Un rayo luminoso que aterriza
hace apartar la mirada a los demonios,
los dispersa, los vuelve contra el cielo
los incita a creer, los hace libres
Y crece junto a uno que lo admira, se resiste
a apartarse de ese rayo intenso que ilumina
su alma hasta entonces tan triste y mortecina
que apenas es ya un alma o una vida.
Ese rayo se aguanta junto al vástago
del corruptor infinito de las almas.
Le recuerda la luz, la da la calma
le deja ser quien fue, le pinta el alma.
Y el demonio se aguanta junto a ella
cual una llama infinita que no quema,
se la acerca a la piel, la vuelve suya,
la pretende arrastrar hasta su sima
Y la luz permanece en su presencia,
dejada de las restantes huestes celestiales,
apartada de si, de aquello que antes era,
luchando contra ellas por su ausencia.
Defendido de Dios por su luz salvadora,
el demonio agradecido la intenta proteger.
Se la acerca aún más, se vuelve fiero,
se la guarda en la piel y así la quema.
Grita cuando comprende lo que ha hecho
y la intenta curar, repararle las alas.
Más no puede, las plumas se le queman:
No es capaz de crear contra su esencia.
Así que, con intenso dolor y sin demora
se arranca de las suyas las membranas.
Él ya no volará, apenas si le importa.
Anclado en las oscuras simas del averno,
ve elevarse la luz que ahora remonta
Y su amo Lucifer le dice: “no la ansíes,
ahora permanece callado en la penumbra.
No intentes perseguirla, no la adores:
Bienvenido al infierno que es tu vida.
Desde aquí mírala, mas no la sueñes,
ni siquiera respires cerca de ella;
no sea que el sulfuroso aliento que respiras
haga arder esas recientes alas que la elevan.
No llores, mi demonio. No la quieras:
Nadie mira al infierno mientras vuela”.
hace apartar la mirada a los demonios,
los dispersa, los vuelve contra el cielo
los incita a creer, los hace libres
Y crece junto a uno que lo admira, se resiste
a apartarse de ese rayo intenso que ilumina
su alma hasta entonces tan triste y mortecina
que apenas es ya un alma o una vida.
Ese rayo se aguanta junto al vástago
del corruptor infinito de las almas.
Le recuerda la luz, la da la calma
le deja ser quien fue, le pinta el alma.
Y el demonio se aguanta junto a ella
cual una llama infinita que no quema,
se la acerca a la piel, la vuelve suya,
la pretende arrastrar hasta su sima
Y la luz permanece en su presencia,
dejada de las restantes huestes celestiales,
apartada de si, de aquello que antes era,
luchando contra ellas por su ausencia.
Defendido de Dios por su luz salvadora,
el demonio agradecido la intenta proteger.
Se la acerca aún más, se vuelve fiero,
se la guarda en la piel y así la quema.
Grita cuando comprende lo que ha hecho
y la intenta curar, repararle las alas.
Más no puede, las plumas se le queman:
No es capaz de crear contra su esencia.
Así que, con intenso dolor y sin demora
se arranca de las suyas las membranas.
Él ya no volará, apenas si le importa.
Anclado en las oscuras simas del averno,
ve elevarse la luz que ahora remonta
Y su amo Lucifer le dice: “no la ansíes,
ahora permanece callado en la penumbra.
No intentes perseguirla, no la adores:
Bienvenido al infierno que es tu vida.
Desde aquí mírala, mas no la sueñes,
ni siquiera respires cerca de ella;
no sea que el sulfuroso aliento que respiras
haga arder esas recientes alas que la elevan.
No llores, mi demonio. No la quieras:
Nadie mira al infierno mientras vuela”.
2 comentarios:
Hermoso y sensible.Alguna lagrima ha estado a punto de escaparse al leerlo y supongo que al escribirlo.
M
Que conste que si mira.Cada día.
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