No sabía cual era el motivo ni cual era el significado de su existencia, pero estaba vivo.
Tenía un vago recuerdo de su vida antes del momento que afrontaba en ese instante, parado, quieto como una estatua, contemplando una escena que no comprendía. Pero no recordaba nada más.
No sabía si el sudor que manaba de su frente y se agolpaba en su cuello era producto del esfuerzo por recordar o del insoportable calor de aquellas tierras muertas.
No sabía si el sudor que manaba de su frente y se agolpaba en su cuello era producto del esfuerzo por recordar o del insoportable calor de aquellas tierras muertas.
El aliento del asno iba a parar justo encima de su rostro. Era hediondo, insoportable. No quería ni imaginarse como sería el del otro animal, más recio, más grande. También tenía un vago recuerdo de su nombre. Hubo un tiempo en que vagaba libre –si un ser castrado e híbrido puede ser libre- por las tierras que habitaban los humanos.
Tenisson Tarb se corrigió al instante. Él estaba en el tiempo en el que esas bestias vagaban libres entre los humanos.
De nuevo contempló la escena y desistió en su intento de explicarla.
Tenisson Tarb era un publicista. Había nacido pero no sabía cuando. Había muerto pero tampoco recordaba de forma clara ese momento.
Sabía que había vivido varios meses de su vida en Venus; otros tantos en la Tierra. Y que su vida había sido colocada en un futuro lejano por alguien que vivió en 1950. Alguien apellidado Pohl era lo más parecido que recordaba a un padre, a un creador. A un dios.
Tenisson Tarb era un personaje de novela.
Por eso no se sorprendió de ver nacer a Dios.
-No deberías estar aquí –le dijo el niño que no lloró al nacer, pero que era capaz de hablarle- El que te creó no ha sido creado aún. No deberías estar aquí.
-Lo se. La literatura genera paradojas y las paradojas crean literatura.
- No te entiendo –dijo el niño y le sonrió-, pero tu no debes ver lo que ha de pasar.
Tenisson Tarb, personaje glorioso de una mente infinita, supo entonces porque había sido expulsado de su ficción para ser arrojado en la de otros.
Tenisson Tarb se corrigió al instante. Él estaba en el tiempo en el que esas bestias vagaban libres entre los humanos.
De nuevo contempló la escena y desistió en su intento de explicarla.
Tenisson Tarb era un publicista. Había nacido pero no sabía cuando. Había muerto pero tampoco recordaba de forma clara ese momento.
Sabía que había vivido varios meses de su vida en Venus; otros tantos en la Tierra. Y que su vida había sido colocada en un futuro lejano por alguien que vivió en 1950. Alguien apellidado Pohl era lo más parecido que recordaba a un padre, a un creador. A un dios.
Tenisson Tarb era un personaje de novela.
Por eso no se sorprendió de ver nacer a Dios.
-No deberías estar aquí –le dijo el niño que no lloró al nacer, pero que era capaz de hablarle- El que te creó no ha sido creado aún. No deberías estar aquí.
-Lo se. La literatura genera paradojas y las paradojas crean literatura.
- No te entiendo –dijo el niño y le sonrió-, pero tu no debes ver lo que ha de pasar.
Tenisson Tarb, personaje glorioso de una mente infinita, supo entonces porque había sido expulsado de su ficción para ser arrojado en la de otros.
Supo cual era la función de un publicista ficticio de un siglo XXII, aun por llegar y que nunca existiría, en mitad de una Judea real como la vida que él no poseía.
-Alguien te hablará, pequeño –dijo a su mudo interlocutor- No debes hacerle caso. Si realmente crees querer a aquellos a los que dices querer. No escucharas sus palabras.
- Dios me hablará.
- Por eso no debes escucharle. Tienes que hacerme caso. Soy un personaje de ficción. Él no me creó. No puede influirme.
-¿He de ignorar a Dios? –la pregunta era inocente, sin ninguna malicia-.
-No has de ignorarle porque no está allí donde crees que está. No has de ignorarle simplemente porque no está.
Dios es un producto de Marketing
Así escribió Tenisson Tarb, un personaje falso, el único evangelio verdadero.
-Alguien te hablará, pequeño –dijo a su mudo interlocutor- No debes hacerle caso. Si realmente crees querer a aquellos a los que dices querer. No escucharas sus palabras.
- Dios me hablará.
- Por eso no debes escucharle. Tienes que hacerme caso. Soy un personaje de ficción. Él no me creó. No puede influirme.
-¿He de ignorar a Dios? –la pregunta era inocente, sin ninguna malicia-.
-No has de ignorarle porque no está allí donde crees que está. No has de ignorarle simplemente porque no está.
Dios es un producto de Marketing
Así escribió Tenisson Tarb, un personaje falso, el único evangelio verdadero.
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