquiera para el PP. San Gil es la prueba de que la venganza y la vindicación no pueden ser los objetivos de un partido político.
Pero con todo esto nada cambia ni va a cambiar en el PP. Encontrarán otras pantallas, buscarán otros discursos vacios y volveran a lanzarse al ruedo de la consecución del poder.
Trasvases escondidos, crisis económicas múltiples, congelaciones de planes de ayuda a los parados y a la vivienda, una política de igualdad que roza el fascismo en algunas de sus medidas -al igual que la de inmigración-, colapso estructural en la Justicia, la reafirmación de un laicismo de pastel y medias tintas, una política de agricultura inexistente, una nueva guerra de financiaciones. Esos son los hechos que demuestran que nada ha cambiado en el PP.
En dos meses el Gobierno de Zapatero se ha estrellado en múltiples ocasiones, se han encogido temiendo el chaparron por la izquierda y por la derecha y... no ha ocurrido nada.
IU no existe parlamentariamente hablando y el PP -que nunca existió, ideológicamente hablando- no ha hecho nada, porque nada de eso -salvo quizás la financiación, y muy de refilón- afecta a sus cortinas de humo electorales.
No han hecho nada, no han hecho oposición, porque en realidad nada de eso les importa. Zapatero ha frenado a Ibarretxe con lo de su consulta popular y Rubalcaba ha detenido a Thierry -no Henry, por supuesto-. Así que el PSOE lo está haciendo bien y no pueden meterse con ellos. No pueden tremolar a las víctimas.
Como sólo saben hablar de eso prefieren no hablar de nada. Para hablar de esos temas habría que tener más ideas políticas y menos Marías San Gil y ellos andan escasos de lo primero.
No encontrarán nuevas ideas. Hallarán nuevas cortinas de humo y nuevos referentes morales y eso les servirá para ir tirando. Nada va cambiar. El PP no sabe cambiar.
2 comentarios:
Aznar tuvo más suerte que Carrero Blanco en Claudio Coello, 104
No creo que fuera una cuestión de suerte. A Carrero Blanco ETA quería matarlo.
Documentos de la banda han demostrado que no era esa la intención en el atentado contra Aznar. Sólo lo limitado de la carga demuestra que no querían matarle, querían que ganara las elecciones para tener un enemigo españolista acerrimo y poder presentarse ante su propia gente y el extrajero como luchadores por la libertad y víctimas de la represión (y durante un tiempo les salió medio bien)
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