Tenía yo olvidado al Padre Brown, un personaje novelesco de esos que leía mi abuela para descubrir tras un centenar de páginas que el asesino era el mayordomo. Pero hoy me lo han recordado un artículo periodístico con una frase que Chesterton le hizo decir en una de sus quedadas para tomar té con señoras bien de la alta sociedad británica: "La mitad de la política es el chantaje de los ricos a la gente común".
Y ahora estamos en esas. Nuestros políticos tradicionales tiran de todos los lobos, hombres del saco, barba azules y demás mitos de los miedos nocturnos infantiles para chantajearnos. Nos ponen la pistola del caos y el desastre en la cabeza y amenazan con dispararnos si no seguimos usando nuestros sufragios en su provecho.
Hoy es a los griegos, en mayo será a nosotros.
Pero, sinceramente, me parece que ese chantaje no les puede funcionar. Quizás hubiera sido posible hace seis o siete años cuando las cosas empezaban a ir mal. Pero ahora no tienen nada que ofrecer. Han dejado que su intransigencia y su ambición redujeran la sociedad a un conglomerado de miseria y falta de expectativas, han permitido que su fanatismo económico y su falta de visión financiera nos condujera al hambre y a la desesperación. Ya no queda nada que proteger y por eso no les queda nada con lo que chantajearnos.
No les funciona con Syriza porque los griegos no temen al caos porque ya viven en él y saben quienes son sus creadores, no les funciona con Podemos porque España ya está arrasada y todos sabemos quienes han sido los bárbaros que han cabalgado sobre ella a lomos de los potros de su avaricia y sus ansias de poder y la han sembrado de sal, impidiendo toda posibilidad de que una nueva siembra la pueda hacer germinar.
Y esos ricos, sus voceros, sus defensores y sus mesnadas, se dan cuenta ahora de lo que creyeron su fuerza es su debilidad. Se han preocupado de ser pocos para tocar a más dinero, a más riqueza, a más poder y ahora llega el día en el que ser el 1% de la población que detenta el 70% de la riqueza juega en su contra. Porque el voto de un rico es uno. Por muchos millones que atesore en Suiza, es uno; por muchos cargos que pueda comprar y corromper, es uno. Y no les salen las cuentas.
Conseguirán engañar a algunos que pensarán que por sangre, entorno, suerte, familia o casamiento creerán que aún tienen una oportunidad de formar parte de esa élite económica. Pero la mayoría no. Su insaciable avaricia nos ha obligado a despertarnos de ese sueño americano de poder alcanzar la riqueza para descubrir la pesadilla que ellos han construido para nosotros.
Pero tienen que intentarlo y seguir haciéndolo. Me da la impresión de que tienen que hacerlo porque cada elección, cada votación, se ha transformado en un enfrentamiento entre los que temen perderlo todo y los que ya nada tienen que perder.
Y ahora sabemos que los que temen perderlo todo nos lo robaron antes. Así que el chantaje del que hablaba Chesterton a través de su cura detective no puede funcionar.
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