Estaba yo dispuesto a redactar unas pocas líneas -vale, lo reconozco, lo de pocas es mentira- sobre como el bueno de Cándido Méndez pretende que le coloquen una medalla y le den el Premio Pricipe de Asturias a la Ponderación Sindical -que será creado exclusivamente para la ocasión- por el plausible motivo de no hacer su tabajo como sindicalista, cuando, de repente, me asaltaron todas esas estadísticas periodísticas que, como los anuncios de juguetes, como los mensajes de buena voluntad de los centros comerciales, nos invaden en el último mes del año.
No había medio de comunicación en el que no figurara la estadística de mujeres muertas, en este año cincuenta y cuatro, por la llamada violencia machista. Y eso me impelió a cambiar de asunto en este endemoniado blog al que me dedico en ocasiones.
Empecé por buscar un dato que no existe, que se finge que no existe, que no se relaciona y que, cuando se reconoce, se trata como marginal, como irrelevante, como carente de importancia.
Este año 34 hombres murieron a manos de sus parejas femeninas.
Pero cuando, tras casi una hora de buscar y contrastar el dato -bien oculto en la Memoria de la Fiscalía General de Estado, a la que no mucha gente tiene acceso-; cuando tras darme cuenta de que él dato se había incrementado en tres víctimas con respecto al año pasado, mientras el dato que lo contrarresta en el otro lado del espejo -el de mujeres muertas a manos de sus parejas- ha descendido en cinco víctimas; cuando iba a hablar de que las instituciones desvirtuan el dato y solamente reconocen doce porque tratan los demás como homicidios pasionales, por venganza o por motivos económicos, dándoles un móvil que le niegan a cualquier homicidio que un hombre comete sobre su pareja o su antigua pareja, me di cuenta de que no podía hacerlo, de que no podía utilizar esa línea de argumentación.
No podía hacerlo porque ya lo hice en 2009 y la cosa no ha cambiado. En todo caso ha empeorado, pero no ha cambiado.
Así que, en mi intento de abordar de forma original este asunto que nos vuelve ciclícamente, decidí esculcar la lista de mujeres incluidas en esa macabra estadística de féminas víctimas de la violencia machista, entendida esta, es de suponer, como aquellos que matan a las mujeres porque son machistas, es decir, las consideran inferiores y propiedades.
Y cuando me había encontrado en ella el asesinato de una mujer paquistaní a golpes, que dos meses después, cuando su marido aparecio muerto de la misma manera, se desestimó como un caso de ese tipo (53), tres suicidios asistidos de ancianas que superaban los setenta años con enfermedades dolorosas e incurables y más de cuarenta años de convivencia de media (50), dos homicidios que ya en su origen fueron descartados por la Guardia Civil como violencia machista (48), uno en el que participaron dos hombres -¿la poliandria está permitida en España?- (47), dos en los que hay más sospechosos aparte de la pareja (45), seis en los que los acusados habían sido diagnosticados como esquizofrénicos, paranoicos o psicóticos (41), uno ocurrido en Francia -¿hemos invadido tierras galas y yo no me he enterado? (40) otros dos en el que los detenidos agredieron y mataron a sus ex parejas para robarlas -en un caso droga y en otro dinero- (38), otro en el que la pareja detenida fue puesta en libertad tres días después de ser detenida cuando el forense dictaminó que se trataba de una muerte accidental (37)...
Y cuando seguía así y estaba dispuesto a preguntarme por qué esas muertes de mujeres estaban en esa lista cuando era evidente que el sentimiento de superioridad machista no era, de forma clara y constatada, el movil de las mismas; cuando estaba dispuesto a preguntarme por qué cuando una mujer mata por celos o por despecho no se la considera hembrista y discriminadora de género y cuando un hombre lo hace sí, por qué se intentan engordar las cifras introduciendo muertes que nada tienen que ver con el machismo, me di cuenta de que no podia hacerlo. Ya lo había hecho en 2008 y en 2010. Ese argumento ya había sido utilizado y las cosas seguían completamente igual.
