Más allá de lo leído y lo escrito a lo largo de los años sobre este día de llamado fiesta nacional -que no sabemos por qué es fiesta ni porque es nacional- cada día 12 de octubre no deja de sorprendernos.
Ahora se lía parda porque el Ayuntamiento de Badalona decide abrir las puertas del consistorio como un día normal y dar a los funcionarios que lo deseen la posibilidad de cambiar la fiesta por un día libre en otro momento y lugar del calendario.
¿Cual es el problema? pues que no lo hacen por motivos operativos o de gestión -cosa que hacen empresas a lo largo y ancho del país a cascoporro con todas las fiestas esas de guardar que se decía antes-. sino que lo hacen bajo el lema "Nada que celebrar".
¡Ah y que Badalona está en Catalunya, claro! Y eso es un problema, siempre es un problema.
No lo es porque tiren de autonomía municipal como explicación, que está bastante traido por los pelos porque la autonomía nunicipal llega hasta donde llega; no lo es porque los ediles badaloneses vayan contra los derechos de los trabajadores, que ya le vale al PP recurrir a ese argumento después de dos reformas laborales que los han dejado en su mínima expresión y otra en ciernes que prácticamente los va a hacer desaparecer.
Y ni siquiera lo es porque sea una muestra de que una determinada y numerosa parte del pueblo catalán no se sienta española y quiera la independencia, que eso es sin duda el principal motivo que subyace tras todo esto.
Y ni siquiera lo es porque sea una muestra de que una determinada y numerosa parte del pueblo catalán no se sienta española y quiera la independencia, que eso es sin duda el principal motivo que subyace tras todo esto.
El problema que subyace también tras todo esto es que ese "Nada que celebrar" antenta contra las más profundas raíces totalitarias del sentimiento españolista que tiende a dar por sentado que el orgullo partrio -el español solamente, por supuesto- debe estar enraizado genéticamente en el adn de cualquiera que haya tenido la suerte aleatoria de haber salido de la placenta materna entre los Pirineos y Tarifa.
Porque ese "Nada que celebrar" deja al patroterismo de charanga y desfile, de bandera y pandereta, de himno y orgullo legionario, más fuera de juego que un linier en un corner.
Porque si colocas la fiesta nacional bajo la advocación mariana de la estatuilla del pilar dejas a un 25 por ciento de la población que se declara abiertamente atea sin nada que celebrar; a un 5% que se manifiesta agnostica con muy poco y a un 3% que se manifiesta cristiana de confesiones que no aceptan a la llamada Virgen María como elemento de devoción con algo en contra de lo que celebrar y a un 3% de población que profesa otras religiones no crisitianas con algo que les importa un pimiento que se celebre.
Y algo que deja a un tercio largo de la población fuera del asunto no puede ser una fiesta nacional.
Porque si te empeñas en mantener la fiesta de todos el día en el que el expolio, la represión, el pogromo y la servidumbre llegaron a América de la mano de un Genovés que tan solo buscaba enriquecerse, corres el riesgo de que el 8% de la población no esté dispuesta a celebrar el exterminio sistemático de sus antepasados y su cultura.
Y así en una cadena sin fin de exclusiones y faltas de juicio que hacen que el 12 de ocubre sea posiblemente la peor fecha para una fiesta nacional del mundo occidental.
Pero más allá de todo esto es porque ese "Nada que celebrar" impide tirar de sentimiento patriótico para contrarrestarlo. Si hubiera sido un tradicional "no somos españoles", "no es nuestro día nacional", "Catalunya es otra nación" o algún otro slogan en esa línea, el nacionalismo español hubiera estado preparado. Un nacionalismo siempre puede argumentar contra otro por el mero hecho de que son lo mismo y la discusión se transforma en un diálogo de sordos del que ambos interlocutores creen salir vencedores.
Pero el "Nada que celebrar" es otra cosa.
Les recuerda a los cuatro millones de parados que España y su gobierno no les han dado nada que celebrar hoy; trae a la memoria del millón de familias que vive en el umbral de la pobreza España no les está dando que celebrar, a casi tres millones de niños y sus padres que están a punto de no tener nada que celebrar en España porque viven constantemente en el filo de la exclusión social; a las 600.000 familias que perdieron su casa en el último lustro que llevan cinco años sin que España les de nada que celebrar.
Y, por si fuera poco, les recuerda a los que leen en la prensa el inicio del juicio de Gürtel, el final del de matas, la continuación eterna del de los ERE andaluces o las declaraciones incesantes del de las tarjetas black que España, sus políticos y sus dirigentes no les han dado nada que celebrar con su corrupción, su nepotismo, sus constantes cohechos y tejemanejes.
Trae a la memoria de los que vean los informativos televisivos que se han quedado sin beca educativa, sin posibilidad de tener profesores de apoyo, desdobles o psicólogos escolares, que tienen que pagar medicamentos que antes eran gratuitos, que sus listas de espera se alargarán por falta de camas y quirófanos, que siguen viendo su vida paralizada porque tienen que cuidar sin ayuda a personas dependientes y un sinfin de situaciones más que los recortes, el mal gobierno y la imposición de un liberalismo nepotista les han dejado en España sin nada que celebrar.
Y los que han tenido que emigrar para encontrar trabajo, y que losque se han tenido que ir porque eran otros los que pagaban su talento y sus investigaciones y...
Así que, aunque todos sabemos porque ha sido, hoy más que nunca no hay nada que celebrar.
Ni con bandera, ni con desfile, ni con ofrenda a la virgen hay nada que celebrar.
Ni en España, ni en Catalunya, se sienta española o no" hay nada que celebrar.
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