Hay cosas que normalmente parece que estan claras pero de repente te das cuenta que no lo están tanto, de que, como otras muchas realidades de este mundo occidental atlántico nuestro, se licuan y sus fronteras, antaño definidas, estables y sólidas, se vuelven inestables.
Uno de esos conceptos es la libertad de expresión, sobre todo cuando se pone en relación con ese otro, inventado ad hoc y manipulado en nuestro país hace más de una década, que se ha dado en llamar la "dignidad de las víctimas".
Y Cassandra es el ejemplo perfecto.
Hasta hace unos días Cassandra, conocida en esa red fatua aunque supepoblada llamada Twitter como @Kira_95, era una de tantas que participaba en esos hashtags concebidos como batallas del feminismo español, que subía sus tuits y luego seguía con su vida. Más o menos lo que hacen todos aquellos que dan una cierta relevancia a las redes sociales en su existencia.
Eso hasta que un fiscal decidió pedir dos años de cárcel para ella por subir unos tuits haciendo chistes con el asesinato del General Carrero Blanco. ¿Carrero Blanco?, sí, ¿no se acuerdan? Ese que era Presidente del Gobierno franquista cuando saltó por los aires con su coche. Pues ese.
Y se acusa a Cassandra de humillación de las víctimas del terrorismo. Y esto es lo que resulta aterrador e indignante porque me hace dudar del concepto que este gobierno y sus adlateres ideológicos tienen de "víctima del terrorismo".
Más allá de la semántica estricta indiscutible, que alguien considere a Carrero Blanco como una víctima del terrorismo es un insulto de proporciones desmedidas y de alevosía flagrante contra todos aquellos que fueron asesinados por ETA por negarse a entrar en su concepción fascista y violenta de la independencia de Euskadi, a los que de verdad murieron porque se oponían democráticamente a esa visión.
Carrero Blanco no era una víctima del terrorismo. Era uno de los causantes del terrorismo.
Carrero Blanco tenía una visión cerril de España y de su futuro que dejaba fuera a cualquier nacionalismo, a los liberales, por supuesto a los "rojos", a los judios -sí, no me he equivocado, a los judíos-...
Y si resulta difícil de creer, no hay mas que leer alguno de sus discursos. El márxismo, la democracia, el judaismo, el liberalismo, la masonería, el nacionalismo no español... Todos esos eran sus enemigos y el hecho de que los persiguía a sangre y fuego fue el origen de la oposición armada y del surgimiento de grupos como ETA.
Y además Carrero Blanco no fue una víctima del terrorismo, fue un perpetrador de terrorismo.
Bajo su gobierno y bajo su mando militar se fusilaron, torturaron y represaliaron a cientos sino miles de españoles.
Firmó las sentencias de muerte del Proceso de Burgos, ordenó la represión por la Policía Armada a caballo de las manifestaciones estudiantiles que acabaron con al menos 25 muertos en 1971; incluso participó a través del Caso Matesa en la purga de los pocos aperturistas que existían en el seno de la dictadura franquista.
Así que Carrero Blanco era un terrorista de Estado y murió a manos de unos enemigos que ese terrorismo había creado y que actuaban, se movián y pensaban de la misma forma fascista y totalitaria que él.
Que un fiscal de un sistema de derechos y democrático le considere solamente víctima del terrorismo y le ponga en el mismo saco que aquellos que, concluida la dicatura franquista, se opusieron a ETA -ya sin lógica ni justificación ninguna para su lucha armada- y murieron a manos de su ira absurda y su sinrazón es lo que es verdaderamente un insulto a la dignidad de las víctimas del terrorismo.
Es ese fiscal quien debería ser procesado por humillar el recuerdo de Leguburu, Unceta, Tagle, Broseta, Blanco, Tomás y Valiente, Mújica y otros muchos que se les opusieron democráticamente al meter a un dictador, torturador y asesino en el mismo saco que ellos y no en el mismo saco que los terroristas, que es lo que eran y siempre serán Carrero Blanco y ETA.
¿Los chistes de Cassandra son de mal gusto? Es posible.
Pero su acusación y proceso no es que sea de mal gusto, es que es un atentado contra la libertad de expresión y sobre todo es un escupitajo en el rostro de todos aquellos que murieron a manos de ETA cuando esta era una amenaza para la democracia, no para la dictadura.