Así que, privado de argumentos estadísticos y númericos originales, me didique a analizar las declaraciones que indefectiblemente acompañan a estas cifras año tras años.
Y encontré algunas perlas.
"La estádistica de mujeres muertas por violencia de género es la más preocupante de nuestro país con respecto a muertes violentas", dice una responsable del Observatorio contra la Violencia de Género.
Obviamente no explica el motivo, no desarrolla la afirmación. No explica por qué en un país en el que este año se han producido 1551 homicidios, de los cuales el 30 por ciento son motivados por las drogas, el 25 por ciento por las actuaciones de bandas climinales y solamente el cinco por ciento aproximadamente por este motivo -y eso sin hacer todas las purgas a esa lista que la justicia y la lógica impondrían-, esta es la estadística mas preocupante de homicidios en España y no lo es la droga o la presencia de bandas criminales.
De nuevo no explica por qué 54 muertes son terribles pero 34 hombres no. Por qué un móvil que origina un porcentaje mínimo de los homicidios de este país debe ser una prioridad sobre aquellos que ocasionan la inmensa mayoría de los mismos. Por qué se mantiene su observatorio y se han cerrado o dejado sin presupuesto los de drogas o los de criminalidad.
De nuevo el famoso prisma de género interpreta y manipula la percepción de la realidad para dar importancia a algo que ya la tiene sin necesidad de que se retuerza la verdad, sin necesidad de que se reste importancia a otros motivos que están tiñendo de sangre nuestras calles cada fin de semana.
Pero sin duda hay otra declaración que me ha permitido abordar este recurrente post de cada año de otra forma.
Ahora que hemos cambiado de embajador ante los poderosos mercados, un diario nacional escribe "Los populares ya habían demandado la necesidad de incluir a los menores como objeto de protección de la ley, un supuesto que el PSOE y las asociaciones de mujeres rechazan. El argumento es que se variaría la esencia de la norma, que nació precisamente para dar cobijo de forma expresa a la mujer. «Sería volver al debate violencia doméstica frente a violencia de género», sostienen desde las asociaciones de mujeres".
Y eso ya si me resulta nuevo, no sorprendente, pero nuevo.
Hace unos meses, el emporio ideológico que mantenía fuera de límites la Violencia de Género pretendía incluir a 800.000 niños como víctimas de esa violencia que, supuestamente, nace de la naturaleza perversa del hombre por ser hombre y ahora se niegan, reculan, afirman que los niños no deben estar protegidos de igual manera que las mujeres.
Para entendernos, afirman que si un tio le pega una paliza a sus dos hijos -varones, por supuesto- esos niños tienen que estar menos protegidos que si ese mismo individuo llama zorra cuatro veces a su mujer. Afirman que lo primero merece menos castigo que lo segundo. Mantienen que la prioridad de esta sociedad debe ser que ese hombre no insulte a su pareja y no que no apalice a sus hijos.
Dentro de su forma de ver el mundo, dividida en prioridades tan falsas como perniciosas, puede parecer lógico que una ley que nace expresamente para cobijar a las mujeres no se abra a otros colectivos que pueden ser víctimas del maltrato, que esa superprotección que tienen adultos que deberían ser responsables por si mismas de su vida y de su dignidad no se extienda a aquellos que, por edad y dependencia, no pueden de ninguna manera ser responsables completos de las suyas.
Pero para todos aquellos que no comulgamos con esa distorsión de la realidad nos suena a otra cosa. Nos suena al fascismo segrecaionista y discriminatorio de "nosotras tenemos unos derechos por el hecho de ser mujeres que nadie debe compartir con nosotras si no es mujer". Nos suena al mesianismo profético de "nosotras somos más importantes que nadie, nosotras somos el pueblo elegido de Dios".
Esa afirmación pretende conventir al Estado español en la Alemania de 1931 y a la legislación de nuestro país en el libro perdido del Antiguo Testamento.
