Tenía que pasar, tarde o temprano, tenía que pasar.
Anclados como estamos a la hiperconexión, a esa necesidad de datos en tiempo inmediato, teníamos que perder la dimensión de lo ético hasta que alguien tuviera que recordárnoslo de manera legal.
Y ya lo han hecho: Espiar el móvil de tu pareja es delito, espiar las comunicaciones por correo electrónico, whatsap, mensajes privados de twitter o cualquier otra cosa que se nos pueda ocurrir es un delito.
Un juez nos lo ha tenido que recordar porque nosotros, hijos de la inseguridad y la indolencia del Occidente Atlántico, nos hemos acostumbrado como en muchas cosas a pensar que nuestra necesidad de acallar nuestras inseguridades está por encima de cualquier otra cosa, que el deseo de desvelar nuestras incertidumbres, nuestras dudas y nuestros recelos nos da derecho a cualquier cosa.
Pero no. No tenemos derecho a invadir los espacios privados de otro por el mero hecho de compartir mesa y lecho con él; nuestros celos -justificados o no- no nos dan patente de corso para convertirnos en mataharis del whatsap cuando nuestra pareja está en el baño o en Perry Mason del correo electrónico cuando la mujer a la que amamos se deja abierta su cuenta de correo.
Así que mucho cuidado con eso de esperar con gesto adusto y contrariado al marido, la esposa, la pareja o el amante y lanzarle a la cara la impresión de un correo electrónico o restregarle delante de la nariz la captura de un whatsap de su móvil o de airear a los cuatro vientos el contenido de comunicaciones privadas para demostrara todos que tenemos razón en nuestros celos y nuestras inseguridades.
Se acabó el vivir tranquilo espiando periódicamente el móvil de tu chica para ver que no mantiene conversaciones sospechosas; adiós a la seguridad de saberse querida comprobando regularmente que tu chico no intercambia fotos en mitad de la noche con ninguna compañera de trabajo.
Porque mentir a tu pareja no es delito, ponerle los cuernos a tu pareja tampoco. Es una falla ética de dimensiones mayúsculas pero no va a dar dos años y medio con tus huesos en la cárcel. Espiar su móvil o su correo electrónico sí
De vuelta a lo que siempre debió ser: comunicación y confianza para vencer la incertidumbre que siempre te provoca amar y dar tu corazón a otra persona.
¿De verdad llegamos a creer que el Iphone 6 nos iba a librar de ese esfuerzo y compromiso con nuestros sentimientos?
Para nuestra triste vergüenza un juez ha tenido que recordarnos que no.
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