En pómulos regios de una infanta que no sabe qué sabe.
En las heréticas hamburguesas de tres pisos.
Alrededor de los visibles huesos de modelos de Cibeles,
en las frases falaces de un debate mil veces repetido.
Hace falta carne en la olla cotidiana del pobre;
carne entre los dientes macilentos del hambriento.
Carne en los carrillos de África y en los mofletes de Asía.
Hace falta carne entre las manos y entre las piernas
de aquellos que sólo la tienen entre las cejas.
Hace falta carne entre los dedos y entre los muslos
de aquellas que sólo la tienen entre los sueños;
Hace falta carne, chaval.
Entre las sábanas de los que la imponen en las pantallas;
entre las mantas de los que la niegan en las iglesias.
Más carne puesta ante los libros y no ante los cañones;
carne colocada de nuevo en el asador de la inteligencia.
Carnes rojas de justicia y rebelión,
carnes blancas de paz y transigencia,
carnes abiertas por la rabia ante el idiota
carnes de mis carnes, carnes de las carnes de todos.
Hace falta carne y sal.
Hace falta Carnaval.
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