Pero más allá de la ideología, más allá de los puntos de vista, esa negativa a volver al concepto de violencia domestica, familiar, afectiva o como se quiera llamar, está fundamentada en algo que solamente puede definirse como miedo matemático.
Porque las cifras siempre vuelven.
Si metemos a los menores en esta ecuación, la cifra de muertes se incrementa y se divide. Veintitres menores murieron este año a manos de sus progenitores.
Las adalides de la violencia de género, de la maldad intrínseca del varón, las sumarían directamente a la columna en la que están registradas las mujeres muertas, pero la mera aplicación básica de la teoría de conjuntos se lo impediría: unidades no homogeneas no pueden formar parte del mismo conjunto.
Porque, de esos 23 menores, solamente seis fueron asesinados por su padre, mientras 17 lo fueron por sus madres.
Así que, si cojemos en, un ejercicio digno de tercero de primaria, más o menos, a las 54 y les sumamos seis, nos da un resultado de 60. Y si cojemos a los 34 -los hombres muertos a manos de sus parejas femeninas- y le sumamos 17, tenemos 51.
Y si quitamos de la lista todos los homicidios que se ha demostrado que no eran por machismo el resultado sería todavía más abrumador.
Y esa matematica es la que nos vuelve arrojar a la realidad. Al hecho de que el problema no está en la masculinidad, sino en la agresividad que nuestras relaciones y reacciones destilan por doquier; que el que mata no mata por ser hombre, mata por no entender un concepto de libertad y de autonomia de su pareja que tampoco entienden las mujeres sobre sus parejas ni sobre sus hijos.
Si seguimos esa simple regla matemática. Sabremos que una población de 47 millones de habitantes, en una estadística de 1.550 homicidios, en un compendio de quince millones de parejas registradas de una u otra manera, nueve muertes, la diferencia entre unos y otros, es un resto irrelevante, es una diferencia nimia.
Y eso nos vuelve al hecho de que la violencia en las relaciones es un problema nuestro. De todos. Incluso de las mujeres.
Vaya, yo que esperaba ser original he llegado a la misma conclusión que siempre llego en este recurrente post sobre las estadísticas de muertes por violencia de género.
Será que hay cosas que nunca cambian porque la irracionalidad no deja de actuar como tal y la lógica no deja de imponer sus conclusiones a través de las cifras que no van cargadas de apriorismos y prejucios.
Será que todos somos culpables y sigue habiendo una parte de nosotros que inventa todas las excusas posibles y que practica todas las manipulaciones concebibles para negarse a reconocerlo.
2 comentarios:
¡¡¡Buenísimo artículo!!!. Gracias
Hola, te leo a menudo, aunque rara vez comente.
De este párrafo:
(...) Y cuando me había encontrado en ella el asesinato de una mujer paquistaní a golpes, que dos meses después, cuando su marido aparecio muerto de la misma manera, se desestimó como un caso de ese tipo (53), tres suicidios asistidos de ancianas que superaban los setenta años con enfermedades dolorosas e incurables y más de cuarenta años de convivencia de media (50), dos homicidios que ya en su origen fueron descartados por la Guardia Civil como violencia machista (48), uno en el que participaron dos hombres -¿la poliandria está permitida en España?- (47), dos en los que hay más sospechosos aparte de la pareja (45), seis en los que los acusados habían sido diagnosticados como esquizofrénicos, paranoicos o psicóticos (41), uno ocurrido en Francia -¿hemos invadido tierras galas y yo no me he enterado? (40) otros dos en el que los detenidos agredieron y mataron a sus ex parejas para robarlas -en un caso droga y en otro dinero- (38), otro en el que la pareja detenida fue puesta en libertad tres días después de ser detenida cuando el forense dictaminó que se trataba de una muerte accidental (37)...
¿Concluiste los resultados o lo dejaste ahí? Estaría muy interesado en saber los resultados totales si los sacaste. Te ruego que de ser así, los acabaste, me los hicieras llegar a : eldesclasado@yahoo.es
Gracias en cualquier caso.
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