Un día, como en el mítico anuncio, mi musa me dijo que me abandonaba, pero no lo hizo. Yo no busqué por mares y desiertos, yo no busqué por gargantas y cumbres. Mi musa me había abandonado pero seguía estando allí, a mi lado.
Creo que tardé un tiempo en comprender, en respirar. En aprender a sobrevivir cuando quería vivir; en conformarme con estar cuando ansiaba ser. Creo que tardé demasiado en olvidar lo que era ser feliz.
Creo que tardé un tiempo en comprender, en respirar. En aprender a sobrevivir cuando quería vivir; en conformarme con estar cuando ansiaba ser. Creo que tardé demasiado en olvidar lo que era ser feliz.
.Pero la musa seguía ahí, presente y constante, sin renunciar a mi como yo me negaba a renunciar a ella. Y un día, que amanecio palido y rutinario, como lo habían hecho todos desde el abandono de mi musa, descubrí lo que estaba ocurriendo.
Las musas no saben abandonar, nunca lo hacen. Las musas no han nacido para abandonar y por eso son incapaces de hacerlo como cualquier mortal lo haría. Como seres inmortales que son, no saben despedirse, no son capaces de morir con cada despedida. Pretenden renacer sin haber llegado a morir por completo.
La musa que había sido mi musa seguía allí, como sólo están las musas, entre la mente y el deseo, entre la carne y el alma, aunque pretendía no estarlo.
Pasaba los días y las horas convirtiendo en gags lo que habían sido palabras y versos de amor; transformando en miradas tristes lo que habian sido besos; mudando en bromas los susurros, en olvidos las tristezas, en desidias los enfados, en desprecios los olvidos.
Un diá la musa me dijo que me abandonaba. Pero no supo hacerlo.
La musa necesita serlo y no lo es cuando no es musa. Por eso la musa sigue pegada a mis intentos de recuperarla. No quiere ser recuperada, pero disfruta de lo agradable de seguir siendo buscada. Las musas inspiran el arte pero olvidan que quien lo realiza es el artista. Mi musa se baña en el suave nectar dorado sagrado que destila el amor, pero olvida que el artista soy yo. Las caricias que a veces se le escapan olvidan que el artista soy yo; sus insinuaciones naturales olvidan que el artista soy yo; su necesidad de inspirar olvida que el artista soy yo; su llanto y su risa con las obras que lee o que percibe olvidan que el artista soy yo.
La musa lo reconoce y lo siente.Se revuelve en su eterno Parnaso solitario y clama para que el artista abandonado pierda de una vez la atracción que sufre por su inspiración.
Más la musa no entiende. La musa no comprende que el artista soy yo. Que cuando me abandonó renuncié a la musa pero sigo aferrado, imantado y poseído por el impulso de mi arte, aunque sea sin musa. Y mi arte es el amor.
Un día la musa me dijo que me abandonaba pero no supo hacerlo.
Yo soy un demonio. No puedo permitirme el lujo de renacer sin morir. No puedo quedarme con lo agradable ignorando lo demás. Todo ha de arder para poder construir algo. Aunque sea sobre las cenizas.
Un día sentí que abandonaba a mi musa. Y entonces, por fín, me sentí solo. Tristemente solo.
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