Llevaba yo unos días que entre pitos y flautas me encontraba absorto en esto de contemplar lo poco acostumbrados que están nuestros políticos a hacer política, a buscar acuerdos, a entenderse en general y mantener los principios en particular.
Y hoy me desayuno con Felipe González, sí Felipe González, ese señor que otrora celebrara las victorias electorales a puño alzado, cantando la internacional y coreando eslóganes por el cambio, pidiendo a voces que el PP y el PSOE se den la mano y se dejen gobernar el uno al otro y acusando de leninismo a Podemos..
Lo leo y lo releo y me doy cuenta de que Felipe González ha perdido el respeto. Ha perdido el respeto a la historia, se ha perdido el respeto a sí mismo y sobre todo nos ha perdido el respeto a nosotros.
Porque, convertido en el vocero de un sistema de alternancia muerto y enterrado, mantiene un oxímoron tan imposible de cuadrar como una circunferencia. Habla de necesidad de estabilidad, de un gobierno estable y luego pide que PP o PSOE gobiernen en minoría abrumadora.
¿Cómo se come eso? ¿qué estabilidad tendrá un gobierno que no podrá legislar porque la oposición domina el Congreso?, ¿qué capacidad de aplicar sus políticas?, ¿pretende que el gobierno se transforme en una simple entidad administrativa, atada de pies y manos o que la oposición mantenga permanentemente pulsada la tecla de abstención en sus escaños para dejar a hacer al Gobierno lo que quiera? ¿Permitirá el PSOE una nueva reforma laboral, por ejemplo?, ¿Posibilitará el PP una reestructuración de su recién estrenada política educativa, por decir algo?
La respuesta a todas esas preguntases no. Felipe González lo sabe y al decirlo nos ha perdido el respeto a nosotros porque nos trata como ciudadanos de tercera división incapaces de valorar los aspectos políticos. Se lo ha perdido a la historia porque hay una larga lista de gobiernos en minoría en todas las democracias pluripartidistas, desde Italia hasta Francia, desde Dinamarca hasta Grecia, que más allá del acto de investidura han sido incapaces de gobernar y han tenido que volver a las urnas. Parece no acordarse del segundo gobierno de la UCD en nuestro país ahogado hasta la inacción.
Y se lo pierde a sí mismo porque con esa propuesta lo único que defiende es el mantenimiento en el poder de los dos partidos a cualquier precio, una alternancia que no beneficia a nadie más que a su partido y a su oponente. Lo único que defiende es mantener el reparto del poder.
Defiende un gobierno sin posibilidad de moverse en una u otra dirección. Lo que necesitan los intereses económicos, no los ciudadanos del país. Puede que eso sea un gobierno estable. No hay nada más estable que la muerte.
Y luego está lo del leninismo de Podemos.
No he encontrado ni un solo elemento de leninismo en el programa de Podemos, no ha gobernado en ningún momento. Si no se puede deducir de su programa, ni colegir de sus acciones ¿de donde viene esa acusación?, ¿de un par de apretones de mano ye informe profesionales al gobierno venezolano?.
Más allá de lo que sea o deje de ser Podemos, que no es relevante para esta reflexión, Felipe González vuelve a caer en la triple falta de respeto.
Le falta al respeto a la historia porque olvida su primera elección como Presidente del Gobierno. Olvida una de las campañas electorales más salvajemente manipulativas de la entonces Alianza Popular, usando el miedo como arma, profetizando quema de iglesias, expulsiones del monarca y toda suerte de desgracias que usaba desde sus puños en alto hasta sus chaquetas de pana para presentar al PSOE como herederos de las checas madrileñas de la Guerra Civil Española y de las expropiaciones agrarias de la Segunda República al grito subliminal de ¡Que vienen los rojos!
Olvida que, tras todo eso alguien nada sospechoso de ser roja, radical y revolucionario como el Canciller alemán Helmut Kohl, dijo "es bueno para España que el PSOE esté en el gobierno para que los ciudadanos sepan que, lo haga bien o lo haga mal, no pasará nada que rompa las reglas del juego democrático".
Olvidando eso insulta a la historia, se insulta a sí mismo porque tira de estrategia comunicativa del miedo, la misma que le aplicaron a él, la misma que entonces calificó de injusta, miserable y perniciosa.
Y sobre todo nos insulta a nosotros porque cree que no vamos a saber unir las piezas de su discurso.
Un gobierno estable en la inacción y la desactivación de un partido político que tiene como único elemento leninista -por decirlo de algún modo- el control estatal de las fuentes energéticas solo favorecen a unos intereses. Los intereses que ahora dan de comer a Don Felipe González Márquez, miembro del Consejo de Administración de Gas Natural.
Y esas tres faltas de respeto ponen un triste epitafio sobre la lápida que decora la muerte de Felipe González como voz de relevancia política, como analista de la sociedad española y como socialista.
Descanse en paz.